Saturday, March 06, 2010

Opio: Diario de una Mujer Poseída


Adicciones y locura

Ricardo Martínez García

La cinta Opio, diario de una mujer poseída narra la historia de un médico neurólogo, morfinómano y adicto al sexo que comienza un tratamiento en un manicomio para tratar a una paciente obsesionada por escribir y escribir. Sus vidas parecieran las caras opuestas de la misma moneda, y su encuentro será crucial para ambos.

El director húngaro Janos Szasz, especializado en memorables dramas psicológicos, como Woyzeck (94) y Eyes of The Holocaust (00), entre otras cintas, dibuja en Opio, Diario de una mujer poseída (07) ciertas personalidades extremas. El doctor Jozsef Brenner (Ulrich Thomsen) es a la vez un médico y escritor que se encuentra bloqueado para escribir, teniendo que lidiar con enfermos y con sus propias enfermedades, como la de una enorme dependencia a la morfina. Gizella (Kirsti Stubo) es una mujer obsesionada con la idea de que el Mal la quiere invadir y apoderarse completamente de su vagina, y cuya expresión la lleva a sufrir con una compulsión por escribir. Sus terribles e incontrolables espasmos la llevan a ser objeto de medievales y salvajes tratamientos como baños de agua helada y electroshocks.

Brenner se interesa por Gizella primero como paciente. Pero luego el deseo lo cambia todo. Son como dos cuerpos de universos diferentes que siguiendo su órbita de pronto se acercaran y confluyeran en un punto, sus compulsiones sexuales, pero luego del encuentro la realidad de sus universos comienza a alejarlos, pues sus posiciones en esa sociedad cerrada que es el psiquiátrico y sus ideas son completamente diferentes.

La pretensión de ayuda del médico sobre la paciente se revierte y luego de su encuentro el que sale mejor librado es él, pues su bloqueo creativo desparece gracias al trabajo de ella, a sus textos escritos en sus diarios, mientras que él la trata como lo habían hecho anteriormente, aplicándole los viejos métodos medievales.

Las actuaciones son de un intenso dramatismo, descarnadas al grado de rozar el hiperrealismo. La delicada y precisa fotografía de Tibor Mathe nos introduce en un mundo sombrío de finales del siglo XIX, evocando con closeups sobre las texturas rugosas de viejas paredes descarapeladas, de la frialdad de las celdas de los pacientes, de la crudeza del sexo y de la miseria del espíritu humano, una perturbadora opresión difícil de quitar, un simbolismo difícil de descifrar. Todo un caso para el psicoanálisis.

La trama recuerda un poco, aunque sin su carácter particularmente esotérico, a la extravagante cinta del polaco Andrzej Zulawski Possession (81), en la que una mujer se ve irresistible y perturbadoramente compelida a tener relaciones sexuales con una criatura diabólica de enormes tentáculos, dando rienda suelta a una enferma pasión que no conoce límites. Pero los límites entre Brenner y Gizella regresan finalmente en forma de un tratamiento de cincel y martillo. Se trata en suma de una cinta inquietante que muestra una vez más la distancia entre el cine comercial norteamericano y una obra de autor europea: diferentes orientaciones dramáticas, temáticas y técnicas.

2 comments:

Gaby said...

Me parece interesante tu reseña, aunque creo que pierdes de vista que en 1913 no se catalogaban los trastornos como obsesivos, lo que Gizella presentaba era una histeria y de ahí la razón de los tratamientos ortodoxos y de lugares como esos psiquiátricos en donde todas las pacientes son mujeres, no lo notaste?. El nuevo médico en el hospital lo que intenta precisamente es explorar las novedosas técnicas psicoanalítica freudianas y sólo cuando se ve imposibilitado por el director del hospital y sus propios impulsos eróticos reprimidos, es cuando recurre a las prácticas "ortodoxas" que no comparte.
Tengo dudas con respecto a que haya sido adicto al sexo, pues no queda muy claro si sus escritos son ficticios o reales y además se resiste bastante a sucumbir a sus desesos por Gizella, prefiriendo a cambio, aumentar sus dosis de morfina y desahogarse con una de las monjas. En ese sentido, no entiendo porque dices que el Dr. Brenner era heroinómano, si su adicción era a la morfina. Tampoco me queda clara tu idea cuando planteas "La pretensión de ayuda del médico sobre la paciente se revierte y luego de su encuentro el que sale mejor librado, pues su bloqueo creativo desparece gracias al trabajo de ella, a sus textos, mientras que él la trata como lo habían hecho anteriormente".
Lo que a mí me deja esta cinta es una demostración más de lo poderoso que es el inconsciente y la forma en que resuelve los impulsos sexuales reprimidos y la culpa, que algunas corrientes psicológicas actuales ya no toman tanto en cuenta. Saludos.

Anonymous said...

Estoy de acuerdo con gaby en algunos argumentos que propones, no podemos saber si en realidad era adicto al sexo, ya que esa práctica podria ser otro mecanismo de defensa para librlalro de la represión,como lo hace con la morfina... a y con lo de la heroína en la película hay una escena donde si en verdad prubea la heroína, esto no nos puee decir si era adicto a ella pero lo que sabemos es que a la morfina si. una peli muy buena que nos retrata como antes eran tratados los trastornos mentales que ahora ya tenemos mejor diagnosticado y con diefertes tratamientos que nos `pueden ayudar , saludos