Impunidad y Maltrato Sin Fin
Ricardo Martínez García
De acuerdo con cifras del portal de la BBC Mundo.com, cada año bandas criminales compran y venden alrededor del mundo a unas ochocientas mil personas, mujeres y niños principalmente, con fines sexuales, generando ganancias cercanas a los diez mil millones de dólares. Las redes de dicho tráfico son “globales” puesto que se extienden a todos los continentes e involucran a decenas de países.
Para una niña de alguna colonia perdida en el poniente de la ciudad de México salir a pasear en bicicleta, o para una mujer atractiva tratar de emigrar desde Polonia hacia los Estados Unidos en busca de una “vida mejor”, así como para un jovencito de Tailandia simplemente caminar por la calle puede implicar ponerse al alcance de las garras de estas redes internacionales de tratantes de blancas, las cuales al parecer cuentan con el salvoconducto de ciertas autoridades locales para la realización –casi siempre impune- de sus actividades criminales.
Tal es el argumento de carácter social del cual parte la cinta Crimen sin Perdón (Trade, 07) del director alemán Marco Kreuzpaintner, a partir de un guión escrito por José Rivera (nominado a varios premios por su trabajo en la cinta de Walter Salles Jr. Diarios de Motocicleta) basado a su vez en el reportaje de Meter Landersman The girls next door, escrito para la New York Times Magazine.
Adriana (Paulina Gaitán) recibe una bicicleta como regalo de cumpleños por parte de su hermano Jorge (César Ramos), quien se dedica junto con sus cuates a timar a turistas gringos en el Centro de la ciudad, haciendo alarde de su buen inglés. Adriana sale a la calle a estrenar su regalo y es fácilmente raptada y conducida a los Estados Unidos junto con Verónica (Alicja Bachleda), atractiva polaca engañada por una agencia “de empleos” que la lleva directamente a caer en poder de una banda de traficantes de seres humanos con sede en la Ciudad de México y ser violada y golpeada.
En el intento por rescatar a su hermana y seguir al vehículo que conduce al grupo de raptadas hasta Juárez, Jorge entra en contacto con el policía Ray (Kevin Kline) quien lo ayudará a liberar a Adriana, luego de convencerse de que Jorge no es un mojado más. Ray había ido a Juárez en busca de alguna pista que lo conduzca al paradero de su hija raptada diez años atrás pero sus pesquisas no son nada alentadoras.
La película se siente débil en ciertos elementos dramáticos e incluso cae en un humor involuntario, como aquel donde uno de los secuestradores reza un Ave María frente a una cruz en pleno cerro antes de cruzar la frontera con sus víctimas, o como cuando Ray se da cuenta de que la jefa de los traficantes (Kate del Castillo) bien podría ser su hija, pues tiene los ojos color verde (¡pupilentazo de Kate!).
El retrato de la Ciudad de México que propone la cinta es hasta cierto punto convencional: escenas de la Merced con prostitutas de la calle de la Soledad dando vueltas frente a posibles clientes o simples mirones, o el retrato de lugares desolados que ni mandados a hacer para escenificar asaltos y que parecen ser los escenarios cotidianos del crimen en esta gran ciudad.
Es destacable el trabajo actoral de César Ramos y Paulina Gaitán, así como la de Alicja
Bachleda. Kline realiza un trabajo cumplidor como detective cool y generoso que hace lo que puede al darse cuenta de que la justicia gringa es muy capaz de no hacer nada por rescatar a una niña mexicana si con esa omisión logra atrapar a los verdaderos peces gordos.
Lejos de ser un documental que trata seriamente el problema del tráfico de personas en el mundo, la película da la impresión de ser como una simple narración anecdotaria –e improbable en el caso de Jorge y el rescate a su hermana- de algunos sucesos de este tipo. Algo le falta a la cinta de Kreuzpaintner que no logra cuajar del todo, aún contando con el apoyo de Kevin Kline.
Más que concientizar a la gente sobre el peligro que corren las mujeres de cualquier parte del mundo, la cinta dramatiza sobre el rescate de al menos una de las víctimas que corrió con suerte, pero ¿y las demás que quedan en el camino, las que deciden salir de tal infierno por la puerta falsa o las que se resignan y trabajan para que otros enriquezcan? Ahí está el verdadero meollo del asunto.
