Friday, February 22, 2008
Rambo de Regreso al Infierno
Rambo el Guerrero Total
Ricardo Martínez García
John James Rambo (Silvester Stallone) es un soldado veterano de la guerra de Vietnam que “no lucha por su país sino por sí mismo” y que se quedó en algún lugar de Asia a vivir, pescando y viajando en su destartalado bote por las aguas del río Salween, uno de los más largos de Asia, que nace en el Tíbet, atraviesa parte de China, Birmania y Tailandia.
Se trata una vez más del famoso personaje creado por el escritor de origen canadiense David Morrell en su novela First Blood (1972), publicada cuando aún los Estados Unidos luchaban el la jungla contra el Viet Cong, y que Stallone convirtió en franquicia cinematográfica.
A veinte años de su antecesora Rambo 3 (88), un corpulento y demacrado Stallone toma la batuta de la dirección del filme y continúa con el estilo legado en las anteriores cintas: un argumento simple pero efectivo: el renegado soldado antihéroe, que ha sufrido los horrores de la guerra y que al principio se niega a ayudar a quienes se lo solicitan, pero luego convirtiéndose en la piedra angular de la salvación de aquellos, demostrando que es el guerrero total.
Stallone propone una historia que puede ubicarse casi en cualquier tiempo y lugar: un feroz ejército con oficiales crueles y tiranos que esclavizan o torturan a la población y obligan a los más jóvenes a formar parte de sus filas. Situaciones así se han dado con cierta frecuencia en Centroamérica, en África, en Europa, en Vietnam, Afganistán, Iraq, Guantánamo y en casi todos los lugares que han sufrido conflictos bélicos.
En esta cuarta película, Rambo recibe la petición de llevar a un grupo de misioneros que desean ir a un lugar inaccesible y peligroso para los civiles, y con mayor razón para los extranjeros. A regañadientes decide llevarlos, teniendo que matar a un grupo de piratas de río para lograr el objetivo.
Una vez que los pasajeros pisan tierra, Rambo regresa a su choza con la certeza de que esa misión no tendrá buen fin, cosa que se verifica con la presencia de un ministro religioso en la jungla, que a su vez le solicita lleve a un grupo de rescate en busca de sus feligreses, en una situación tal como antes se la presentaba un oficial del ejército gringo y le daba instrucciones de su próxima misión, cuando el buen John lo único que quería era vivir en paz.
Sea porque Rambo se conmueve por los misioneros, porque le gustó la rubia imprescindible o porque es fiel a su doctrina de que más vale morir por una causa a vivir sin tenerla, decide conducir al grupo de mercenarios al lugar del desembarco. Los mercenarios le impiden ir con ellos pues “es un barquero”, sin saber la clase de máquina de matar que tienen ante ellos. Las cosas se complican tanto para los mercenarios como para los misioneros y sólo Rambo puede ayudarlos.
Lo mejor –o lo peor, según se vea- de la cinta son las escenas de acción, que alcanzan niveles bizarros de violencia y destrucción. Para los efectos especiales los gringos son insuperables: explosiones al por mayor, cuerpos destrozándose luego de recibir ráfagas potentísimas de ametralladora, gente corriendo, confusión, sangre mezclada con la tierra.
La fiesta de sangre y destrozos, que deja sembrada la tierra de infinidad de cuerpos, enfrenta en un momento a soldados del ejército con los de las fuerzas rebeldes, ganando éstos últimos, sin saberse si para bien o para mal, lo cual para efectos de la cinta no es lo importante.
La cinta es ante todo espectáculo pirotécnico de gran nivel, no apología de algún bando, a menos que se quiera verla como una cinta anti violencia que muestra las consecuencias de ella.
Rambo dice en algún momento que las misiones religiosas “no cambian nada” a menos que “traigan armas”, lo cual equivale a que vayan unidas a contingentes armados (como podrían ser los cascos azules, que también tienen sus travesuras), y al final su único comentario es “así son las cosas” mostrando una acrítica aceptación del estado bélico de las cosas humanas, como diciendo “¿para qué nos molestamos en averiguar las causas de éste o aquel conflicto, si de todas maneras no vamos a poder cambiar nada?”.
