Mark, Jarvis y Candida |
Volver a Caer
Ricardo Martínez García
Lo confieso, a veces puedo llegar a ser tan ingenuo y olvidadizo. El 23
de abril pasado se presentó en México el grupo británico Pulp, del que me volví
fan luego de escuchar “Sorted for E´s & Wiz” en alguna estación de radio,
en el ya lejano año de 1995. Y digo que soy ingenuo u olvidadizo porque a pesar
de que sabía que su presentación era en el Palacio de los Deportes, mi entusiasmo
por verlos no disminuyó ni un ápice. Mi experiencia en conciertos en este
lugar, que está bien para cosas como juegos de basquet con chicas lindas echando porras, ha
sido decepcionante. Recuerdo claramente cuando fui a ver a Morrissey ahí,
tras lo cual me prometí no volver a tan inapropiado recinto, al menos para conciertos. No pude sostener
mi promesa.
Impulsado por la calidad y el carisma de Jarvis Cocker y compañía, que
decidieron sacarle un poco de provecho a su buen catálogo musical dando algunos
conciertos por el mundo, apenas me enteré de su visita a México el pasado mes
de febrero, fui a comprar unos boletos para el que yo creí el evento musical
del año. Finalmente llegó el día del concierto y me apersoné a las afueras del
Palacio, inspeccioné los souvenirs propios del evento, sufrí una cancelación de
última hora, cambié mi boleto sobrante por una hamburguesa y un refresco y me
dispuse a escuchar a la ya veterana banda originaria de Sheffield, Inglaterra.
Igual que como cantó el desaliñado Cocker ahora en la canción referida, me encontré de pronto solo en un lugar lejos
de casa, sin amigos, lleno de personas que aplauden y bailan todo, que gritan y
se emocionan más de lo requerido. Igual que como en el concierto de Morrissey,
el sonido empezó a ser cada vez más distorsionado, menos nítido, no
lograba distinguir los acordes de las guitarras, o el ritmo de la batería, pues
el volumen era ensordecedor. Se trataba del efecto de rebote acústico típico del lugar.
Sin duda Pulp sigue siendo un grupo magnífico, sus
canciones son grandiosas, escénicamente se defienden muy bien, pero la acústica del
Palacio, al menos a mí, me hizo decidirme a abandonar el lugar antes de que
terminara todo, enojado conmigo mismo por haber olvidado la experiencia previa en el
concierto de Morrissey. Al menos ahora sí pude regresar rápido a casa, con un
par de souvenirs, pero con el firme propósito de no regresar al Palacio de los Deportes,
ensordecido y aturdido como me encontraba. Pero ya se sabe, los humanos
tropezamos varias veces con la misma piedra, puede que por amor, olvido o por lo que sea.
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