Con esto no se juega |
Fe
y escepticismo
Ricardo
Martínez García
¿Cuántos
casos interesantes guardarán los archivos del matrimonio Warren? En
El Conjuro 2
(2016) el director James Wan recrea el caso de Enfield, un barrio de
clase trabajadora en Londres, en la década de los 70 del siglo
pasado.
La
familia Hodgson, que atraviesa por grandes penurias económicas,
comienza a sufrir una serie de situaciones sobrenaturales en su casa,
la cual es vieja, oscura y siniestra. El espíritu de un anciano
pareciera atormentar particularmente a la hija menor de la familia, a
la hora de dormir y con lo que parecen pesadillas horribles.
En
su afán por ayudar, los Warren, laicos devotos muy cercanos a la
Iglesia católica, deciden ir a Londres a recabar pruebas de que hay
en verdad una entidad demoníaca en la casa de la familia Hodgson,
que amerite un exorcismo autorizado. Pero los eventos se desencadenan
demasiado rápido y de modo inesperado, que hacen innecesaria esa
autorización. Tales eventos se valoran o se desechan según el
enfoque y las pruebas materiales, que es algo con lo que al parecer
cuenta el ente demoníaco, que engaña y miente para alcanzar sus
metas. Los Warren se retiran ante el aparente fraude, pero luego se
dan cuenta de que cometen un error.
La
cinta está excelentemente ambientada en la década de los 70, con
actuaciones sólidas tanto de Vera Farmiga como de Patrick Wilson y
de Madison Wolfe, quien ofrece una electrizante actuación que la
coloca al lado de Linda Blair, además de una excelente banda sonora
que incluye el clásico de The Clash “London Calling”.
Desde
el formato del título de la película es claro el deseo de Wan de
celebrar al género clásico de terror, pues tal formato es muy
parecido al usado en El Exorcista. Aunque la película está muy bien
hecha, desde la edición, la fotografía, la música, las
actuaciones, la ambientación y los efectos especiales, su principal
virtud es lograr mantener al espectador al filo de su asiento,
generar el tipo de tensión tan peculiar de las mejores cintas de
este género, como ya lo mostró el propio Wan en El Conjuro y La
Noche del Demonio 1 y 2.
El
lado débil de esta nueva entrega tal vez tenga que ver, primero, con
la lógica misma de la historia, aunque claro, al ser una historia
demoníaca, es probable que eso la ubique más allá de cualquier
lógica. No se puede uno dejar de preguntar ¿por qué esta familia,
por qué el ente demoníaco posee particularmente a Janet Hodgson?,
¿cuál fue el verdadero papel de los Warren en el caso de
Amityville? Es posible que estas preguntas solo sean indicativo de
que se debe ver al menos un par de veces esta cinta. Pero también es
claro que si hay entes que pueden hacer lo que se ve en la cinta, no
queda más que encomendarnos a Dios y pedir su protección.
Por
otra parte, no deja de llamar también la atención que hay en esta
cinta una estructura fílmica, un esquema previamente diseñado, que
no es novedoso, pero que igual sigue atrayendo al espectador. Es
claro que el esquema usado en El
Conjuro (2013) es la guía
para su secuela, y cuyo éxito garantiza el interés por esta
segunda parte.
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