Uno podría imaginar al personaje, luego de la batalla, viviendo plácidamente a la orilla del gran río, cazando peces con su arco, y recordando lo relacionado con el rescate como si fuera una pasajera pesadilla. Pero no, decide regresar a Arizona, al american way of life, donde probablemente todavía vive su viejo padre, en un rancho que pudiera ser el de Bush en Texas, sólo que un poco más humilde. ¡Qué cambio, de la jungla al rancho!
Thursday, February 21, 2008
El Viaje de la Nonna
Ricardo Martínez García
Emotiva, alegre, absurda, divertida, engañosa, así es El Viaje de la Nonna, película de todos los que la hicieron pero dirigida por Sebastián Silva y coproducida por el Fidecine y Artecinema.
Nietzche decía que había que ser muy fuerte para seguir hasta sus últimas consecuencias una mentira, y que por ello pocas personas sabían mentir bien. Tomadas así las cosas, el cine de ficción es un ejercicio sobre algo que no es –una de las acepciones de mentira- y que pretende serlo hasta el final, pero el descubrimiento del engaño puede ser decepcionante o catártico.
El cine apela a la imaginación y a la complicidad del espectador para crear en él un mundo de fantasía que parece o es más feliz que el real, porque lo sustituye y elimina problemas.
Sabedores de esto, los hijos de María (la primerísima actriz Ana Ofelia Murguía), ante las enormes dificultades y riesgos de salud que implicaría llevarla a Italia, como es su deseo antes de morir, pues su difunto esposo nunca la llevó, deciden montar un escenario fílmico italiano en Jajalpa o un lugar así -con todo y extras-, y filmar el viaje ficticio a Italia.
Los jocosos problemas para mantener la absurda farsa se presentan cuando las dificultades de producción se vuelven demasiado notorias, incluso para alguien que comienza a olvidarlo todo, como María. Llega un momento incluso en que lo están pasando tan bien en la construcción del ambiente italiano del pueblo, con fallas y todo, que los hijos se olvidan de María, cuando efectivamente -al menos por un momento- ella cree estar en el pueblo donde nació su esposo Gaetano, ya fallecido.
La cinta es una bella e interesante alegoría sobre dos temas capitales en nuestra sociedad: la familia y el papel de los deseos individuales. En el primero, se muestran los cotidianos problemas que viven los miembros de una familia clasemediera (como también lo hizo recientemente la cinta de Alejandro Springall Morirse está en Hebreo), cada uno con un universo propio (el hijo adicto al trabajo, el hijo adicto al alcohol, la hija tres veces divorciada, la nieta con inclinaciones sexuales por su mismo sexo, etcétera), pero cuyo núcleo unificador es precisamente María.
El segundo tema, el de los deseos individuales que tienen su verificativo no en la realidad sino en la apariencia o la imaginación (“el hecho de que no te acuerdes de haber ido al mar no significa que no hayas ido”, le repiten a María, quien al final le agradece a sus hijos el enorme ejercicio de la apariencia, pues “pocas veces me había reído tanto”), la cinta lo convierte en un homenaje al poder lúdico e imaginativo del cine y en una reafirmación del poder unificador de la familia.
La película resulta ágil y divertida en la medida en que el espectador se siente parte del “secreto” de la pretensión de estar en Italia pues ve el esfuerzo de algunos por aparentar ser de la península con mejores o peores resultados. Los extras tienen que jugar dobles papeles y María, que si bien es olvidadiza no es tonta, pronto se da cuenta del engaño pero decide seguirles el juego, lo cual mete en cómicos apuros a sus hijos.
El juego de la película consiste en hacer una película dentro de otra, en la que todo se vale porque lo que al fin está en juego es la imaginación.
El guión y la historia son obra de Sebastián Silva y Antonio Armonía y es un trabajo de propuestas sencillas y por ello disfrutable. Mariana Gironella también participó en el guión. Por otra parte, Silva es un destacado guionista que ha trabajado recientemente con Julian Schnabel.
Las actuaciones de Verónica Langer, Rodrigo Murray, Julio Bracho, Martín Altomaro (lejos de aquellos que se mandan solos), Jimena Ayala, José Carlos Rodríguez, Jorge Zárate (que con una actuación sumamente graciosa como cantante italiano representa, en una escena colectiva, el clímax lúdico de la cinta) y Cecilia Suárez (siempre simpática y oportuna), son muy solventes, están bien dirigidos, su trabajo hace sentir al espectador como en familia, de tan conocidos que son.