Al menos, sabemos que hay grandes posibilidades de que la policía no haga nada por ellas, lo cual es un conocimiento desolador.
Thursday, April 17, 2008
Imágenes del Más Allá
Pasiones que No Mueren
Ricardo Martínez García
Si se aparecen fantasmas a personas específicas es porque éstas tienen deudas pendientes con ellas, sobre todo de carácter pasional. Las cintas de terror orientales se caracterizan por proponer que ciertos espíritus no pueden separarse de este mundo al fallecer su cuerpo porque han quedado anclados a él por algún trauma mayor. Dichos traumas son como una impresión que se realiza en ciertos lugares que los guardan como si fueran grabaciones o registros de alguna forma metafísica.
Tal es el caso de películas como El Aro, La Maldición, El Ojo, Una Llamada Perdida, etcétera, y la cinta Imágenes del Más Allá (Shutter, 08) del japonés Masayuki Ochiai, no es la excepción.
La cinta es un remake, de los tantos que ha habido en Hollywood y que pretenden adaptar las historias generadas en Oriente, en este caso de la cinta tailandesa Shutter de los directores Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom estrenada en el 2005, a un mercado más global.
El actor canadiense Joshua Jackson, ex novio y compañero de Katie Holmes en la serie de televisión Dawson´s Creek, encarna a Benjamin Shaw, un joven y exitoso fotógrafo recién casado que por cuestiones de trabajo viaja a Tokio con su esposa Jane (Rachel Taylor).
A ratos la película sigue una trama cercana a la de Perdidos en Tokio (Sofia Coppola, 06), sobre todo cuando Jane pasea por la ciudad y el metro, pero pronto la cinta toma unos cauces metafísicos incompatibles con la dirigida por la hija de Francis Ford Coppola.
Jane comienza a ver extrañas figuras en lugares insólitos a la vez que las fotos de la luna de miel y de la boda, así como las de las sesiones con las modelos con las que trabaja Ben revelan formas fantasmagóricas.
Jane, sobreponiéndose a su espanto, comienza a investigar tal fenómeno, investigación que la conduce a conocer algo de la vida de Megumi (Megumi Okina), traductora con la que su esposo tuvo sus queveres.
Ben literalmente tiene que cargar en sus hombros con el peso de las acciones realizadas por él y sus amigos en contra de la despechada, humillada y violentada Megumi, la cual sólo busca –comprensiblemente- vengarse de las malas acciones sufridas.
Rachel Taylor lleva el peso dramático de esta historia con guión de Luke Dawson. Se trata de una actriz que físicamente tiene un parecido tanto a Nicole Kidman como a Naomi Watts, es como una síntesis de ellas, y su trabajo resulta convincente.
Joshua Jackson por su parte muestra versatilidad y madurez cada vez mayores. El resultado final es una cinta con un nivel de calidad muy semejante al de La Maldición, el también remake protagonizado por Sarah Michell Gellar.
Aquellos que no vieron la original tailandesa podrán ver una versión bastante disfrutable aunque no lo suficientemente original. Está bien para una tarde en compañía de la novia o el novio, quienes tal vez se lo pensarán mejor antes de cometer contra el otro alguna humillación o infidelidad, si es que creen algo de las premisas de la cinta.
Ricardo Martínez García
Si se aparecen fantasmas a personas específicas es porque éstas tienen deudas pendientes con ellas, sobre todo de carácter pasional. Las cintas de terror orientales se caracterizan por proponer que ciertos espíritus no pueden separarse de este mundo al fallecer su cuerpo porque han quedado anclados a él por algún trauma mayor. Dichos traumas son como una impresión que se realiza en ciertos lugares que los guardan como si fueran grabaciones o registros de alguna forma metafísica.
Tal es el caso de películas como El Aro, La Maldición, El Ojo, Una Llamada Perdida, etcétera, y la cinta Imágenes del Más Allá (Shutter, 08) del japonés Masayuki Ochiai, no es la excepción.
La cinta es un remake, de los tantos que ha habido en Hollywood y que pretenden adaptar las historias generadas en Oriente, en este caso de la cinta tailandesa Shutter de los directores Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom estrenada en el 2005, a un mercado más global.
