Friday, September 28, 2007

El Buen Nombre

De la tradición sólo lo mejor
Ricardo Martínez García

Una pareja recién casada de hindúes bengalíes emigran a los Estados Unidos y viven un choque cultural en el que sus hijos se adaptan mejor, aunque su identidad cultural surge en los momentos más duros de su vida.

La cineasta y socióloga Mira Nair (57), originaria de Nueva Delhi, conocida por sus cortometrajes, documentales, por su primera cinta Salaam Bombay y además por La Familia Perez y Missisipi Masala (con Denzel Washington), presenta en The Namesake (El Buen Nombre, 06) una cinta costumbrista y atractiva por varias razones: es la narración del inmigrante hindú recién casado Ashoke y su esposa Ashima, que se trasladan de Calcuta a Nueva York y que se tienen que adaptar forzosamente a la nueva cultura pero sin perder su identidad.

Su primer hijo nace en Nueva York, por lo que se les pide den un nombre para el acta de nacimiento; la costumbre de esta familia bengalí es darle al niño un nombre o apodo provisional, mientras se decide su “buen nombre” lo cual puede tardar años. Ante la premura del momento, su padre decide ponerle Gogol, en honor a Nikolai Gogol, autor del libro que leía cuando, siendo joven, viajaba en un tren que se accidentó. Los rescatistas lograron ver el libro manchado de sangre que agitaba trémulamente su mano, y por eso para él ese nombre significaba algo más que un literato ruso esquizofrénico.


Al ir creciendo, Gogol reniega, ante las burlas que causa entre sus compañeros de escuela, de su nombre oficial y adopta el de Nikihil, su “buen nombre”. Su padre le explica por qué le puso Gogol, pero es hasta que éste muere que se da cuenta del significado completo que su padre puso en él.

La universalidad del fenómeno migratorio que vive esta familia (que se enfrenta raramente a muestras de xenofobia o discriminación racial) recuerda fuertemente al caso de los millones de familias mexicanas que viven en los Estados Unidos. Con tintes más humorísticos y de denuncia ante la corrupción de algunas autoridades migratorias y policiacas mexicanas, la película Bienvenido Paisano (06), dirigida por Rafael Villaseñor Kuri y protagonizada por Rafael Inclán y María Sorté, presenta a unos inmigrantes mexicanos que logran con grandes esfuerzos establecerse y criar a sus hijos en algún lugar de los Estados Unidos que regresan de vacaciones a México. Como en The Namesake, los hijos son los primeros en renegar de sus raíces, pero terminan aceptándola al final, siendo su hija mayor la que se rinde ante un guapo primo mexicano.

La película de Nair profundiza mucho más en los sentimientos, las pasiones y los deseos de sus personajes. Su narración va de una generación a otra, primero se centra en la vida del nuevo matrimonio, luego en la evolución de Gogol, aunque extrañamente omite la de su hermana menor, de la que no se sabe si tuvo un “buen nombre” o si sólo aplica a los hijos varones.

La tristeza y soledad de Ashima, luego de la muerte de su esposo, encuentra una conclusión feliz al regresar a Calcuta y proseguir con sus estudios de canto, a sus cuarenta y cinco años. Su hija menor también encuentra el amor en un hombre no bengalí. Gogol, por su parte, antes de la muerte de su padre, tiene una novia rubia, anglosajona y de mente abierta llamada Maxine, pero rompe con ella cuando la excluye de los ritos y ceremonias fúnebres de su padre.


Ante la depresión que lo anterior le genera, su madre le aconseja seguir su vida, reconciliarse con Max, o llamarle a una chica bengalí soltera, quien había estado a punto de casarse pero su boda se frustró. Nadie pregunta la razón de esto, y menos él, quien al comenzar a salir con ella se topa con una exuberante y sexy mujer; naturalmente se enamora rápidamente de ella y se casa según su tradición, pero su pasado le pasa factura (en forma de recuerdos de un ex amante francés) y el matrimonio se va a pique.

Una de las constantes de Mira Nair es mostrar en sus películas el drama humano como una odisea por la vida. Lo hizo así en su primera película Salaam Bombay (88) que significa “Saludos, Bombay”, en la que narra la odisea de un niño que es arrojado de su hogar, se une a un circo que lo abandona en un lugar lejano, luego forma parte de un grupo de niños de la calle, se vuelve vendedor de té, y otras peripecias más. Todo lo que desea este niño es regresar a casa con su madre. La obra, me parece, tiene ciertas referencias al estilo literario de Rudyard Kipling en su libro Kim.