De hecho en la industria del cine mexicano, por ser pequeña, es posible observar cómo se desarrollan las familias cinematográficas que trabajan en él. Está la familia a la que pertenecen los actores mencionados, está la relacionada directamente con las televisoras productoras de telenovelas, la de los consagrados (Armendariz, Alcázar, Jesús Ochoa y otros), la de los independientes, la de los excluídos o aislados en el teatro y la de los que ya la hicieron (Diego, Gael, Salma) y que se cuecen aparte.
Ante tal panorama no queda de otra que exclamar ¡Qué bonitas familias!
Tindersticks de regreso
Tindersticks está de regreso
Ricardo Martínez García
A cinco años de haber lanzado Waiting for the Moon, el grupo Tindersticks pondrá a la venta en Inglaterra The Hungry Saw, su más reciente trabajo, el próximo 28 de abril.
El compositor, cantante y líder de la banda -con la cual ha realizado una carrera musical de más de doce años- Stuart Staples, decidió poco antes del 2004 que estaba listo para sacar a la luz algunas ideas musicales que compuso y conformó al parejo de su trabajo con el grupo.
Dichas ideas musicales le alcanzaron, hasta ahora, para un par de discos excepcionales: Lucky Dog Recordings 03-04, lanzado a mediados del 2005, y Leaving Songs puesto a la venta un año después. Sin exagerar, se trata de dos trabajos que muestran el alma, la esencia íntima de Staples, y por ende de los Tindersticks.
El lanzamiento de estos espléndidos álbumes en solitario de Staples (aunque en su grabación siempre estuvo acompañado por músicos exepcionales) hicieron sospechar a los fans de los Tindersticks que el grupo, creador de una maravillosa música de gran nivel artístico, había llegado a su fin. Afortunadamente no fue así. Los dos trabajos representan ante todo la expresión más personal, introspectiva y profunda del músico y compositor originario de Nottingham.
En el caso del Lucky Dog Staples comentó en su página web que el disco está compuesto de loops accidentales de piano, mayormente tocados por él mismo, (los loops son samples sincronizados que ocupan generalmente uno o varios compases musicales y son reproducidos enlazados en secuencia, dando la sensación de continuidad), y de “ideas viejas de trombón, fragmentos de ritmos y zumbidos”; dichos fragmentos ofrecen un gran ejemplo del minimalismo que prevalece en la composición, como por ejemplo en la instrumental “Dark Days” y en la melancólica, tal vez la mejor canción del álbum, “People Fall Down”.
Staples contó para este primer álbum con la colaboración de David Boulter en el órgano y el harmonio en casi todas las canciones, del guitarrista Neil Fraser (ambos compañeros suyos en Tindersticks) quien junto con Stuart ejecutó los bajos para “Say something now” y “Shame on you”, de Terry Edwards en el saxofón, del baterista Thomas Belhom, y de Yan Tiersen quien tocó el piano en “She don´t have to be good to me”.
También colaboraron dos miembros de los Tiger Lillies, el baterista Adrian Huge y el bajista Adrian Stout, quienes tocaron la base rítmica de “People Fall Down”, y además Gina Foster con su voz en algunas piezas.
En cuanto al Leaving Songs, las estructuras de las canciones son un poco más convencionales que las del Lucky Dog, que es más experimental y oscuro. Son notables por su belleza y compenetración los arreglos de cuerdas y metales, así como los coros y dúos con voces femeninas, como el de Lhasa de Sela en “That Leaving Feeling” y el de Maria McKee en “This Road is Long”.
Grabado en el estudio del productor Mark Nevers en Nashville en abril del 2005, Staples volvió a contar con la colaboración de Neil Fraser (guitarra), David Boulter (piano y órgano), Thomas Belhom (batería) y Volker Zanda (bajo) quien toca habitualmente con Calexico.
Staples escribió en su página que Leaving Songs trata de canciones escritas “en el límite entre abandonar las cosas que amé y entrar a un nuevo tipo de vida, tanto musical como personalmente. Siempre estuve consciente de que esas canciones eran el fin de algo, algún tipo de círculo que se cierra al escribir y que comencé hace mucho y que sabía que tenía que cambiar”.
Staples tiene una voz especial, profunda y de bajo tono como de barítono, que recuerda a la de Tom Waits o la de Nick Cave, pero no tan rasposa como la del primero ni con el rango del segundo.
