¿Se puede enseñar algo que no se quiere aprender? |
La desintegración del sistema
Ricardo Martínez García.
Adrien Brodey protagoniza esta ácida
cinta, Indiferencia (Detachment) sobre un profesor sustituto,
atormentado por su situación familiar y por su naturaleza benigna,
enfrentándose a la situación que guardan algunas escuelas de
bachillerato en las que tiene que trabajar.
James Caan, Lucy Liu, Marcia Gay
Harden son algunos actores que forman el equipo académico de esta
escuela donde la atención del estudiante tiene que ganarse de los
modos más subrepticios, y en las que el arte de sonsacar lo mejor de
los estudiantes es la única alternativa a su constante desinterés e
indiferencia.
La cinta, dirigida por Tony Kaye,
muestra el estado en el que se encuentra el sistema educativo público
del bachillerato en los Estados Unidos. De modo dramático vemos al
personaje de Brodey, Henry Barthes, luchar con sus estudiantes,
esforzarse por ganarse su confianza, que a veces es malinterpretada y
con resultados funestos.
La situación planteada, de aspecto
desastroso tanto para el profesor que desea enseñar algo de modo
real, como para los estudiantes y sus limitaciones, se parece tanto a
la de las escuelas públicas equivalentes en nuestro país.
Morris Berman, crítico y académico
dedicado al análisis de la cultura en los Estados Unidos, ser
refiere a esta situación, en su libro El Crepúsculo de la
Cultura Americana:
(...) la
desigualdad de la riqueza y los rendimientos marginales decrecientes
a la inversión crean en complejidad una situación en la que el
sistema educativo y la producción intelectual se ven afectadas
negativamente en varios niveles.
En el nivel más
inmediato, por supuesto, está la desintegración del sistema de
escuelas públicas y la pérdida de su base económica. Cuando me
gradué de preparatoria en 1962, ensuciar los pasillos era
considerado una falta seria. Antes de que pasaran diez años, en la
misma escuela preparatoria una joven fue violada a plena luz del día,
y la situación solo ha escalado con el paso de los años. A finales
de los ochenta, el que los estudiantes llevaran pistolas a la escuela
era algo frecuente, con incidentes esporádicos de estudiantes
heridos de bala como resultado, y a finales de los noventa, hemos
sido testigos de frecuentes masacres (algo así como ocho en un
periodo de dos años). En tal contexto, ¿quién podría preocuparse
por estudiar la Constitución (o cualquier otra cosa), lo que
de todos modos ya parece una especie de broma? De hecho, los
profesores se han convertido en niñeras y a menudo sienten alivio si
logran pasar el día sin un incidente violento.1
Profesores frustrados, vencidos,
luchadores, geniales, inteligentes, indiferentes, de vidas vacías,
dolorosas o dramáticas, son mostrados de manera descarnada en esta
cinta, así como el aspecto mercantil disfrazado de ciertos servicios
pedagógicos o académicos, que se preocupan por cifras y
aprovechamiento, pero en realidad les tiene sin cuidado la vida de
los estudiantes. ¿Dónde hemos visto eso?
1Berman,
Morris, El crepúsculo de la cultura americana, Sexto Piso,
México, 2011, página 69.
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