Saturday, June 30, 2012

Indiferencia


¿Se puede enseñar algo que no se quiere aprender?
La desintegración del sistema

Ricardo Martínez García.

Adrien Brodey protagoniza esta ácida cinta, Indiferencia (Detachment) sobre un profesor sustituto, atormentado por su situación familiar y por su naturaleza benigna, enfrentándose a la situación que guardan algunas escuelas de bachillerato en las que tiene que trabajar.

James Caan, Lucy Liu, Marcia Gay Harden son algunos actores que forman el equipo académico de esta escuela donde la atención del estudiante tiene que ganarse de los modos más subrepticios, y en las que el arte de sonsacar lo mejor de los estudiantes es la única alternativa a su constante desinterés e indiferencia.

La cinta, dirigida por Tony Kaye, muestra el estado en el que se encuentra el sistema educativo público del bachillerato en los Estados Unidos. De modo dramático vemos al personaje de Brodey, Henry Barthes, luchar con sus estudiantes, esforzarse por ganarse su confianza, que a veces es malinterpretada y con resultados funestos.

La situación planteada, de aspecto desastroso tanto para el profesor que desea enseñar algo de modo real, como para los estudiantes y sus limitaciones, se parece tanto a la de las escuelas públicas equivalentes en nuestro país.

Morris Berman, crítico y académico dedicado al análisis de la cultura en los Estados Unidos, ser refiere a esta situación, en su libro El Crepúsculo de la Cultura Americana:

(...) la desigualdad de la riqueza y los rendimientos marginales decrecientes a la inversión crean en complejidad una situación en la que el sistema educativo y la producción intelectual se ven afectadas negativamente en varios niveles.

En el nivel más inmediato, por supuesto, está la desintegración del sistema de escuelas públicas y la pérdida de su base económica. Cuando me gradué de preparatoria en 1962, ensuciar los pasillos era considerado una falta seria. Antes de que pasaran diez años, en la misma escuela preparatoria una joven fue violada a plena luz del día, y la situación solo ha escalado con el paso de los años. A finales de los ochenta, el que los estudiantes llevaran pistolas a la escuela era algo frecuente, con incidentes esporádicos de estudiantes heridos de bala como resultado, y a finales de los noventa, hemos sido testigos de frecuentes masacres (algo así como ocho en un periodo de dos años). En tal contexto, ¿quién podría preocuparse por estudiar la Constitución (o cualquier otra cosa), lo que de todos modos ya parece una especie de broma? De hecho, los profesores se han convertido en niñeras y a menudo sienten alivio si logran pasar el día sin un incidente violento.1

Profesores frustrados, vencidos, luchadores, geniales, inteligentes, indiferentes, de vidas vacías, dolorosas o dramáticas, son mostrados de manera descarnada en esta cinta, así como el aspecto mercantil disfrazado de ciertos servicios pedagógicos o académicos, que se preocupan por cifras y aprovechamiento, pero en realidad les tiene sin cuidado la vida de los estudiantes. ¿Dónde hemos visto eso? 

1Berman, Morris, El crepúsculo de la cultura americana, Sexto Piso, México, 2011, página 69.

Monday, June 25, 2012

Prometeo


Cerca de los dioses

De regreso al futuro

Ricardo Martínez García

A más de tres décadas Ridley Scott se autorrevisa y se supera gracias a la tecnología digital. En 1979 este talentoso director dirigió una de las más celebradas e influyentes cintas de ciencia ficción, Alien, El octavo pasajero, inaugurando una serie de sagas con más o menos éxito.

En Prometeo, el director retoma la historia de los viajes interestelares abordada en Alien, pero la enriquece no solo con imágenes nuevas sino con elementos dramáticos que ni siquiera se sugieren en la cinta del 79. El hilo conductor ahora es la búsqueda de los supuestos creadores de los humanos, los ingenieros genéticos que dieron con nuestra configuración.

La arqueóloga Elizabeth Shaw (Noomi Rapace, la protagonista de la trilogía de Millenium), realiza un descubrimiento con su colega Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), a partir de pistas dejadas por varias de las culturas milenarias acerca del origen del ser humano. Con la tecnología suficiente para viajar en el espacio a enormes distancias, la empresa Weyland Corporation los pone en una nave para buscar a esos ingenieros creadores del humano, sin dejar en claro para qué, tal vez por el mero gusto de saber.