El actor canadiense Joshua Jackson, ex novio y compañero de Katie Holmes en la serie de televisión Dawson´s Creek, encarna a Benjamin Shaw, un joven y exitoso fotógrafo recién casado que por cuestiones de trabajo viaja a Tokio con su esposa Jane (Rachel Taylor).
A ratos la película sigue una trama cercana a la de Perdidos en Tokio (Sofia Coppola, 06), sobre todo cuando Jane pasea por la ciudad y el metro, pero pronto la cinta toma unos cauces metafísicos incompatibles con la dirigida por la hija de Francis Ford Coppola.
Jane comienza a ver extrañas figuras en lugares insólitos a la vez que las fotos de la luna de miel y de la boda, así como las de las sesiones con las modelos con las que trabaja Ben revelan formas fantasmagóricas.
Jane, sobreponiéndose a su espanto, comienza a investigar tal fenómeno, investigación que la conduce a conocer algo de la vida de Megumi (Megumi Okina), traductora con la que su esposo tuvo sus queveres.
Ben literalmente tiene que cargar en sus hombros con el peso de las acciones realizadas por él y sus amigos en contra de la despechada, humillada y violentada Megumi, la cual sólo busca –comprensiblemente- vengarse de las malas acciones sufridas.
Rachel Taylor lleva el peso dramático de esta historia con guión de Luke Dawson. Se trata de una actriz que físicamente tiene un parecido tanto a Nicole Kidman como a Naomi Watts, es como una síntesis de ellas, y su trabajo resulta convincente.
Joshua Jackson por su parte muestra versatilidad y madurez cada vez mayores. El resultado final es una cinta con un nivel de calidad muy semejante al de La Maldición, el también remake protagonizado por Sarah Michell Gellar.
Aquellos que no vieron la original tailandesa podrán ver una versión bastante disfrutable aunque no lo suficientemente original. Está bien para una tarde en compañía de la novia o el novio, quienes tal vez se lo pensarán mejor antes de cometer contra el otro alguna humillación o infidelidad, si es que creen algo de las premisas de la cinta.
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Sunday, April 13, 2008
Los Reyes de la Calle
Si todos somos malos, ¿a quién perseguirá la policía?
Ricardo Martínez García
El tema recurrente en las novelas de James Ellroy es la tremenda corrupción policíaca que impera en la ciudad de Los Ángeles, ciudad en la que ficticia o verdaderamente se ha asentado el poder criminal de la policía en contra de la propia hipócrita sociedad, la cual debido a sus pecados se ve expuesta al chantaje y la extorsión.
Si la cinta Los Ángeles al Desnudo (Curtis Hanson, 97) mostraba al agente Bud White (Russel Crowe en una gran actuación encabezando un estupendo reparto: Kevin Spacey, Kim Bassinger, Guy Pearce y James Cromwell) como un fornido agente que es utilizado como brazo ejecutor de la ley e inmerso en una maraña de relaciones corruptas de las cuales sólo puede salir bien librado hasta que “abre los ojos”, ante la evidencia de que los jefes de la policía perseguían sistemáticamente a los criminales con métodos que los convertían en sujetos mucho más perversos que los delincuentes, en Los Reyes de la Calle (David Ayer, 08), nos encontramos con el atormentado y borrachín agente Tom Ludlow (Keanu Reeves, un poco más humano que en Matrix) un “guerrero” que ha tomado por su cuenta, en una especie de cruzada personal, la lucha contra los criminales angelinos.
Tanto White como Ludlow son agentes que exceden con mucho los límites legales permitidos en la lucha contra “los malos”, y ambos son consentidos y solapados por sus jefes, en aras supuestamente de su utilidad como “instrumentos de justicia”.
Las cintas basadas en novelas de Ellroy, como las dos mencionadas y La Dalia Negra (Brian de Palma, 06), están llenas de secretos, mentiras y chantajes dentro de los círculos del poder político y económico, donde nada es lo que parece ser, pero en los que todos los protagonistas están involucrados para bien o para mal, en lo que representa un sistema legal corrompido y al servicio de los más astutos.
