Thursday, February 21, 2008

El Viaje de la Nonna

¡Qué bonita familia!
Ricardo Martínez García

Emotiva, alegre, absurda, divertida, engañosa, así es El Viaje de la Nonna, película de todos los que la hicieron pero dirigida por Sebastián Silva y coproducida por el Fidecine y Artecinema.

Nietzche decía que había que ser muy fuerte para seguir hasta sus últimas consecuencias una mentira, y que por ello pocas personas sabían mentir bien. Tomadas así las cosas, el cine de ficción es un ejercicio sobre algo que no es –una de las acepciones de mentira- y que pretende serlo hasta el final, pero el descubrimiento del engaño puede ser decepcionante o catártico.

El cine apela a la imaginación y a la complicidad del espectador para crear en él un mundo de fantasía que parece o es más feliz que el real, porque lo sustituye y elimina problemas.

Sabedores de esto, los hijos de María (la primerísima actriz Ana Ofelia Murguía), ante las enormes dificultades y riesgos de salud que implicaría llevarla a Italia, como es su deseo antes de morir, pues su difunto esposo nunca la llevó, deciden montar un escenario fílmico italiano en Jajalpa o un lugar así -con todo y extras-, y filmar el viaje ficticio a Italia.

Los jocosos problemas para mantener la absurda farsa se presentan cuando las dificultades de producción se vuelven demasiado notorias, incluso para alguien que comienza a olvidarlo todo, como María. Llega un momento incluso en que lo están pasando tan bien en la construcción del ambiente italiano del pueblo, con fallas y todo, que los hijos se olvidan de María, cuando efectivamente -al menos por un momento- ella cree estar en el pueblo donde nació su esposo Gaetano, ya fallecido.

La cinta es una bella e interesante alegoría sobre dos temas capitales en nuestra sociedad: la familia y el papel de los deseos individuales. En el primero, se muestran los cotidianos problemas que viven los miembros de una familia clasemediera (como también lo hizo recientemente la cinta de Alejandro Springall Morirse está en Hebreo), cada uno con un universo propio (el hijo adicto al trabajo, el hijo adicto al alcohol, la hija tres veces divorciada, la nieta con inclinaciones sexuales por su mismo sexo, etcétera), pero cuyo núcleo unificador es precisamente María.

El segundo tema, el de los deseos individuales que tienen su verificativo no en la realidad sino en la apariencia o la imaginación (“el hecho de que no te acuerdes de haber ido al mar no significa que no hayas ido”, le repiten a María, quien al final le agradece a sus hijos el enorme ejercicio de la apariencia, pues “pocas veces me había reído tanto”), la cinta lo convierte en un homenaje al poder lúdico e imaginativo del cine y en una reafirmación del poder unificador de la familia.

La película resulta ágil y divertida en la medida en que el espectador se siente parte del “secreto” de la pretensión de estar en Italia pues ve el esfuerzo de algunos por aparentar ser de la península con mejores o peores resultados. Los extras tienen que jugar dobles papeles y María, que si bien es olvidadiza no es tonta, pronto se da cuenta del engaño pero decide seguirles el juego, lo cual mete en cómicos apuros a sus hijos.

El juego de la película consiste en hacer una película dentro de otra, en la que todo se vale porque lo que al fin está en juego es la imaginación.

El guión y la historia son obra de Sebastián Silva y Antonio Armonía y es un trabajo de propuestas sencillas y por ello disfrutable. Mariana Gironella también participó en el guión. Por otra parte, Silva es un destacado guionista que ha trabajado recientemente con Julian Schnabel.

Las actuaciones de Verónica Langer, Rodrigo Murray, Julio Bracho, Martín Altomaro (lejos de aquellos que se mandan solos), Jimena Ayala, José Carlos Rodríguez, Jorge Zárate (que con una actuación sumamente graciosa como cantante italiano representa, en una escena colectiva, el clímax lúdico de la cinta) y Cecilia Suárez (siempre simpática y oportuna), son muy solventes, están bien dirigidos, su trabajo hace sentir al espectador como en familia, de tan conocidos que son.

De hecho en la industria del cine mexicano, por ser pequeña, es posible observar cómo se desarrollan las familias cinematográficas que trabajan en él. Está la familia a la que pertenecen los actores mencionados, está la relacionada directamente con las televisoras productoras de telenovelas, la de los consagrados (Armendariz, Alcázar, Jesús Ochoa y otros), la de los independientes, la de los excluídos o aislados en el teatro y la de los que ya la hicieron (Diego, Gael, Salma) y que se cuecen aparte.

Ante tal panorama no queda de otra que exclamar ¡Qué bonitas familias!

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