El aspecto físico de Stuart, curiosamente, no corresponde con lo que evoca su voz, pues es de complexión delgada, con cierto aire de Michael Cain de joven (cuando protagonizó Alfie). No obstante lo anterior, posee una voz fuerte, a veces algo gutural pero que le ha servido como instrumento para expresar las nostálgicas, a veces tristes o emotivas, pero siempre interesantes letras de sus dos discos en solitario.
El nuevo y esperado disco de Tindersticks fue grabado en el estudio francés propiedad de la banda Le chien chanceux, algo así como El perro afortunado. La formación actual del grupo cuenta con solo tres de sus miembros originales: el propio Staples, David Boutler y Neil Fraser, y ahora han subido a bordo Thomas Belhorn en la batería y el bajista Dan McKinna, cuya colaboración en los discos solistas de Staples fue bastante activa.
En myspace.com/tindersticksofficial se puede bajar y escuchar gratuitamente The Flicker of a little girl, una muestra de lo que vendrá a finales de abril.
Thursday, February 14, 2008
El Ojo del Mal
Ricardo Martínez García
El problema de realizar un remake es que el argumento ya es conocido, por lo que la nueva versión, en este caso la producción norteamericana llamada “El Ojo del Mal”, (The Eye, 08) protagonizada por Jessica Alba, tendría que aportar algo más a la original, y no lo consigue del todo.
En 2002 los hermanos hongkoneses Danny y Oxide Pang lanzaron su cinta “El Ojo”, producción de Singapur y Hong Kong, en la que narran la historia de una joven ciega que recibe las córneas de otra joven en un trasplante. El problema surge cuando la receptora comienza a ver extrañas y oscuras figuras humanoides que se acercan a los moribundos y se los llevan. Naturalmente horrorizada, con su vida vuelta de cabeza, Mann (así se llamaba aquella chica ciega) decide investigar la procedencia de sus córneas, y descubre que provienen de la tailandesa Ling, quien había muerto por propia mano debido al rechazo social generado por la equivocada manera de interpretar su siniestro don, ver cuándo se acercaba la muerte a las personas.
En el remake, las acciones se sitúan en Los Ángeles, lugar de residencia de la violinista ciega Sydney (Jessica Alba), que recibe las córneas de una chica mexicana acusada de bruja -por el horrible don de ver a la muerte- en una comunidad al norte de México, donde vivía hasta que se suicidó.
Jessica Alba, que no luce tan hermosa como en Los Cuatro Fantásticos, realiza una actuación aceptable, aunque pudo ser mucho mejor; los efectos especiales son predecibles pero, aún así, pueden arrancar uno que otro verdadero escalofrío.
Los directores de esta nueva versión, los franceses David Moreau y Xavier Palaud, realizadores de la cinta de terror y angustia Them (06), explotan una estética cinematográfica interesante: colores oscuros o sepia en escenas clave, flasbacks y elipsis oportunas con escenas vertiginosas.
El subtítulo “El Ojo del Mal” sugiere un ojo, o un par de ojos, malvado o satánico, cuando en realidad se trata de un don terrible que quien lo posee, en este caso Sydney, no logra comprender y cuando lo hace lo utiliza para salvarle la vida a mucha gente. No es por lo tanto un ojo maligno, es simplemente un ojo que puede ver y anticipar hechos lamentables, y que al hacerlo se vuelve bueno.
A fin de cuentas se trata de un entretenido filme que recomendamos sobre todo para los que no hayan visto la cinta de los hermanos Pang. Ojalá que el título no sea de mala suerte, como lo sería si lo hubieran titulado “El mal de ojo”.
Sunday, February 10, 2008
Ricardo Martínez García
Sly Dunbar y Robbie Shakespeare unieron sus carreras en 1975 y desde entonces han formado una de las más exitosas mancuernas en la industria musical no sólo de Jamaica sino del mundo, colaborando con gente como Peter Tosh, Bob Marley, Gregory Isaacs, Ian Dury, Bob Dylan, los Rolling Stones, Grace Jones o Cindy Lauper.
Sly y Robbie, ambos originarios de Kingston, Jamaica, han puesto su ritmo y talento musical tocando la batería y el bajo, respectivamente, en una cantidad enorme de trabajos musicales de gran variedad de artistas del rock y del reggae, que han solicitado sus servicios tanto en el estudio de grabación como en presentaciones en vivo.