Otra odisea familiar es la que vemos en La Familia Perez (95), una familia cubana cuyo padre, Juan Raúl Pérez, luego de salir de prisión intenta reunirse con su esposa e hija que ya han huido hacia Florida, pero en una confusión al llegar a la costa, los oficiales de inmigración creen que la mujer con la que viene Juan es su esposa, pero en realidad es una prostituta que intenta rehacer su vida. Juntos, intentarán establecerse, uniéndose a otros inmigrantes con los que fingen ser familia. La cinta cuenta con las actuaciones de Alfred Molina, Anjelica Huston, Marisa Tomei y Chazz Palminteri, entre otros.

El Buen Nombre es un filme interesante, con ritmo, centrado en los pequeños pero importantes y cotidianos dramas humanos, pero sin caer en excesos, que conducen a revalorar las manifestaciones culturales propias y las adquiridas. Como la gran mayoría de las películas de su directora (egresada de Harvard como socióloga), representa una excelente opción ante las comedias de corte Hollywoodense.

Saturday, September 22, 2007

eXXXorcismos

Metafísica del amor traicionado
Ricardo Martínez García


¿Hasta qué punto los elementos sociales –la familia, las instituciones, las creencias, los prejuicios- condicionan nuestros comportamientos sexuales, nuestra conciencia y nuestra culpa? Estas son las principales premisas de la trama de eXXXorcismos (02-05), filme digital de Jaime Humberto Hermosillo, que se dio cita en la Cineteca Nacional el jueves 20 para presentarla. La película se exhibirá hasta el día 26 de septiembre.

Un tema recurrente en el trabajo de Hermosillo es la sexualidad y sus problemas, sus placeres y sus sufrimientos. Este filme trata sobre la culpa que siente Marco Antonio (Alberto Estrella) luego de haber vivido un amor adolescente y homosexual con Pedro (Juan José Meraz) veinte años atrás, carga con una culpa que no lo deja vivir.

Más que un exorcismo al fantasma de Pedro, que se suicidó después de enfrentar a sus padres, según se va descubriendo a partir del soliloquio de Marco Antonio, lo que éste necesita es explicar, confesar o justificarse ante el espíritu de Pedro –en un tinte muy metafísico-erótico de la película- acerca de su propia cobardía, que fue no haber aceptado y asumido su naturaleza homosexual, además de reconocer hasta dónde llegó su participación activa en el suicidio de Pedro.

Marco Antonio le platica a Pedro, o al fantasma que se aparece de él en el famoso Pasaje Iturbide del Centro Histórico de la Ciudad, que, luego de sus experiencias de adolescente, conoció a una mujer, se casó, tuvo dos hijas y que es feliz con el “sexo tranquilo” que tiene con su esposa. Pero la presencia vívida y amorosa de Pedro en su memoria (“¿De dónde tanta creatividad erótica, dónde aprendiste tanto?”) y a quien ve reflejado en los aparadores, le recuerda cómo fueron en realidad las cosas: fue Marco Antonio quien propuso el pacto suicida, sin tener verdaderamente la intención de cumplirlo, aquejado por sus conflictos con los padres de Pedro, que querían meterlo a la cárcel por “pervertidor de menores”; también queda claro que fue Pedro el único que sí había enfrentado tales conflictos, y que decidió cumplir el pacto al tener la convicción de que Marco Antonio tarde o temprano lo dejaría solo.

Marco Antonio, confrontado así por su conciencia encarnada en la figura de Pedro, no puede más y se confiesa sus propias mentiras: no es casado ni tiene hijas ni mucho menos es feliz, y llega a la conclusión de que tiene que elegir entre seguir una vida llena de mentiras y seguir viviendo sin gozar de la presencia de Pedro. “De seguir mintiendo y no tenerte prefiero la nada” exclama, dirigiéndose a un inaprensible Pedro, y profiere una letanía de expiación: “canto trágico, consúmeme; canto triste, auxíliame”, o algo parecido. Luego, procede a cumplir el pacto, tardía pero conscientemente, y entonces se muestra la sangre derramada, la sangre sexual, desnuda, carnal.