Los Reyes de la Calle tiene grandes escenas de acción y algunos momentos de humor, tal vez involuntario, como en las que el cinismo campea en las conversaciones. Por ejemplo cuando el detective Ludlow pregunta ingenuamente a su jefe el comandante Jack Wander (Forest Whitaker): ¿Y qué pasó con lo de “encerrar a los malos”?, Éste le responde lacónicamente: “Todos somos malos”. Tal es la ideología –que si no fuera tan alarmante sería hilarante- con la cual se justifica la perversión policíaca, que pareciera encarnar a la perfección la máxima hobbesiana de que el hombre es el lobo del hombre.
A pesar de que la cinta tiene un aire de déjà vu (es como la gemela de Los Angeles al Desnudo) no deja de ser interesante y entretenido ver a Reeves crecer como actor y además corretear con su Charger negro deportivo a punto de atropellar a unos peatones y matando salvajemente a los criminales, a Whitaker mostrando una vez más sus facultades histriónicas como el cerebro que mueve los hilos policiacos a placer, a Hugh Laurie en un papel diferente al del Dr. House, pues resulta curiosa su aparición como el capitán Biggs, de asuntos internos de la policía, en el hospital en el que Ludlow es atendido por su novia enfermera (Martha Higareda, en un papel discreto que representa su incursión en Hollywood), como si fuera un guiño a su famoso personaje.
También es sorpresivo el papel de Chris Evans (Johnny, el simpático antorcha humana de Los Cuatro Fantásticos) como el detective Diskant quien al final paga su novatez de manera trágica.
Lo que resulta realmente disfrutable es que la cinta propone una desmitificación de la sociedad norteamericana como paladina de la legalidad y el respeto a las normas civiles: todos los policías, salvo excepciones, están sistemáticamente coludidos en una cínica corrupción que ciega e inútilmente atina sólo a acumular dinero en una pared (algo que tampoco es creíble entre los corruptos de verdad: éstos seguramente cuentan con asesores en inversiones y ese tipo de cosas).
David Ayer es un joven director que ha trabajado en el guión de cintas como Rápido y Furioso (Rob Cohen, 01), SWATT (Clarck Johnson, (03) y Dark Blue (Ron Shelton, 03), y ha dirigido Harsh Times (06), y Mafia Cop (08). Como puede verse, son cintas en las que, a partir de las novelas de autores como James Ellroy o Elmore Leonard, las actividades policiales y su corrupción son elementos comunes, ya sea en la ciudad de Los Angeles o en la de Nueva York.
Como espectáculo, la cinta funciona muy bien. Como crítica social resulta puntillosa si se le sabe ver el ángulo. No deje de verla de cualquier manera.
Ricardo Martínez García
El tema recurrente en las novelas de James Ellroy es la tremenda corrupción policíaca que impera en la ciudad de Los Ángeles, ciudad en la que ficticia o verdaderamente se ha asentado el poder criminal de la policía en contra de la propia hipócrita sociedad, la cual debido a sus pecados se ve expuesta al chantaje y la extorsión.
Si la cinta Los Ángeles al Desnudo (Curtis Hanson, 97) mostraba al agente Bud White (Russel Crowe en una gran actuación encabezando un estupendo reparto: Kevin Spacey, Kim Bassinger, Guy Pearce y James Cromwell) como un fornido agente que es utilizado como brazo ejecutor de la ley e inmerso en una maraña de relaciones corruptas de las cuales sólo puede salir bien librado hasta que “abre los ojos”, ante la evidencia de que los jefes de la policía perseguían sistemáticamente a los criminales con métodos que los convertían en sujetos mucho más perversos que los delincuentes, en Los Reyes de la Calle (David Ayer, 08), nos encontramos con el atormentado y borrachín agente Tom Ludlow (Keanu Reeves, un poco más humano que en Matrix) un “guerrero” que ha tomado por su cuenta, en una especie de cruzada personal, la lucha contra los criminales angelinos.
Tanto White como Ludlow son agentes que exceden con mucho los límites legales permitidos en la lucha contra “los malos”, y ambos son consentidos y solapados por sus jefes, en aras supuestamente de su utilidad como “instrumentos de justicia”.
Las cintas basadas en novelas de Ellroy, como las dos mencionadas y La Dalia Negra (Brian de Palma, 06), están llenas de secretos, mentiras y chantajes dentro de los círculos del poder político y económico, donde nada es lo que parece ser, pero en los que todos los protagonistas están involucrados para bien o para mal, en lo que representa un sistema legal corrompido y al servicio de los más astutos.