Estos músicos, destacados en un ámbito musical en constante movimiento como es el reggae, enriquecido con ritmos como el rocksteady, el dancehall y el ska, han marcado tendencias y han sido inspiración tanto en el rock como en la música pop de todo el mundo.
Lowell Filmore “Sly” Dunbar (1952) comenzó a tocar la batería, que ejecuta con maestría, contundencia y precisión, cuando aún era adolescente, a finales de los sesenta, desde que formó parte de grupos como The Yardbrooms, RHT Invincibles, The Upsetters y Skin, Flesh & Bones.
Su talento natural lo supo aprovechar ampliamente el productor, mezclador y compositor Lee “Scratch” Perry, quien produjo grabaciones de Bob Marley and the Wailers, de The Clash, Gregory Isaacs, Mad Profesor, entre otros.
Por su parte, Robbie Shakespeare (53), bajista creador de ritmos hipnóticos, dinámicos, contundentes e imaginativos, hizo sus primeros trabajos con The Hippy Boys y luego como músico de estudio para Bunny Lee, quien producía a su propio grupo, The Aggrovators.
En 1975 el productor JoJo Hookim los reunió en su grupo de estudio The Revolutionaries, iniciando así una asociación que ha generado una base musical realmente trascendental para decenas de artistas. El primer beneficiado fue Jimmy Cliff en su Follow my Mind de ese mismo año.
En aquellos inicios se les pidió que trabajaran en el álbum del cantante francés Serge Gainsbourg Aux Armes et Caetera. Tal petición les resultó extraña por su propia juventud, pero su trabajo era tan bueno que participaron en el siguiente disco del cantante galo y además fueron contratados para acompañarlo en su gira francesa.
En 1976 Sly y Robbie colaboraron con el grupo Culture en el clásico del root Two Seven Clash. Se unieron también a la gira del DJ U-Roy que realizó por el Reino Unido, ganando cada vez más reconocimiento.
A finales del 76 comenzaron a trabajar con Peter Tosh y con Leroy Smart. Tanto talento pronto produjo en los músicos la idea de crear una banda de estudio y su propio sello discográfico, el cual fue llamado Taxi Records.
Black Uhuru y Gregory Isaacs fueron de los primeros en grabar con los músicos de estudio del sello Taxi, quienes se hicieron llamar The Taxi All Stars y que conjuntaba naturalmente a miembros de las bandas de Sly y Robbie.
A finales de los setenta se hicieron llamar The Riddim Twins y participaron en memorables álbumes. Existen varias compilaciones de sus primeros trabajos, como por ejemplo Sly & Robbie Present Taxi que trae piezas de Dennis Brown, Gregory Isaacs, General Echo y Max Romeo, entre otros. Está también Taxi Fare del sello Heartbeat y los Sounds of Taxi Vol. 1 al 3 (84), las cuales muestran de forma magnífica el trabajo del dúo.
Su colaboración más duradera fue con el grupo Black Uhuru, tocando en seis de sus discos y en presentaciones en vivo, cuando Uhuru abría para los Rolling Stones.
Shakespeare y Dunbar han colaborado con su sustancia musical prácticamente con todos los grandes de Jamaica, pero también con otros grandes: artistas como Gussie Clarke, Clive Jarret, Marcia Griffiths, Joe Cocker, Herbie Hancock, Robert Palmer, Bob Dylan y los Rolling Stones. La importancia que tuvo el trabajo de Sly y Robbie en el surgimiento de Gregory Isaacs como uno de los grandes del reggae, de Black Uhuru, Peter Tosh y otros es invaluable.
La pareja de músicos no se limitó a producir y tocar con otros músicos sino que continuaron con sus proyectos personales. Tienen en su haber más de treinta discos propios hasta ahora, sin contar compilaciones, siendo el más reciente Padlock (07).
El dúo también ha hecho algunos soundtracks: para las películas Club Paradise, Buffy the Vampire Slayer y Third World Cop. Se dice que han grabado cerca de doscientas mil canciones, pero lo cierto es que Sly y Robbie son una de las asociaciones musicales más prolíficas e influyentes de la música popular de la actualidad.