La película es sugerente o directa según se necesita: la confesión de Marco Antonio nos conduce a través de un hilo narrativo que apela a nuestra imaginación; por otro lado, muestra escenas sexuales explícitas y a veces disimuladas con el recurso de tomarlas fuera de foco, como las que muestran a Marco Antonio y Pedro enzarzados en frenética actividad sexual. La música crea un adecuado ambiente de misterio y revelación, de intimidad.

Con el director
Jaime Humberto Hermosillo dijo, luego de la función de su película, que ésta había sido concebida “como un impulso creativo y ganas de trabajar con pocos recursos, cuya semilla estuvo latente por más de cinco años”, y señaló que la película plantea que “incluso las personas que ejercen una sexualidad distinta, no tradicional, también pueden tener conflictos entre ellos”.

Para el director de películas como La pasión según Berenice, La Tarea, Doña Herlinda y su hijo y María de mi corazón, una de las ventajas del formato digital es que permite mayor inmediatez en la grabación. “Estoy trabajando en guiones, siempre estoy interesado en eso, pero hay ciertos asuntos que puedo escribir con las cámaras. Por otra parte, en esta película nada fue improvisado aunque no hubiera un guión escrito, lo que sí había era grabaciones de los ensayos de los actores, que les permitieron ver y corregir sus escenas”.

Respecto al formato digital con el que se grabó la película, el realizador señaló que actualmente se cuenta con proyectores cuya luminosidad y resolución ha mejorado muchísimo. Del mismo modo, sugirió a los estudiantes de cine que experimenten con los medios a su alcance pero que no se olviden de que lo que hay que ejercer es la creatividad.

“Nunca ha sido fácil, pero en México se siguen haciendo buenas películas, talento hay mucho, afortunadamente” respondió, a pregunta expresa, el cineasta cuyo trabajo ha sido comparado con el de Pedro Almodóvar. “Creo que hay similitudes con Almodóvar, pero en todo caso hay más similitud temática con Rainer Werner Fassbinder; las coincidencias que se dan con otros cineastas a mí me dan gusto, pues los temas (que abordamos) son universales”.

Siempre amable y sonriente, el director y guionista de 65 años nacido en la conservadora ciudad de Guadalajara, comentó acerca de la aprobación, hace ya casi un año, de la Ley de Sociedad de Convivencia para el Distrito Federal y expresó que “Es un avance muy importante para nuestra sociedad; esta película plantea precisamente que la oposición de la sociedad a una sexualidad distinta trae consecuencias lamentables”.

Saturday, September 15, 2007

Sak Tzevul


Un grupo más de chavos
Ricardo Martínez García
El grupo de rock tzotzil Sak Tzevul se presentó el jueves 13 en el Museo Nacional de Antropología, en el marco del Tercer Foro de Música Tradicional y Procesos de Globalización, evento organizado como parte de la XIX Feria del Libro de Antropología e Historia.


Para esta banda, compuesta por los hermanos Damián (guitarra líder, voz y flautas) y Francisco Martínez (batería), Pedro Pérez (bajo eléctrico) y Julián Hernández (guitarra), tocar rock con letras en tzotzil y otras lenguas indígenas chiapanecas representa una muestra de identidad con su gente, con su pueblo.


“Tocamos rock como una necesidad de expresarnos; el rock es un medio que se puede digerir rápido”, dijo Julián Hernández al presentar un video con material de su primera grabación, Muk Ta Sotz (Gran Murciélago).


Si lo que desea el grupo es expresarse, no lo está haciendo por los conductos necesarios: cantar rock en tzotzil es como cantarlo en ruso, al menos para fines de comunicación; es más fácil entender algo si cantan en español o inglés. El deseo de preservar su lengua es loable, pero de esa manera no logran el objetivo de expresarse de manera comprensible, al menos para la gran mayoría de mexicanos que no hablan su lengua.


El grupo tiene como característica presentarse ataviados con las ropas típicas del pueblo tzotzil: sombrero de paja con cintas multicolores, camisa y calzón de manta, una especie de capa multicolor y huaraches al estilo azteca.


“Nos vestimos así porque es nuestra ropa; allá en el pueblo algunos chavos ya no quieren vestir así ni hablar nuestra lengua, pero nosotros creemos que ser indígena no se quita con cambiar de ropa”, expresó Damián, quien señala que no mezclan su música con la política pues su quehacer es “activismo cultural”.