Los Reyes de la Calle tiene grandes escenas de acción y algunos momentos de humor, tal vez involuntario, como en las que el cinismo campea en las conversaciones. Por ejemplo cuando el detective Ludlow pregunta ingenuamente a su jefe el comandante Jack Wander (Forest Whitaker): ¿Y qué pasó con lo de “encerrar a los malos”?, Éste le responde lacónicamente: “Todos somos malos”. Tal es la ideología –que si no fuera tan alarmante sería hilarante- con la cual se justifica la perversión policíaca, que pareciera encarnar a la perfección la máxima hobbesiana de que el hombre es el lobo del hombre.
A pesar de que la cinta tiene un aire de déjà vu (es como la gemela de Los Angeles al Desnudo) no deja de ser interesante y entretenido ver a Reeves crecer como actor y además corretear con su Charger negro deportivo a punto de atropellar a unos peatones y matando salvajemente a los criminales, a Whitaker mostrando una vez más sus facultades histriónicas como el cerebro que mueve los hilos policiacos a placer, a Hugh Laurie en un papel diferente al del Dr. House, pues resulta curiosa su aparición como el capitán Biggs, de asuntos internos de la policía, en el hospital en el que Ludlow es atendido por su novia enfermera (Martha Higareda, en un papel discreto que representa su incursión en Hollywood), como si fuera un guiño a su famoso personaje.
También es sorpresivo el papel de Chris Evans (Johnny, el simpático antorcha humana de Los Cuatro Fantásticos) como el detective Diskant quien al final paga su novatez de manera trágica.
Lo que resulta realmente disfrutable es que la cinta propone una desmitificación de la sociedad norteamericana como paladina de la legalidad y el respeto a las normas civiles: todos los policías, salvo excepciones, están sistemáticamente coludidos en una cínica corrupción que ciega e inútilmente atina sólo a acumular dinero en una pared (algo que tampoco es creíble entre los corruptos de verdad: éstos seguramente cuentan con asesores en inversiones y ese tipo de cosas).
David Ayer es un joven director que ha trabajado en el guión de cintas como Rápido y Furioso (Rob Cohen, 01), SWATT (Clarck Johnson, (03) y Dark Blue (Ron Shelton, 03), y ha dirigido Harsh Times (06), y Mafia Cop (08). Como puede verse, son cintas en las que, a partir de las novelas de autores como James Ellroy o Elmore Leonard, las actividades policiales y su corrupción son elementos comunes, ya sea en la ciudad de Los Angeles o en la de Nueva York.
Como espectáculo, la cinta funciona muy bien. Como crítica social resulta puntillosa si se le sabe ver el ángulo. No deje de verla de cualquier manera.
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Sunday, April 06, 2008
Control
El lunes triste de Ian Curtis
Ricardo Martínez García
El trabajo de los actores que interpretan a los músicos (Joe Anderson, James Anthony Pearson y Harry Treadaway) incluyó que aprendieran a ejecutar las canciones de Joy Division, con lo que la cinta gana enormemente en autenticidad: las escenas de las presentaciones no son mímica sino reales. De hecho, Riley y sus compañeros actores interpretaron y grabaron Transmission para el soundtrack.
Ricardo Martínez García
Anton Corbijn, fotógrafo de Joy Division en su momento y ahora director de la película sobre Curtis, Control (07), presenta los momentos clave de la vida de este malogrado y extraordinario artista, momentos de una expresividad tal vez demasiado sincera y hasta brutal.
Ian Curtis estaba a punto de salir de gira por los Estados Unidos con Joy Division, pero finalmente decidió el 18 de mayo de 1980 que él no quería ir ni a la gira ni a ningún lado más. El momento culminante de su corta carrera musical había llegado, lo que representaba de manera contradictoria haber alcanzado el éxito pero también el arribo del completo descontrol.
Basada en el libro Touching from a Distance, Ian Curtis & Joy Division, escrito por la viuda de Curtis, Deborah, la película muestra la forma en que el cantante y también compositor a los veintitrés años ve destruida su vida, o al menos tal como él la entendía: se sentía atrapado entre el agradecimiento a su esposa y el amor inspirado por una bella amante, pero además muestra el papel tan fundamental que tuvieron sus ataques de epilepsia -los cuales lo trastornaban cada vez más- y la pérdida de control en forma de alienación que debido a su estado mental experimentaba de sí mismo en público.