Visualmente la cinta resulta impresionante: parte de la historia se describe meramente con imágenes. Existen elementos dramáticos que recuerdan a aquella primigenia cinta del 79. El misterio es manejado eficazmente, mostrando poco a poco los descubrimientos que realizan tanto el equipo de arqueólogos espaciales como el resto de la tripulación. Las conclusiones a las que llegan no son las que esperaban, ni la manera en que termina la aventura.

Puede que los humanos hayan sido diseñados por estos ingenieros estelares, pero como señala la doctora Shaw, la pregunta lógica naturalmente persiste: ¿quién creó a los diseñadores? Gran actuación de Charlize Theron y de Michael Fassbender, en papeles que recuerdan a los que desempeñaron Sigourney Weaver e Ian Holm en Alien. Lo mejor de la cinta es la sensación de descubrimiento que se va construyendo poco a poco la primera mitad de la cinta. La segunda parte pierde un poco de fuerza y credibilidad, pero es una cinta que hará las delicias de los que gustan de la ciencia ficción.

Thursday, June 21, 2012

La increíble historia de Albert Nobbs


Todo un caso

El arte de ser lo que se es.

Ricardo Martínez García.

Ambientada en la Inglaterra del siglo XIX, el cineasta Rodrigo García (hijo de Gabriel García Márquez) presenta una adaptación para la pantalla grande de la novela de George Moore titulada La singular vida de Albert Nobbs.

La cinta trata de la historia de una mujer que por necesidades de la vida se hace pasar largo tiempo por hombre, viviendo una vida que le permite ahorrar algo de dinero, pero a costa de abandonar su ser biológico, en aras de conseguir una estabilidad social y laboral –precaria también-, hasta que todo cambia cuando decide casarse.

Glenn Close ofrece uno de sus trabajos más memorables, pues su interpretación de este personaje es tan agudo que nos permite sentir empatía natural por esta mujer jugando el rol de ser hombre (un hombre muy rígido y dedicado exclusivamente al trabajo), dentro de un mundo marcadamente diferenciado en lo social. Su máxima aspiración es tener una vida común y corriente, tener un negocio, casarse. Pero en esta determinación será donde encuentre sus más grandes retos.

Es posible reconocer algo de nuestros propios espíritus calculadores cuando vemos a Albert Nobbs cortejando a la bella Helen (Mia Wasikowska), y al final de sus citas hacer las cuentas de lo gastado, de cuánto gastará en un año, y de qué tiempo planea cortejarla hasta pedirle matrimonio. Tampoco pasa desapercibido para el espectador atento el hecho de que el pintor de brocha gorda, el señor Hubert (Janet McTeer) representa una historia paralela a la suya.

La vocación de servicio, tan propio de los mayordomos o de los ayuda de Cámara en la sociedad inglesa, no reconoce diferencia entre un hombre o una mujer, lo que le importa es el propio servicio, que es casi servilismo a los clientes.

En el fondo, Albert Nobbs es un ser humano cuyo objetivo en la vida es mantenerse, sobrevivir, mezclarse, pretendiendo en ciertos aspectos ser algo que no es, pero que en el fondo no importa, o no le importa a nadie más que a ella misma, que está dispuesta a hacer de ese falso ser su ser visible, exterior, salvo en momentos únicos y preciosos de liberación. Albert Nobbs representa un caso en el que alguien fue libre de escoger ese ser que se vuelve su prisión, aunque ciertamente bajo las opresivas circunstancias sociales de su mundo.

Las actuaciones, la adaptación y ambientación realizada en esta cinta, más las inclusiones de Mia Wasikowska (a quien vimos en la serie “En Terapia”, producida por el propio García) por parte del director son más que acertadas, logrando una buena cinta de época. Seguramente Glenn Close estará compitiendo en la próxima entrega de los Óscares con Michelle Williams por su trabajo en “Mi semana con Marylin”.

Monday, June 04, 2012

De Debates y otros Cuentos 2


Entretenimiento puro y aburrido

La utilidad de los debates

Ricardo Martínez García

Durante los tiempos electorales que corren (y en algunos periodos pasados) se producen, como se sabe, los llamados debates entre candidatos, con el fin de que los aspirantes den a conocer las líneas generales de acción que habrán de tomar en su gobierno o administración, de alcanzar el poder.