A lo largo de sus diez años de existencia, el grupo ha cambiado de miembros, siendo Damián el único original, quien cuenta con estudios de guitarra clásica; además es el principal compositor de las letras del grupo. En entrevista para Milenio-El Ángel Exterminador explica que las temáticas que aborda son la migración, la discriminación, los mitos propios de los tzotziles, “como el del jaguar que avanza por la selva, lento, suave, cadencioso y peligroso”.


El representante del grupo, Ulises Fierro, comenta que cada uno de estos jóvenes (cuya edad oscila entre los 19 y los 27) ha debido enfrentar, para poder andar de gira, desde amenazas de suspensión escolar hasta rechazo en sus familias, a quienes no les gusta la idea de que sus hijos sean roqueros. La razón es que sus padres y abuelos eran músicos populares, que con sus guitarras, violines y tambores hacían música tradicional, por lo que ven mal que estos jóvenes toquen con guitarras eléctricas y batería.


Pedro, bajista de 20 años, señala que lo que le llama de estar en la banda es que “No busco ganar fama sino abrir nuevos caminos a nuestros hermanos indígenas”.


¿Rock indígena?


El video que presentaron durante la inauguración del Foro muestra un collage de imágenes de la montaña, de niños indígenas jugando, de una presentación del grupo en un escenario bien iluminado y de momentos ceremoniales indígenas.

En el escenario, durante su participación en el Museo de Antropología, el grupo se muestra tímido, casi inmóviles ante unas cien personas, y despliega un rock de sonido limpio, que denota sus horas de ensayo. Pero también es un rock plano, sin matices, que por momentos sugiere la idea de que interpretan música como de fondo para documental antropológico, pero no para prender a la concurrencia.


A pesar de lo que sostienen sus integrantes, no hay nada, o muy poco, que haga pensar que es rock indígena, salvo el hecho de que cantan en una lengua desconocida para la gran mayoría. Aunque usan eventualmente algunos instrumentos como pitos y sonajas, no hay una clara fusión de instrumentos eléctricos con los típicos usados por los indígenas, sean precolombinos o no.
Las influencias musicales que reconocen van de Pink Floyd a Lacrimosa, pasando por el Tri.


Pero inexplicablemente parecen no conocer a Jorge Reyes, músico sobresaliente que, con álbumes como El Costumbre o Bajo El Sol Jaguar ha sabido navegar a través de la fusión étnica y el tecno-tribal.
La intención de mantener viva la cultura indígena, en este caso de Zak Tzevul, debe utilizar al rock de tal modo que el mensaje sea inmediato, ya sea por la música, por las letras o por ambas, inmediatez que no alcanzan debido precisamente a que el escucha necesita saber de qué hablan o qué es lo que están cantando, que sin duda contiene gran riqueza de evocación de metáforas que hablan del espíritu de la tierra, o del canto al sol, pero que al ser interpretadas en lengua tzotzil, la inmediatez pasa a ser mediada por la lectura de algún texto que explique lo que cantan.


La singularidad de Sak Tzevul es que tocan rock y cantan y visten de tzotziles, que desean expresarse y reafirmar su identidad indígena, pero en este mundo con procesos de globalización profundos –tal como se ha visto precisamente en el Tercer Foro de Música Tradicional y Procesos de Globalización-, se tienen que utilizar los instrumentos o las reglas del juego que permitan la interacción y la comunicación global de manera eficaz. La comunicación tiene que ser inmediata y, si se puede, agradable, algo que el escucha comprenda de inmediato.


Con apenas dos años con la formación actual, Zak Tzevul realmente está en sus inicios. El vocalista Damián señala que son “un grupo más de chavos”, pero no se han dado cuenta de su verdadero potencial, sólo hace falta ampliar su visión musical, un poco de creatividad y colaboración, y mucho, mucho trabajo. De esa manera dejarán de ser una banda de chavos más.

Saturday, September 08, 2007

Nada es lo que parece

El gran engaño
Ricardo Martínez García


En la guerra y en el amor todo se vale; por otra parte, todos somos animales de hábitos, de costumbres y de instintos, la cultura y la civilización son meras apariencias, pues en el fondo en las sociedades solo hay cazadores y presas; tales parecen ser las premisas de The last time (El gran engaño, 07), del director debutante Michael Caleo.

