Juegos siniestros en El orfanato
Ricardo Martínez García
Con buen ritmo y excelente edición, además de una siempre oportuna partitura musical, la cinta logra atrapar la atención del espectador desde el principio. Presentada por Guillermo del Toro, la película arranca auténticos sobresaltos y escalofríos, sin ser la típica película que recurre a efectos especiales para despertar algo en el espectador.
Laura (Belén Rueda) es una mujer que de niña vivió en un orfanato hasta que fue adoptada. Ya de grande ella junto con su esposo Carlos (Fernando Cayo), adopta a su vez a Simón (Roger Príncep), un pequeño niño portador de VIH, y viven en el enorme edificio que había sido el lúgubre orfanato de su infancia, el cual desean convertir en hogar de niños discapacitados.
El tierno y dulce Simón de pronto dice que tiene un nuevo amigo llamado Tomás, además de los imaginarios que se suelen dar en la infancia, el cual conoce dentro de unas misteriosas grutas a la orilla del mar a las que va a pasear y explorar, en unos escenarios imponentes y a la vez ominosos.
Simón le pregunta a su madre si puede invitar a Tomás a su casa y ésta le dice que sí, siempre pensando que la fantasía del niño no tiene límites. Inocentemente Simón deja pequeñas conchas de mar a lo largo del camino desde las cuevas como pistas para que Tomás no se extravíe, al estilo del juego que ha aprendido de sus amigos “imaginarios”. Lo que no sabe Simón es que Tomás ha vivido en su casa... mucho tiempo antes.
Un día Laura recibe la visita de una anciana “trabajadora social” que le entrega un grueso expediente de Simón, con información sobre sus padres biológicos y otras cosas. La anciana abandona la casa en no buenos términos y por la noche regresa clandestinamente para ocultarse en una especie de cobertizo, en donde Laura la descubre y aquella huye ¿Qué hacía allí la trabajadora social?
Durante una fiesta, Simón insiste en que su madre lo acompañe a conocer la “casita” de Tomás, pero ella le dice que no, que hay que atender a los invitados. Ante la insistencia del pequeño, Laura se enfada y lo abofetea, y le dice que si no quiere bajar pues que se quede en su cuarto.
Luego de un rato, Laura va a buscar a Simón pero el niño no está. Lo busca por toda la casa y entre los otros niños que han ido disfrazados. Laura alarmada y desesperada por no encontrar a su hijo lo va a buscar a las grutas, ya inundadas por la marea. Lo único que logra es fracturarse una pierna. No hallan a Simón, ni con la ayuda de los guardacostas.
Seis meses después, el estado de ánimo de Laura se encuentra en su nivel más bajo. Ha revisado el expediente de la supuesta trabajadora social, tan sólo para descubrir que se trataba de una ex cuidadora del orfanato en los tiempos en que ella fue adoptada. Tal cuidadora tenía un hijo llamado Tomás, quien tenía una malformación que lo obligaba a utilizar una especie de máscara (Laura recuerda claramente haber visto a un niño con el mismo “disfraz” en la fiesta en que Simón desaparece).
Los compañeros de Tomás, según se entera Laura, le jugaron una broma siniestra, de la cual resultó que Tomás perdió la vida. Su madre entonces se venga de los niños bromistas.
Demacrada y consumida, Laura todavía mantiene la esperanza de encontrar a su hijo, así es que acude a una conferencia de un investigador de fenómenos paranormales, el profesor Balabán (Edgar Vivar, el viejo colaborador de Chespirito), quien a su vez la conecta con la vidente Aurora (Geraldine Chaplin, cuyo magnetismo y presencia imponen en la cinta). Ambos tratan de ayudar a Laura, ante el escepticismo de su esposo.
En lo que tal vez representa la escena más escalofriante de la cinta, Aurora se instala en la habitación que antes había sido el dormitorio de los niños cuando la casa era orfanato, con el fin de tratar de ver algo que ayude a la localización de Simón. La sesión síquica, dirigida por Balabán, quien ayuda a entrar en trance a Aurora, ofrece algunos resultados: alcanzan a oír y registrar las voces de niños que juegan pero a la vez están atrapados o encerrados.
Laura, una vez sola en la casa, arregla los muebles como si fuera todavía el orfanato e invoca a los niños muertos –ex compañeros suyos-, entonces ellos aparecen y juegan con ella el juego de seguir las pistas ocultas. Es así como Laura halla una entrada oculta hacia una especie de sótano (la “casita” de Tomás) y ahí encuentra el cadáver de Simón. Como en el juego, quien sigue todas las pistas exitosamente se gana la realización de un deseo; los niños le piden que a Laura que pida un deseo: ella pide que regrese Simón. Entonces su hijo despierta y le pide que cuide de todos ellos.
La cinta termina cuando Carlos regresa a la casa y deposita unas flores en una lápida dedicada a Laura y Simón. Si te gustan las buenas películas de terror, no te puedes perder El orfanato.
Ricardo Martínez García
Un niño adoptado suele jugar con amigos que su madre considera “imaginarios”, pero que no lo son tanto. Llega el momento en que ella es incapaz de distinguir lo real de lo fantasmagórico, luego de escalofriantes sucesos en su vieja residencia, en esta cinta del español J. A. Bayona y que cuenta en su reparto con dos viejos conocidos: Geraldine Chaplin y Edgar Vivar.
Con buen ritmo y excelente edición, además de una siempre oportuna partitura musical, la cinta logra atrapar la atención del espectador desde el principio. Presentada por Guillermo del Toro, la película arranca auténticos sobresaltos y escalofríos, sin ser la típica película que recurre a efectos especiales para despertar algo en el espectador.