La experiencia de sexenios anteriores, en los cuales hubo promesas de campaña y también debates de candidatos, nos dice que estos aspirantes son capaces de prometer las perlas de la virgen con tal de ganar el favor del electorado (que es lo único que buscan de ellos), y lo hacen con la mano en la cintura, como si no se supiera de las acciones realizadas en el pasado inmediato por cada uno de ellos.

La pregunta que se puede plantear en esta coyuntura es ¿de qué sirven los debates? Porque sin duda tienen su utilidad, entre otras cosas para mostrarnos las capacidades retóricas de cada candidato, de su estilo, de su coherencia y articulación. Verlos intentar exponer intenciones políticas pero sin explicar la manera de operarlas o implementarlas (que es lo que verdaderamente podría convencer o no a los electores a darles su apoyo) es lo común, además de señalar las fallas más obvias en los adversarios.

Sin duda todos los candidatos basan su discurso en la idea de la consecución del bien común. Las ideas van desde cambiar la percepción del gobierno de modo radical, es decir pasar de un gobierno más o menos corrupto a un gobierno honesto, o mantener la asistencia social vía programas ya implementados y sin propuestas novedosas: nada de lo que tengan que preocuparse los grandes empresarios, ni los banqueros o los inversionistas, o los líderes sindicales. Nada que realmente sugiera siquiera un cambio de rumbo hacia una sociedad en la que la colectividad presuponga un nivel superior al de la mera individualidad. Es decir, nada que de verdad proponga realizar un cambio significativo en las nociones de justicia social o solidaridad colectiva o de distribución más equitativa en los ingresos.

Visto del modo anterior, parece más un contrasentido hacia las campañas proselitistas la realización de los debates. Más que mostrar proyectos políticos atractivos, lo que muestran son las carencias y limitaciones que padecen estos políticos.

El verdadero sentido de los debates es proponer las mejores ideas, exponer las razones por las cuales se deben tomar o no determinadas decisiones importantes para la vida pública. Pero estas decisiones a tomar solo son importantes para tal vida pública si se hacen dentro del seno de la esfera en la que tales decisiones toman carácter de políticas públicas legislativas, gubernamentales o judiciales. Es decir de decisiones que se traducirán realmente en acciones públicas.

En los debates realizados por los candidatos, éstos pueden decir cualquier cantidad de cosas que realizarán, pero en la medida en que se proponen en ese momento del debate tales acciones en la tribuna equivocada (el foro televisivo de alguna empresa de medios de comunicación), esas acciones no tienen aún el carácter de políticas públicas operables. Es como cuando un grupo de intelectuales analilzan las mejores opciones para generar empleo, o combatir al crimen organizado, pero todo lo que propongan no trasciende hacia las políticas públicas porque ellos no tienen manera de hacer que los resultados de sus análisis se conviertan realmente en políticas públicas aplicables.

En este sentido hay que hacer la diferencia de las esferas privadas y públicas. Permítaseme citar un texto de Cornelius Castoriadis:

Hagamos la distinción entre oîkos, los asuntos estrictamente privados; el agorá, la esfera privada/pública, el lugar donde los ciudadanos se encuentran fuera del dominio político; y la ekklesía, la esfera pública/pública, es decir, en un régimen democrático, el lugar donde se delibera y se deciden los asuntos comunes. En el agorá, discuto con otros, compro libros u otra cosa, estoy en un espacio público pero que es, al mismo tiempo, privado, ya que ninguna decisión política (legislativa, gubernamental o judicial) puede tomarse allí; la colectividad, a través de su legislación, nos asegura solamente la libertad de este espacio. En la ekklesía en el sentido amplio, que comprende tanto la asamblea del pueblo como así también el gobierno y los tribunales, estoy en un espacio público/público: delibero con los otros para decidir, y estas decisiones son sancionadas por el poder público de la colectividad. La democracia también puede definirse como el devenir verdaderamente público de la esfera pública/pública -lo que en otros regímenes es un hecho más o menos privado-.1

Entonces de acuerdo con lo que señala Castoriadis, un programa de análisis en la televisión, las discusiones de los grupos académicos especializados en la política, las opiniones de las diferentes voces críticas que se expresan por escrito en los periódicos, o alguien que opina en un blog (como yo aquí) y que eventualmente puede ser leído por cualquier persona que acceda a él, constituyen de este modo el agorá, la plaza pública/privada, donde se examina y se discute, pero donde no se toman decisiones políticas en el sentido en el que se toman en la ekklesía.