Jamie, un soso e inepto vendedor (Brendan Fraser) ingresa a Bindview, compañía que comercializa productos muy rentables en Nueva York, con una supuesta fama de gran vendedor, y es asignado como compañero del vendedor estrella, el pedante y grosero Ted Riker (Michael Keaton), de quien depende mayormente la salud económica de la empresa.

El trabajo de Jamie es tan malo que Ted comienza por despreciarlo, luego siente lástima por él, que se convierte en aparente empatía cuando conoce a Belisa (Amber Valleta) la prometida de Jamie. De manera casi natural, Ted se enamora poco a poco de Belisa hasta que termina por dedicarle gran parte del tiempo y olvida su trabajo como vendedor, sin importarle que la empresa quiebre gracias a su displicencia.

La película arranca con paso incierto y, si no fuera porque el público espera que se desvele el truco detrás de la inexorable caída de Ted (por algo la película se titula en español El gran engaño, pues se sugiere tal cosa y entonces se quiere saber en qué consiste), los espectadores deben armase de paciencia o marcharse del lugar.

La actuación de Fraser es tan convincente en su papel de inepto e ingenuo vendedor fracasado que más que lástima da risa verlo argumentar a los clientes que pronto se va a casar y que por ello necesita hacer una venta. Keaton, por su parte, nos convence de que es un verdadero tiburón de las ventas, utilizando como estrategia la agresividad y la iniciativa, pero además, parece que el gran engaño al que se refiere el título, es el que él lleva a cabo con la prometida de Jamie, quien aparentemente ya está harta de cargar con un novio sin futuro.

El romance entre Ted y Belisa avanza en la medida en que las ventas de la empresa descienden, al grado de que en el momento culminante del romance se produce la quiebra de Bindview y al mismo tiempo la determinación de Ted para vivir con Belisa, pero ésta decide abandonarlo inexplicablemente.

Hasta este momento todo lo que ocurre parece normal y cotidiano, salvo los indicios de que alguien espía o vigila a Ted; en realidad nada es lo que parece.


La escena clave de la cinta muestra una fiesta de ejecutivos de ventas donde se encuentra el soso Jamie totalmente transformado, y el gordo líder de una empresa competidora de Bindview narra que tuvo la ocurrencia de armar una estrategia para ganar la carrera de las ventas empresariales cuando, estando en África, escuchó que la manera de confundir a los elefantes y abatirlos fácilmente era eliminar a sus líderes. Los demás elefantes caen en confusión al no haber nadie que los conduzca, volviéndose presas enormemente fáciles. Así, pensó este líder gordo, no importa si se trata de elefantes o ejecutivos de ventas: para ganar hay que anular a los líderes; no se trata de matarlos, sino sólo de estudiarlos y descubrir sus debilidades, fomentárselas y observar cómo se autodestruyen.

Como parte de esa estrategia, a ejecutivos líderes en otras divisiones de Bindview les descubren por ejemplo su adicción al juego, a las drogas, etcétera. A Ted le descubren su necesidad de amor, por lo que su relación con Belisa no pudo ser más premeditada. Jamie ha sido el agente investigador y ejecutor de Ted, y con el mismo cinismo y audacia, le susurra al oído a su obeso jefe que está al tanto de su particular debilidad, el gusto por jóvenes coreanos. El conocimiento se desvela entonces como instrumento de destrucción o de chantaje; así es el mundo de los negocios (y por extensión, el mundo de la política, las intervenciones en el extranjero, el laboral, etcétera).


Ted, quien antes de ser vendedor estrella se dedicaba a dar clases de literatura inglesa y que deja a un lado porque “ya no tenía nada que dar”, decide regresar a la docencia (tal vez por última vez, como el título original de la cinta) luego del inexplicable abandono de su amada. Belisa, quien siempre formó parte del equipo de “eliminación”de Ted, ya no sabe qué hacer, aparentemente se arrepiente o se ha enamorado también. ¿Quién sabe?

Thursday, September 06, 2007

El otro Kennedy

Ricardo Martínez García

Ambientada en Los Angeles durante uno de los momentos históricos que debería hacer sonrojar al gobierno de los Estados Unidos que desde hace muchos años ha enarbolado la bandera “democrática” ante el resto del mundo, Bobby (El día que asesinaron a Kennedy), cinta de Emilio Estevez, nos muestra una colección de escenas cotidianas que habrán de coincidir en un momento crucial: el asesinato de Robert F. Kennedy, candidato a la presidencia en 1968, en las instalaciones del hotel Ambassador.