La influencia musical de David Bowie, Lou Reed, los Sex Pistols e Iggy Pop, así como la transformación del nombre de su banda Warsaw en Joy Division quedan establecidas al comienzo de la película, cuyas partes musicales son muy gozosas y se convierten en poderosas e hipnotizantes presentaciones en vivo, donde Curtis hacía gala de movimientos corporales muy intensos y hasta violentos.
Sam Riley, de veintisiete años, además del actor que da vida a Curtis en la cinta, es el cantante del grupo originario de Leeds llamado 10,000 Things y su voz es bastante parecida a la de Ian.
Curtis era un hombre capaz de recitar a Wordsworth y de escribir letras profundas inspiradas con un gran sentido poético, intensamente desesperadas y tristes. Tales características líricas, sumadas a un estilo musical único –producto de sus compañeros, que luego formarían el legendario New Order- dieron por resultado que en menos de tres años el grupo (77-80) alcanzara cierto nivel de fama y reconocimiento.
El rock de Joy Division es esencial y básico, prácticamente sin arreglos: los instrumentos suenan crudos y directos, descarnados pero potentes. Con todo, el estilo que desarrollaron los hizo sonar tan diferentes a los demás grupos punks británicos (Buzzcocks, Sex Pistols, The Clash) que parecía que inauguraban una nueva clasificación musical.
El trabajo de los actores que interpretan a los músicos (Joe Anderson, James Anthony Pearson y Harry Treadaway) incluyó que aprendieran a ejecutar las canciones de Joy Division, con lo que la cinta gana enormemente en autenticidad: las escenas de las presentaciones no son mímica sino reales. De hecho, Riley y sus compañeros actores interpretaron y grabaron Transmission para el soundtrack.
El trabajo actoral de Riley y de Samantha Morton como Debbie es verdaderamente destacable desde el punto de vista dramático: convencen al espectador de estar viendo una tragedia amorosa anunciada desde su gestación: la extrema juventud del matrimonio y la exposición al éxito y la fama fueron elementos vitales que Curtis, compositor con momentos de inspiración geniales y dueño de gran sinceridad, no logró mantener bajo control. El problema o trauma de Curtis –tal vez originado por él mismo cuando a manera de travesura y junto con un compañero tenía por costumbre robar e ingerir pastillas de cualquier tipo- se manifiesta en su cada vez más intensa y frecuente introspección, expuesta magistralmente por Riley. El papel de Debbie como la esposa engañada y despechada es más convencional pero no menos intenso en la interpretación de Morton.
La vida personal de Curtis, de acuerdo con la película, se reflejaba en sus canciones: mientras peor se sentía, más tristes y desesperadas eran sus letras. Irónicamente dos de sus piezas más famosas fueron She´s lost control y Love will tear us apart.
La cinta, filmada en blanco y negro, de textura ligeramente granulada, es una delicia para el melómano que conoce el trabajo –escaso- de Joy Division, y una excelente introducción a su obra para aquellas generaciones que apenas nacían cuando la banda tuvo su lunes triste, (nombre del que tal vez sea el hit más memorable de New Order: Blue Monday) al ser ése el día en que Curtis decidió que no quería continuar con el descontrol de su vida.
Se trata de un excelente trabajo biográfico, dramático y musical que ha comenzado a cosechar premios y completamente recomendable.
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Wednesday, April 02, 2008
De la serie Puros Cuentos
Crónica de dos tardes calurosas
Ricardo Martínez García
1
En verdad que hace calor este día, tanto así que no se apetece siquiera salir al patio del edificio.
Ricardo Martínez García
1
La figura del francés Sebastián Castella está caracterizada por su juventud, esbeltez y abundante cabellera. Bien podría encarnar a Howl, el del Castillo Vagabundo, o al Rémy de las animaciones japonesas. Sin dejar de ser guapo, tiene un aspecto de garçon de muelle del Mediterráneo, pero a la vez poseedor de una enorme gracia y agilidad de movimientos.