El debate presidencial se inserta en esta esfera de esta agorá, puesto que no se realizó en una asamblea del pueblo; en esta agorá sí se discutió pero no se deliberó ni se decidió nada ahí, no es como cuando se delibera y se decide en la Cámara de diputados o de senadores (pues lo que está en juego ahí es solo un aspecto de la llamada “democracia representativa”). 

El voto del elector, esa es la decisión a tomar en esta agorá, pero no es una decisión sobre algo que pueda sancionarse desde el poder público sino solo es una decisión sobre las diferentes opciones de candidatos, con el fin de justificar y legalizar el proceso electoral.

Ahora, para ser radicalmente honestos, eso que llamamos democracia es en realidad un parapeto de legalidad que oculta un sistema oligárquico que es el que tiene plena posesión e influencia sobre la esfera pública/pública, que al hacerla parte de su propiedad la convierte en una esfera privada. Y no lo digo yo en un momento de influencia andrésmanuelista.

Dice Castoriadis: “una de las múltiples razones por las cuales parece una burla hablar de democracia en las sociedades occidentales actuales es que la esfera pública constituye de hecho una esfera privada -y esto es válido en Francia como en Estados Unidos o Inglaterra (y México, añadiría yo)-. En primer lugar, es privada en el sentido de que las decisiones verdaderas se toman en un espacio aislado, en los pasillos o lugares de encuentro de los gobernantes. Sabemos, de hecho, que no se toman en los lugares oficiales donde se supone que deberían tomarse; cuando llegan frente al Consejo de ministros o la Cámara de diputados, ya están echadas las cartas”.

Aunque Castoriadis se refiere al contexto francés y afirma que lo que dice es válido en los Estados Unidos o Inlgaterra, es claro ver hasta qué punto lo que dice se aplica al contexto mexicano. La conclusión de esta situación la señala muy bien, cuando sostiene que:

Previo a toda discusión sobre la cuestión democracia directa o “democraciarepresentativa, constatamos que la democracia actual es cualquier cosa salvo una democracia, ya que la esfera pública/pública es, de hecho, una esfera privada, y constituye la propiedad de la oligarquía política y no del cuerpo político.2

1Castoriadis, Cornelius, Figuras de lo pensable, Fondo de Cultura Económica, México, 2002, página 152.
2Op cit, página 153.

El Cuervo


El poder lógico de la imaginación

Poe, el detective

Ricardo Martínez García

Los últimos y desconocidos días de la vida del famoso escritor norteamericano Edgar Allan Poe sirven para ubicar esta ficción policiaca, titulada El Cuervo, Guía para un asesino (The Raven, 2012), en la que un asesino serial se inspira en algunos de los relatos del gran escritor norteamericano para realizar sus atrocidades.

La cinta, dirigida por James Mc Teigue, alterna la investigación policiaca con el desarrollo del drama amoroso personal entre Poe (John Cusack, en una actuación estupenda) y su novia Emily Hamilton (Alice Eve), que se ve involucrada en los sucesos policiacos sin poder evitarlo. Con un correcto manejo de los tiempos y la edición, mantiene un ritmo que acelera o se detiene en los momentos correctos.

El misterio sobre la identidad del asesino, el seguimiento de las pistas, los aciertos y desaciertos de la policía, todo ambientado en escenarios oscuros, casi lúgubres, con atmósferas borrosas, dan la impresión correcta de una cinta de época bien planteada.

Algunos detalles en la cinta recuerdan la forma en que se solucionan los aspectos detectivescos en otras cintas, como en Los Angeles al desnudo, o Los infiltrados, pero el espectador será consciente luego de verla tal vez, de otras referencias.

El resultado es una interesante y entretenida película en la que el romanticismo, la poesía, la inteligente ironía de una historia que envuelve al propio creador de historias, la inexorabilidad de la muerte, se conjugan de modo agradable e incluso a ratos divertida. La relación entre la literatura y el cine es aquí más que tangible.