Para muchos la llegada de Bobby a la presidencia no sólo significaba ver a otro Kennedy en la Casa Blanca, sino la gran esperanza de terminar con la absurda y criminal intervención en Vietnam de sus fuerzas armadas y acabar con las bajas y heridos en combate (algo que el joven William (Elijah Wood) desea evitar y por eso se casa con su sacrificada amiga Diane (Lindsay Lohan)) o de mejorar los niveles de vida de mucha gente necesitada, de justicia social y respeto a los derechos humanos.

Tales esperanzas ya habían sufrido un duro golpe, o al menos así fue para grandes sectores de la población afroamericana e hispana, con el asesinato de Martin Luther King. Por ello, la única esperanza que podían concebir la representaba Robert F. Kennedy.

La película transcurre entre los discursos llenos de contenido social de Bobby (que debieron alarmar verdaderamente a los sectores conservadores del gobierno), y las situaciones de diversos personajes: la vacuidad de Virginia Fallon, cantante alcohólica y acabada (Demi Moore) que afirma que todas las mujeres son unas “cualquieras”, con la diferencia de que a algunas les pagan; la decepción de una estilista engañada (Sharon Stone) y el arrepentimiento de su marido (William H. Macy), infiel con una telefonista (Heather Graham) del Ambassador donde él es el gerente; la necesidad de escape de unos adolescentes promotores del voto demócrata que están hartos de su trabajo y prueban LSD por primera vez; la nostalgia de unos retirados ex empleados del hotel (Anthony Hopkins y Harry Belafonte) que dedican las tardes a beber whisky y a jugar ajedrez; y la politizada vida de los cocineros que discuten si los negros son “hermanos” de los latinos o si éstos son amigos de los negros.

Emilio Estevez logra por la vía de la nostalgia de los tiempos sesenteros, con la sicodelia de los hippies (encarnados en Ashton Kutcher) y música de Donovan entre otros, lo que Michael Moore logra con sus reveladores filmes: pone nuevamente en la mira viejos y olvidados problemas, como asignaturas pendientes en la sociedad gringa: los magnicidios irresueltos, los motivos reales de la guerra de Vietnam, la cual tuvo incio –es cierto- durante la administración de John F. Kennedy, pero de quien se tienen indicios de su deseo de retirada, los problemas raciales y migratorios y, para cerrar con broche de oro, una especie de vacío moral generalizado, caracterizado por la indiferencia y el consumismo.

Esteves nos recuerda, a ratos con tonos de documental, lo trágico que debió ser para la familia Kennedy y traumático para la sociedad en general, ver asesinados a John y a Robert en la cúspide de sus carreras; nos recuerda que fuerzas ocultas aparentemente muy poderosas (individuales o corporativas, da igual pues ambas son siniestras y muy inquietantes) no querían bajo ningún rubro las políticas sociales de los Kennedy.

Pero también nos recuerda que la vida común debe seguir a pesar de los momentos más inciertos y vulnerables, de momentos de confusión y rabia, como los que se viven en el lobby del hotel después de saberse que tirotearon a Bobby en la cocina y en medio de la multitud.
Lo que no nos dice la cinta es si se resolvió el asesinato de Bobby, si fue un tirador solitario al estilo de Lee Harvey Oswald o Mario Aburto (en el caso de Luis Donaldo Colosio).

Según los reportes oficiales de la policía de Los Angeles, a Robert F. Kennedy lo asesinó un palestino llamado Sirhan Sirhan con un revólver calibre 22. También se sabe que se generaron muchas sospechas acerca de si Sirhan pudo o no causarle las heridas fatales a Bobby, debido a que las versiones de los testigos son incompatibles con las trayectorias de los tiros (con pronunciados ángulos de arriba hacia abajo; Sirhan sólo pudo disparar en ángulos paralelos al piso), determinadas durante la autopsia. Además, al parecer se encontró evidencia de que se produjeron más tiros que los ocho que pudo disparar Sirhan.

En todo caso, el misterio continúa, eso es lo que a fin de cuentas recuerda esta cinta.

Sunday, September 02, 2007

El Horror de los Zombies "Recargados"

Ricardo Martínez García

Para que una película de terror funcione necesita ser creíble pero a la vez estar fuera de toda lógica natural. Cuando el argumento de una película se basa en mitos o leyendas se enfrenta a la difícil tarea de hacer verosímil lo que presenta en escena pero a la vez sorprender al espectador con algo completamente inesperado y sobrenatural.

