La reconfiguración |
Almodóvar y su revisión de lo Clásico
Ricardo Martínez García
En su ya larga carrera Almodóvar se reinventa buscando en la esencia de lo humano, en los deseos frustrados de la humanidad de control de la naturaleza, en su falta de resignación ante lo inexorable, en su creencia en un cambio posible y manejable.
La piel que habito recuerda al mito de Frankenstein pero en una versión erótico-estética que combina un cierto castigo moral, que se trastoca en irrefrenable deseo narcisista y que se proyecta sobre el objeto creado, todo bajo la idea deforme de que se puede manipular el mundo de la naturaleza con una ciencia sin conciencia moral.
La piel que habito es una cinta basada en el libro de Thierry Jonquet titulado Mygale, que va más allá de una historia de un médico cirujano plástico, de un taxidermista eminente, Robert Ledgard (Antonio Banderas) que busca crear una piel sintética a prueba de moscos y de fuego, con el fin de ser usada para personas con quemaduras y otras graves afecciones de la piel. Un drama truculento, muy al estilo de Almodóvar, entrecruza las historias del doctot Ledgard, de su única y cautiva paciente permanente Vera (Elena Anaya), su ama de llaves Marilia (Marisa Paredes) y Zeca (Roberto Álamo), un hijo macarra como el que más.
Ledgar y Zeca son como dos personajes míticos, contrarios en su naturaleza y carácter, pero con una misma fuente primigenia y una locura que los emparenta, como muy bien logra discernir Marilia. Ledgar expresa la locura científica que pierde de vista todo límite moral; en un momento dado su peinado a lo Hitler deja en claro la naturaleza de su carácter. Zeca es la expresión de los deseos irrefrenables que toman el control vital y lo llevan también a la locura; su disfraz de bestia felina no es más que una alegoría de su carácter. Vera es el producto de un deseo antinatural de cambiar la esencia de las cosas, inspirado por el deseo a su vez de venganza.
La nueva obra del cineasta manchego se acerca enormemente a esa veta cinematográfica que muestra experimentos en humanos que van desde cintas como “El Huevo de la Serpiente” de Ingmar Bergman, hasta “Al filo de la mentira” de John Madden, pero la cinta de Almodóvar es mucho más radical, primigenia y, sobre todo, personal e íntima.
El manejo del drama que realiza esta cinta nos lleva a revisar los viejos conceptos de lo apolíneo y lo dionisíaco nietzscheanos y del concepto de tragedia que tan bien supieron expresar los clásicos griegos. Sin duda una de las mejores cintas de Almodóvar.