Con su primer toro, encontrándose ya en el último tercio de lidia, Castella –de quien algunos dicen que es el mejor torero del mundo en el presente- hace gala de control y valentía: parece que coquetea o hipnotiza al toro: tan suaves y delicados son sus audaces movimientos con la muleta. La flema que le da a cada natural, con diferentes pases y recortes, como jugando con el toro pero sin menospreciarlo en ningún momento, resulta verdaderamente deliciosa.
La proximidad entre el torero y el astado queda asentada por la sangre que macula la taleguilla que viste el franco, quien parece conocer de toda la vida al morlaco. La cercanía entre el diestro y este testigo queda establecida por los diez metros entre el sitio principal de su faena y mi sucio lugar en la tercera fila. La tarde me fue propicia ante el inesperado espectáculo.
En comparación, el trabajo del Zotoluco –quien junto con Garibay comparte este día ruedo con Castella en la Silverio Pérez- resulta algo tosco aunque no menos valiente ni arriesgado. Es como una lucha entre un rudo y un técnico: arrojo y audacia de ambos lados, finura, técnica y delicadeza del lado francés.
-Es muy bueno, ¿no?-, comenta Mark mientras me pasa la bota con vino. Jules, nuestro mecenas, conversa animadamente con un señor que tiene toda la pinta de ser ganadero.
-¡Es impresionante!, ¿ya viste cómo tiene sangre en la pierna?-, pregunto a mi vez.
-Sí, casi monta al toro. Y todo al natural, sin aspavientos ni falsas poses como otros que hemos visto.
Pues sí, Castella es tan auténtico que su toreo fluye artesanalmente a la vista de todos.
Con su primer toro, encontrándose ya en el último tercio de lidia, Castella –de quien algunos dicen que es el mejor torero del mundo en el presente- hace gala de control y valentía: parece que coquetea o hipnotiza al toro: tan suaves y delicados son sus audaces movimientos con la muleta. La flema que le da a cada natural, con diferentes pases y recortes, como jugando con el toro pero sin menospreciarlo en ningún momento, resulta verdaderamente deliciosa.
La proximidad entre el torero y el astado queda asentada por la sangre que macula la taleguilla que viste el franco, quien parece conocer de toda la vida al morlaco. La cercanía entre el diestro y este testigo queda establecida por los diez metros entre el sitio principal de su faena y mi sucio lugar en la tercera fila. La tarde me fue propicia ante el inesperado espectáculo.
En comparación, el trabajo del Zotoluco –quien junto con Garibay comparte este día ruedo con Castella en la Silverio Pérez- resulta algo tosco aunque no menos valiente ni arriesgado. Es como una lucha entre un rudo y un técnico: arrojo y audacia de ambos lados, finura, técnica y delicadeza del lado francés.
-Es muy bueno, ¿no?-, comenta Mark mientras me pasa la bota con vino. Jules, nuestro mecenas, conversa animadamente con un señor que tiene toda la pinta de ser ganadero.
-¡Es impresionante!, ¿ya viste cómo tiene sangre en la pierna?-, pregunto a mi vez.
-Sí, casi monta al toro. Y todo al natural, sin aspavientos ni falsas poses como otros que hemos visto.
Pues sí, Castella es tan auténtico que su toreo fluye artesanalmente a la vista de todos.
2
En verdad que hace calor este día, tanto así que no se apetece siquiera salir al patio del edificio.
-¡Me opongo!-, exclamó Erny, el ingeniero de sistemas, tan pronto como le respondí sobre lo que haría el domingo por la tarde. Siempre preguntaba lo mismo y yo siempre temía lo mismo: que me fuera a invitar a algún lado.
-¿A qué te opones, a que vaya a la Plaza de Toros?-, contesté algo picado pues no me gusta la idea de que alguien me impida hacer algo.
-No, a que los maten, eso es tortura, es inhumano.
-Siempre hay gente protestando por eso afuera de la Plaza, ¿has ido alguna vez a una corrida?
-¡Claro que no!, pero eso no significa que no sepa lo que es.