En la cuarta cinta del director y guionista español Nacho Cerdà, The abandoned, (Los Habitantes) se agradece que ubique su historia en algún remoto lugar de la campiña rusa, sacando la escenificación del recurrente ambiente japonés o hollywoodense de las nuevas películas de terror, obteniendo así un refrescante resultado visual.

Pero más interesante es que su argumento recurra al viejo mito del doble, mito que surge en diversas culturas que sostiene la creencia de que cada individuo tiene un doble y que si éste llega a encontrarse cara a cara con su doble entonces muere inexorablemente.

Desafortunadamente, en el tejido de la historia Cerdà no logra amarrar bien algunos hilos argumentales. No se entiende cómo unos hermanos mellizos –protagonistas de la cinta- que sobreviven en su tierna infancia al ataque de su enloquecido padre, de pronto se encuentran con que han heredado la casa familiar, cada uno enterándose por su cuenta y sin saber de la existencia del otro, a más de cuarenta años de su nacimiento.

Los hermanos se reúnen por vez primera en la desvencijada y olvidada casa, luego de extrañas peripecias, como las que vive Marie (Anastasia Hille) quien recibe las escrituras de la propiedad heredada de manos de un notario-encarnación de su padre, y luego realiza un viaje hacia lo desconocido (como un Jonathan Harker camino al castillo de Drácula) en medio de la noche y acompañada de un extraño y desconfiable hombre que desaparece nada más llegar a la casa, con varias escenas de sobresalto, y ella y su hermano se topan con sus dobles zombies a quienes Marie es incapaz de reconocer (tal vez por haber sido educada en el pragmático Estados Unidos y por ello carente de cierta imaginación) preguntando inútilmente “qué son esas cosas”, no así Boris (Karen Roden), quien permaneció en Rusia y que aparentemente está al tanto de las leyendas que se cuentan sobre los dobles.

La aparición de estos dobles –que presentan rastros de las causas de su “muerte”: la palidez de la asfixia en el de Marie y las heridas de mordeduras de cerdo en todo el cuerpo en Boris- le da una vuelta de tuerca a la historia. Los eventos terroríficos parecen mostrar que los mellizos han desarrollado sus vidas a pesar de que debieron morir a manos de su padre.

En una escena que recuerda algunas cosas ya vistas en The Grudge, del japonés Takashi Shimizu, los hermanos atestiguan una representación del asesinato de su madre y el intento de hacer lo mismo con ellos por parte del desquiciado progenitor. Esos hechos han dejado su energía negativa en la casa, la cual representa nuevamente las escenas justo en el cumpleaños de Boris y Marie.

En el mejor momento de la cinta, los abandonados son los hermanos que como fantasmas vagabundos están condenados a repetir las circunstancias de su ¿frustrada? muerte, atestiguándolas y reviviéndolas, donde se confunde el presente con el pasado próximo, como esa escena en la que Marie vuelve a ver al notario que es la encarnación de su padre, y toma conciencia de la trampa cíclica en la que ha caído cuando se ve a sí misma llegar al edificio donde se entrevistará con ese mismo notario para arreglar los papeles de la propiedad heredada. La desesperación del momento es culminante, claustrofóbica: ¿Cómo le hará Marie para evitar su destino manifiesto, es decir convertirse en su doble zombificado?

Y es ahí donde encuentra su debilidad más grande la cinta: en la presentación de esos zombies, que independientemente del maquillaje, representan la parte más visible del parentesco de la película de Cerdà con el cine de John Carpenter, es decir del horror con muchos litros de sangre y cadáveres vivientes.

Apenas su cuarto trabajo en la dirección en diecisiete años (no le ha sido tan fácil conseguir financiamiento para sus películas) a Nacho Cerdà, de acuerdo con lo que señala en su blog, lo ha estado promoviendo este año el mexicano Guillermo Del Toro, que incluso le ha asegurado desear producir alguna vez una de sus cintas.

En la medida en que se aleja del mundanal ruido de las cintas comerciales elaboradas en California, y que siga recurriendo a ambientaciones alternas mejorando un poco sus argumentos, veremos cada vez mejor cine de terror de manufactura ibérica.