¿Hasta pronto? |
Historia agotada
Ricardo Martínez Garcìa
Alguna vez todos los hombres quisimos ser como Bond. Conquistadores,
audaces, intrépidos, fuertes, inteligentes e inquebrantables, tal
como el espía británico. Pero en esta última entrega vemos a un
Bond inmerso en una gris historia cíclica , predecible y
anticlimática.
La cinta, dirigida por Sam Mendes, comienza con un día de muertos en
México, en una celebración festivalesca que sobrepasa la realidad.
Sin duda es muy vistosa y fantástica la versión fílmica, que
recuerda a los festivales en Río con mucho baile y música, pero con
la muerte como tema central, y que al final resulta exagerada, como
es exagerado el papel que supuestamente tenía la mexicana Stephanie
Sigman de chica Bond, pues en realidad aparece solo unos cuantos
segundos en pantalla.
Tal vez esa secuencia inicial sea la más
atractiva de la cinta, no solo para el espectador mexicano sino para
todo tipo de espectador.
La historia -que tiene algunos pocos momentos divertidos e incluso
espectaculares- ya es conocida: Bond se enfrenta a un villano, jefe
de los anteriores adversarios que enfrentó y venció el 007, como Le
Chiffre, Dominic Green, Silva, todos ellos miembros de una
organización criminal llamada Spectre. Esta mente maestra criminal
declara haber estado detrás de cada muerte de alguien querido o
apreciado para Bond, entre ellos la anterior M (Judi Dench) y Vesper
(Eva Green).
Antes de morir, el señor White, uno de sus antiguos enemigos, le da
la clave al espía británico para enfrentar a Blofeld (Christoph
Waltz) el enigmático líder de Spectre. Con la ayuda de Madeleine
Swann (Léa Seydoux), hija del señor White, Bond se traslada a un
inhóspito lugar, donde están las instalaciones de Spectre, para
enfrentar a ese poderoso personaje, cuyas siniestras intenciones son
convertirse en una especie de big brother global y ofrecer mediante
la extorsión servicios de seguridad.
Se trata de una cinta irregular, tal vez la de menor fuerza expresiva
en esta serie interpretada por Daniel Craig. Ni la inclusión de
Christoph Waltz o de Léa Seydoux (ella sí la nueva chica Bond) son
suficientes para darle un toque de frescura a la cinta, que adolece
de una estructura narrativa y de una historia que ya dio lo mejor de
sí y muestra ya signos de agotamiento, convirtiendo a los nuevos
personajes rápidamente en los viejos estereotipos ya muy usados. La
cinta tiene un efecto de nostalgia, como cuando una serie llega a su
fin.
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