Laura (Belén Rueda) es una mujer que de niña vivió en un orfanato hasta que fue adoptada. Ya de grande ella junto con su esposo Carlos (Fernando Cayo), adopta a su vez a Simón (Roger Príncep), un pequeño niño portador de VIH, y viven en el enorme edificio que había sido el lúgubre orfanato de su infancia, el cual desean convertir en hogar de niños discapacitados.
El tierno y dulce Simón de pronto dice que tiene un nuevo amigo llamado Tomás, además de los imaginarios que se suelen dar en la infancia, el cual conoce dentro de unas misteriosas grutas a la orilla del mar a las que va a pasear y explorar, en unos escenarios imponentes y a la vez ominosos.
Simón le pregunta a su madre si puede invitar a Tomás a su casa y ésta le dice que sí, siempre pensando que la fantasía del niño no tiene límites. Inocentemente Simón deja pequeñas conchas de mar a lo largo del camino desde las cuevas como pistas para que Tomás no se extravíe, al estilo del juego que ha aprendido de sus amigos “imaginarios”. Lo que no sabe Simón es que Tomás ha vivido en su casa... mucho tiempo antes.
Un día Laura recibe la visita de una anciana “trabajadora social” que le entrega un grueso expediente de Simón, con información sobre sus padres biológicos y otras cosas. La anciana abandona la casa en no buenos términos y por la noche regresa clandestinamente para ocultarse en una especie de cobertizo, en donde Laura la descubre y aquella huye ¿Qué hacía allí la trabajadora social?
Durante una fiesta, Simón insiste en que su madre lo acompañe a conocer la “casita” de Tomás, pero ella le dice que no, que hay que atender a los invitados. Ante la insistencia del pequeño, Laura se enfada y lo abofetea, y le dice que si no quiere bajar pues que se quede en su cuarto.
Luego de un rato, Laura va a buscar a Simón pero el niño no está. Lo busca por toda la casa y entre los otros niños que han ido disfrazados. Laura alarmada y desesperada por no encontrar a su hijo lo va a buscar a las grutas, ya inundadas por la marea. Lo único que logra es fracturarse una pierna. No hallan a Simón, ni con la ayuda de los guardacostas.
Seis meses después, el estado de ánimo de Laura se encuentra en su nivel más bajo. Ha revisado el expediente de la supuesta trabajadora social, tan sólo para descubrir que se trataba de una ex cuidadora del orfanato en los tiempos en que ella fue adoptada. Tal cuidadora tenía un hijo llamado Tomás, quien tenía una malformación que lo obligaba a utilizar una especie de máscara (Laura recuerda claramente haber visto a un niño con el mismo “disfraz” en la fiesta en que Simón desaparece).
Los compañeros de Tomás, según se entera Laura, le jugaron una broma siniestra, de la cual resultó que Tomás perdió la vida. Su madre entonces se venga de los niños bromistas.
Demacrada y consumida, Laura todavía mantiene la esperanza de encontrar a su hijo, así es que acude a una conferencia de un investigador de fenómenos paranormales, el profesor Balabán (Edgar Vivar, el viejo colaborador de Chespirito), quien a su vez la conecta con la vidente Aurora (Geraldine Chaplin, cuyo magnetismo y presencia imponen en la cinta). Ambos tratan de ayudar a Laura, ante el escepticismo de su esposo.
En lo que tal vez representa la escena más escalofriante de la cinta, Aurora se instala en la habitación que antes había sido el dormitorio de los niños cuando la casa era orfanato, con el fin de tratar de ver algo que ayude a la localización de Simón. La sesión síquica, dirigida por Balabán, quien ayuda a entrar en trance a Aurora, ofrece algunos resultados: alcanzan a oír y registrar las voces de niños que juegan pero a la vez están atrapados o encerrados.
Aurora señala que ve confusamente a los niños, en un lugar oscuro, y nada más. Carlos, el esposo de Laura no puede más con la tensión y corre a la vidente con todos los miembros de su equipo.
Antes de marcharse, Aurora le dice a Laura que sólo con su fortaleza podrá encontrar a su hijo. Carlos decide que lo mejor será que ambos se marchen de esa casa, pero Laura le pide unos días y ella permanece.
Antes de marcharse, Aurora le dice a Laura que sólo con su fortaleza podrá encontrar a su hijo. Carlos decide que lo mejor será que ambos se marchen de esa casa, pero Laura le pide unos días y ella permanece.
Laura, una vez sola en la casa, arregla los muebles como si fuera todavía el orfanato e invoca a los niños muertos –ex compañeros suyos-, entonces ellos aparecen y juegan con ella el juego de seguir las pistas ocultas. Es así como Laura halla una entrada oculta hacia una especie de sótano (la “casita” de Tomás) y ahí encuentra el cadáver de Simón. Como en el juego, quien sigue todas las pistas exitosamente se gana la realización de un deseo; los niños le piden que a Laura que pida un deseo: ella pide que regrese Simón. Entonces su hijo despierta y le pide que cuide de todos ellos.
La cinta termina cuando Carlos regresa a la casa y deposita unas flores en una lápida dedicada a Laura y Simón. Si te gustan las buenas películas de terror, no te puedes perder El orfanato.
1 comment:
Hola Ricardo:
Muchas gracias por estos excelentes comentarios y críticas sobre las películas del momento, siempre que quiero saber cuál vale la pena ver, recurro a tu blog.
Saludos y besos.
Lupita Romero
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