La exquisitez fílmica |
Vivir es la Gran Belleza
Ricardo
Martínez García
Roma es una
ciudad mítica en muchos sentidos, pero sobre todo está plagada de monumentos,
hermosas fuentes, grandes colecciones de arte y turistas. Cada calle, rincón,
restaurante, mueble, parecieran ser ejemplos de lo bello. Tal es lo que
presenta visualmente La Grande Bellezza:
es una continua estampa de escenas hermosas e impactantes.
Dirigida por
Paolo Sorrentino, la película narra la historia de Jep Gambardella (el
sensacional y sexagenario actor Toni Servillo), un periodista que en su
juventud escribió una única novela, con la cual alcanzó cierta notoriedad, y
que no ha podido escribir un segundo libro, pues su vida de sibarita de clase
media alta lo han distraído (o sumergido) de lo que él llama “la gran belleza”.
La vida de
Jep transcurre entre fiestas nocturnas, reuniones de amigos, entrevistas a
personajes ilustres, siestas en su lujoso departamento, pero eso no parece ser
lo esencial sino lo cotidiano. Jep es un sibarita pero también es un hombre
culto, con inclinaciones hacia el hedonismo pero de actitud intelectual, un
tanto cínica, y eso lo hace ser consciente de su propia vida, de la de sus
amigos y de su vaciedad.
La cinta
muestra los pequeños y grandes placeres del baile, los excesos y las fatuidades
de ciertos personajes, la hipocresía y la indiferencia, la excentricidad del
arte por el arte en colecciones a las que muy pocos tienen acceso, lo
superlativo de la gran belleza que al fin es la nada.
Se trata de
una obra maestra que fue nominada a la Mejor Película de habla no inglesa, o extranjera, en los pasados
premios Óscar, ganándolo con todo mérito.
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