Friday, February 22, 2008

Rambo de Regreso al Infierno

De regreso a la violencia
Rambo el Guerrero Total
Ricardo Martínez García

John James Rambo (Silvester Stallone) es un soldado veterano de la guerra de Vietnam que “no lucha por su país sino por sí mismo” y que se quedó en algún lugar de Asia a vivir, pescando y viajando en su destartalado bote por las aguas del río Salween, uno de los más largos de Asia, que nace en el Tíbet, atraviesa parte de China, Birmania y Tailandia.

Se trata una vez más del famoso personaje creado por el escritor de origen canadiense David Morrell en su novela First Blood (1972), publicada cuando aún los Estados Unidos luchaban el la jungla contra el Viet Cong, y que Stallone convirtió en franquicia cinematográfica.

A veinte años de su antecesora Rambo 3 (88), un corpulento y demacrado Stallone toma la batuta de la dirección del filme y continúa con el estilo legado en las anteriores cintas: un argumento simple pero efectivo: el renegado soldado antihéroe, que ha sufrido los horrores de la guerra y que al principio se niega a ayudar a quienes se lo solicitan, pero luego convirtiéndose en la piedra angular de la salvación de aquellos, demostrando que es el guerrero total.

Stallone propone una historia que puede ubicarse casi en cualquier tiempo y lugar: un feroz ejército con oficiales crueles y tiranos que esclavizan o torturan a la población y obligan a los más jóvenes a formar parte de sus filas. Situaciones así se han dado con cierta frecuencia en Centroamérica, en África, en Europa, en Vietnam, Afganistán, Iraq, Guantánamo y en casi todos los lugares que han sufrido conflictos bélicos.

En esta cuarta película, Rambo recibe la petición de llevar a un grupo de misioneros que desean ir a un lugar inaccesible y peligroso para los civiles, y con mayor razón para los extranjeros. A regañadientes decide llevarlos, teniendo que matar a un grupo de piratas de río para lograr el objetivo.

Una vez que los pasajeros pisan tierra, Rambo regresa a su choza con la certeza de que esa misión no tendrá buen fin, cosa que se verifica con la presencia de un ministro religioso en la jungla, que a su vez le solicita lleve a un grupo de rescate en busca de sus feligreses, en una situación tal como antes se la presentaba un oficial del ejército gringo y le daba instrucciones de su próxima misión, cuando el buen John lo único que quería era vivir en paz.

Sea porque Rambo se conmueve por los misioneros, porque le gustó la rubia imprescindible o porque es fiel a su doctrina de que más vale morir por una causa a vivir sin tenerla, decide conducir al grupo de mercenarios al lugar del desembarco. Los mercenarios le impiden ir con ellos pues “es un barquero”, sin saber la clase de máquina de matar que tienen ante ellos. Las cosas se complican tanto para los mercenarios como para los misioneros y sólo Rambo puede ayudarlos.

Lo mejor –o lo peor, según se vea- de la cinta son las escenas de acción, que alcanzan niveles bizarros de violencia y destrucción. Para los efectos especiales los gringos son insuperables: explosiones al por mayor, cuerpos destrozándose luego de recibir ráfagas potentísimas de ametralladora, gente corriendo, confusión, sangre mezclada con la tierra.

La fiesta de sangre y destrozos, que deja sembrada la tierra de infinidad de cuerpos, enfrenta en un momento a soldados del ejército con los de las fuerzas rebeldes, ganando éstos últimos, sin saberse si para bien o para mal, lo cual para efectos de la cinta no es lo importante.

La cinta es ante todo espectáculo pirotécnico de gran nivel, no apología de algún bando, a menos que se quiera verla como una cinta anti violencia que muestra las consecuencias de ella.
Rambo dice en algún momento que las misiones religiosas “no cambian nada” a menos que “traigan armas”, lo cual equivale a que vayan unidas a contingentes armados (como podrían ser los cascos azules, que también tienen sus travesuras), y al final su único comentario es “así son las cosas” mostrando una acrítica aceptación del estado bélico de las cosas humanas, como diciendo “¿para qué nos molestamos en averiguar las causas de éste o aquel conflicto, si de todas maneras no vamos a poder cambiar nada?”.

Uno podría imaginar al personaje, luego de la batalla, viviendo plácidamente a la orilla del gran río, cazando peces con su arco, y recordando lo relacionado con el rescate como si fuera una pasajera pesadilla. Pero no, decide regresar a Arizona, al american way of life, donde probablemente todavía vive su viejo padre, en un rancho que pudiera ser el de Bush en Texas, sólo que un poco más humilde. ¡Qué cambio, de la jungla al rancho!

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