Ricardo Martínez García
Tommaso Landolfi fue un ameno, inteligente e interesante narrador italiano, además de ensayista, dramaturgo y poeta que cultivó un estilo de vida parecido al de Byron o Baudelaire: de verdadero dandy.
De origen noble, Landolfi expresó en su tiempo su desacuerdo con el régimen fascista que se hizo del poder político y social en Italia, con Mussolini a la cabeza, hecho que lo llevó a pasar un breve periodo de tiempo en prisión. Licenciado en literatura rusa, tradujo al italiano a los escritores Alexander Pushkin y Nikolai V. Gógol, y a los poetas alemanes Novalis y Hugo Von Hofmannstahl.
Landolfi, quien nació el 9 de agosto de 1908 y murió el 8 de julio de 1979,es poco conocido en México (e incluso en su país), aun cuando se han publicado algunos libros en castellano de sus obras, como el volumen titulado Invenciones (Siruela, 1991) con textos seleccionados por Italo Calvino, La piedra Lunar (Seix Barral, 1956), Relato de Otoño (Siruela, 1992) y uno de relativamente reciente publicación editado por su hija Idolina, titulado Tres Relatos (Siruela, 2007).
Los temas en sus cuentos reflejan, como en todo escritor, un poco de sus ideas y convicciones, aun cuando cuidó de que su vida personal como tal no fuera demasiado conocida, al grado de prohibir a sus editores la publicación de cualquier dato biográfico.
La enorme atracción que sentía por el juego, una de las más fuertes aficiones en su vida, y/o las extrañas relaciones que ciertos hombres pueden llegar a entablar con algunas mujeres, son ejemplos de algunos temas que nos hablan de sus intereses.
En su relato Mano Robada, Landolfi escribe sobre los pasatiempos de un grupo de personas de sociedad, formada por intelectuales, escritores y nobles que se reúnen cotidianamente para compartir sus diversiones burguesas.
El narrador, quien ha observado en la concurrencia a una mujer sumamente hermosa y altiva, tanto que según él resultaba difícil sustraerse al deseo de sojuzgarla y hacerla recibir humillaciones, planea un juego de cartas -de ahí el título- en las que los perdedores (teniendo en mente especialmente a la mujer de aspecto soberbio) deberán desnudarse, como castigo, ante el único ganador. Como alternativa se propone una idea absurda: que quien no desee desnudarse, entonces tendrá que suicidarse (se propone tal cosa en la convicción de que nadie en su sano juicio optará por suicidarse si puede simplemente desnudarse).
El grado de introspección que alcanza el narrador es tan intenso que uno sabe qué está pensando y los cambios que le ocurren pero no en qué va a resultar todo, pues los resultados dependen de los otros, de sus decisiones inescrutables y misteriosas, en este caso de la hermosa y altiva mujer que ha inspirado tal descabellado juego, planeado con tal de verla al desnudo, despojada de toda su dignidad arropada por la vestimenta.
Esta misma introspección es llevada aún a límites verdaderamente inquietantes en el cuento La Muda, en la que asistimos a las confesiones de un individuo que hace reflexiones sobre la muerte, lo que ésta pueda significar para un condenado a ella y cómo puede o no ser un alivio para un delito tan sui generis como el que él ha cometido.
De tal modo, asistimos al proceso de atracción y seducción de una inocente jovencita que realiza este hombre, de la cual junto con él no sabemos nunca qué pudo llegar a pensar porque era muda y sólo sabemos de ella lo que nos cuenta su victimario, quien interpreta sus gestos y miradas, mientras que sí lo sabemos todo de los pensamientos del perpetrador del delito que, es necesario decirlo, bien podríamos ser nosotros mismos, de tan bien que conoce el alma humana y sus pasiones. Eso es lo inquietante del asunto, lo atrayente y lo perverso.
Como buen traductor y lector de Gógol, Landolfi se inspiró en el autor ruso y escribió otro relato titulado La Señora de Gógol que es como una síntesis sicológica del autor de Almas Muertas. Se sabe que la madre de Gógol profesaba una fuerte devoción por el cristianismo ortodoxo, y tal fe ejerció gran influencia en la personalidad de su hijo, reflejada en algunos aspectos morales de sus escritos.
Así como en algunos cuentos Gógol hace alarde de un ácido y refinado sentido del humor, Landolfi hace lo propio y en La Señora de Gógol (cuya trama condensa y sintetiza magistralmente uno de los mayores críticos literarios de la actualidad, Harold Bloom, en unas pocas pero sustanciales líneas en Como leer y por qué) el narrador, que se supone es amigo y biógrafo del escritor, nos cuenta que el genial ruso se llega a casar con una muñeca inflable, a la cual nombra Caracas y cambia de tamaño y forma según el gusto que se cargue. Hay una película con un tema parecido (Lars y una Chica de Verdad, Craig Gillespie, 2007) pero no se iguala con el nivel de mordacidad del relato de Landolfi.
Todo es felicidad sexual con Caracas por varios años hasta que Gógol se da cuenta de que tiene sífilis e incongruentemente culpa a su “esposa”. En un arranque de furia la infla hasta hacerla explotar, lanzando sus restos a la chimenea, lo mismo que a otro pequeño muñeco, “hijo” de Caracas, y también a sus obras no publicadas (¿Acaso la segunda parte de Almas Muertas?).
¿Qué tipo de mujer está describiendo Landolfi en los relatos mencionados, y a propósito de Gógol, con gracia y sutileza, y aún con bastante humor negro? Una a la que por su altivez no se puede resistir el deseo de humillar o sojuzgar; u otra a la que el deseo de poseerla absolutamente es incompatible con su naturaleza temporal, por lo que para poseerla de una vez y para siempre sólo se logrará a través de su sacrificio físico, de la negación de su ser temporal; o una más con la que no hay necesidad de comunicación ni de afecto recíproco, algo así como un amor profiláctico en el que no es posible reconocer una falla no de la otra (lo cual dadas las circunstancias plásticas sería imposible) sino de uno mismo -como propietario “esposo” de la muñeca-, evidenciando una falta total de autocrítica y por lo tanto de un egoísmo ilimitado.
El concepto de mujer que nos muestra Landolfi en estos relatos enseña más sobre lo que somos algunos como hombres, lo que sentimos y pensamos acerca de las mujeres, que lo que en realidad son las mujeres, porque a fin de cuentas su ser es un misterio aún para el escritor que escribe pretendidamente sobre ellas.
2 comments:
Me ha costadoi mucho hallar libros de Landolfi, sólo La Piedra Lunar en Sexto Piso... alguna pista?
Son difíciles de encontrar libros de este autor, tal vez en librerías de viejo, o a veces se tiene suerte y en las librerías grandes (FCE, Gandhi, El Sótano, El Parnaso) se llegan a encontrar algunos (sobre todo los editados por Siruela)! Hay que seguir buscando.
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