Thursday, February 07, 2008
Cloverfield
Ricardo Martínez García
El ataque a la paradigmática sociedad de la libertad ahora es de origen extraterrestre o sobrenatural, tal como lo muestra la cinta Cloverfield con un monstruo de origen desconocido que arranca la cabeza a la Estatua de la Libertad y la arroja contra los edificios.
Dirigida por Matt Reeves, conocido por su trabajo en series de televisión como Felicity y Gideon´s Crossing y viejo colaborador del productor y director J. J. Abrams (que ha dirigido Misión Imposible 3 y episodios de la serie Lost), la película es como un viaje en una montaña rusa visual: escenas cotidianas de una fiesta que se entremezclan con el horror de ver destruida la ciudad de Nueva York (mucho más fílmica que realmente) por un ser gigantesco que, además, genera pequeños monstruos-araña que invaden sus calles.
El ataque terrorista al estilo de Al Qaeda parece haber sido superado por el guionista de esta película, para colocar el origen del mal en una criatura de ficción, tal vez con el involuntario efecto de olvidar o minimizar las acciones bélicas que, aún ahora, lleva a cabo el ejército gringo en Irak.
El responsable del argumento es Drew Goddard, guionista de la serie Buffy the Vampire Slayer y también de uno que otro episodio de Lost, quien realiza un trabajo minimalista pero de gran fuerza, parecido en cierto modo al argumento de Aliens Vs Depredador 2.
Nadie sabe qué es ni de dónde viene, pero lo cierto es que este monstruo es mucho más destructivo que cualquier ataque terrorista y que cualquier Godzilla post atómico. Su aparición pone a prueba la solidaridad y la amistad de un pequeño grupo de amigos ante la inminente, incomprensible y monumental tragedia urbana.
Si el adjetivo “surrealista” no se usara para ciertas corrientes artísticas, Cloverfield sería una película digna de tal epíteto. Las escenas que se muestran, a manera de un video documental de aficionado grabado en una cinta usada, son vertiginosas y pesadillescas: inician con las habituales escenas de cualquier fiesta: gente divirtiéndose, chismorreando, flirteando, embriagándose.
Sin perder la continuidad de una cinta recuperada que va corriendo, todo cambia repentinamente en la fiesta cuando la ciudad se estremece y comienza la destrucción por parte del increíble monstruo.
El desconcierto y la alarma cunden por todos lados, aunque se extraña no ver a gente histérica gritando ante tamaña situación. Unos amigos se unen en torno a Rob, recién nombrado vicepresidente de alguna empresa que desea rescatar a su novia recién tronada.
La otra cara de la moneda
Como entretenimiento o como diversión esta película es realmente original, amén de sus excelentes efectos (aunque la cámara por su movilidad puede llegar a marear a algunos espectadores). El espectador siente en carne propia la angustia de los protagonistas, producto del enfrentamiento con seres de una fuerza desconocida muy superior a la de ellos.
La idea de que el argumento intenta olvidar o minimizar las consecuencias de los ataques del 11 de septiembre del 2001 arranca del hecho de que las acciones se ubican en Nueva York y del ataque a la simbólica Estatua de la Libertad. Uno no puede menos que preguntarse: si hubiera un monstruo así, ¿por qué estaría interesado en arrancarle la cabeza a tal símbolo patrio gringo?
En una entrevista para hoycinema.com el productor J. J. Abrams señaló: “Vivimos en un tiempo de temor y creo que tener una película tan extravagante en la que un monstruo ataca Nueva York permite a la gente canalizar y experimentar el tipo de miedo con el que está viviendo. Quiero experimentar ese tipo de emociones pero a la vez no quiero ver películas acerca del terrorismo o de la guerra”. En otras palabras, el productor tiene claro que el público requiere de emociones fuertes, pero no necesariamente de las producidas por el gobierno de Bush.
Esta película representa la otra cara de la moneda de cintas que directa o indirectamente abordan -de manera crítica y reflexiva- el tema de la guerra posterior al ataque terrorista del 2001 y sus consecuencias, tal como En el Valle de las Sombras (04) de Paul Haggis.
Ya se prepara la segunda parte de esta entretenida cinta, a estrenarse el año próximo. La publicidad anuncia a esta película como una de las mejores del año, lo cual es ridículo si consideramos que estamos apenas en febrero; lo que sí se puede prever es que es una de las que prometen mejores resultados en taquilla, lo que a fin de cuentas es lo que le importa a la industria.