-Bueno-, dije, con cierto fastidio, –¿No te parece que tu vehemencia en contra del toreo es digna de mejores causas? ¿Por qué no protestar por cómo son tratados y sacrificados los cerdos, o los pollos, o las focas en Canadá? O mejor por la situación de ciertos pueblos humanos. ¡Ahora mismo muere gente en Irak o en Afganistán, cuyas poblaciones han sido invadidas por las fuerzas imperiales de los Estados Unidos y sus aliados y son masacrados con armas sumamente sofisticadas! O para no ir tan lejos, en México las condiciones de vida de millones de personas son paupérrimas y no veo a nadie protestando, ¿sabes por qué?, porque lo consideran de lo más natural del mundo y además ¡porque a nadie le importa! En cambio, los bien pensantes (como tú, pensé en decirle, pero me contuve), los que cuentan con gran conciencia moral, que abarca el mundo natural y el social, consideran que es horrible y de mal gusto que se toree a unos animales estupendos como esos astados de raza, criados especialmente para la lidia, sin darse cuenta de que esos animales han tenido mejor vida que mucha gente pobre, en cuanto a cuidados y alimentación al menos, lo cual no deja de ser paradójico. ¡Hay muchas cosas inhumanas que no conmueven a nadie!
-¿A qué te opones, a que vaya a la Plaza de Toros?-, contesté algo picado pues no me gusta la idea de que alguien me impida hacer algo.
-No, a que los maten, eso es tortura, es inhumano.
-Siempre hay gente protestando por eso afuera de la Plaza, ¿has ido alguna vez a una corrida?
-¡Claro que no!, pero eso no significa que no sepa lo que es.
-Bueno-, dije, con cierto fastidio, –¿No te parece que tu vehemencia en contra del toreo es digna de mejores causas? ¿Por qué no protestar por cómo son tratados y sacrificados los cerdos, o los pollos, o las focas en Canadá? O mejor por la situación de ciertos pueblos humanos. ¡Ahora mismo muere gente en Irak o en Afganistán, cuyas poblaciones han sido invadidas por las fuerzas imperiales de los Estados Unidos y sus aliados y son masacrados con armas sumamente sofisticadas! O para no ir tan lejos, en México las condiciones de vida de millones de personas son paupérrimas y no veo a nadie protestando, ¿sabes por qué?, porque lo consideran de lo más natural del mundo y además ¡porque a nadie le importa! En cambio, los bien pensantes (como tú, pensé en decirle, pero me contuve), los que cuentan con gran conciencia moral, que abarca el mundo natural y el social, consideran que es horrible y de mal gusto que se toree a unos animales estupendos como esos astados de raza, criados especialmente para la lidia, sin darse cuenta de que esos animales han tenido mejor vida que mucha gente pobre, en cuanto a cuidados y alimentación al menos, lo cual no deja de ser paradójico. ¡Hay muchas cosas inhumanas que no conmueven a nadie!
Erny me miraba cada vez con mayor desprecio e incredulidad conforme yo me descosía ante él. Era un buen tipo, amable y gentil en muchos aspectos de la vida cotidiana, pero tenía una idea de sí mismo algo pretenciosa, lo cual lo hacía caer con frecuencia en la necesidad de manipular y controlar a las personas a su alrededor, sobre todo a las que quería de verdad.
No es que yo fuera un verdadero aficionado a la fiesta taurina, pero me cayó mal que apenas le dijera que iba a ir a los toros, de inmediato manifestara una oposición.
-Los toros, la llamada fiesta brava, mi querido Erny -continué en el mismo tono académico- representa una manifestación cultural cuyo origen se remonta a la Antigüedad, y tal como la conocemos se formó a finales del siglo XVII. Tiene un nivel cultural muy arraigado en ciertos sectores de la población en países como España, Francia, Portugal y en algunos de Latinoamérica, es como otras tradiciones que se siguen celebrando, por ejemplo como la de Semana Santa en Iztapalapa y otros lugares. ¿Te imaginas diciéndole a alguien en plena representación de viernes santo“me opongo a que crucifiquen al nazareno” o “es una crueldad que carguen semejantes crucezotas”?
-¡No te pases!-, dijo Erny soltando una carcajada. –Bueno, está bien, pues que disfrutes de tu “fiesta brava” mi Rafa.
-¡No te pases!-, dijo Erny soltando una carcajada. –Bueno, está bien, pues que disfrutes de tu “fiesta brava” mi Rafa.
Se alejó de mí sin siquiera voltear a verme, luego de darme el acostumbrado abrazo.
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