Thursday, April 17, 2008

Crimen sin Perdón

Impunidad y Maltrato Sin Fin
Ricardo Martínez García

De acuerdo con cifras del portal de la BBC Mundo.com, cada año bandas criminales compran y venden alrededor del mundo a unas ochocientas mil personas, mujeres y niños principalmente, con fines sexuales, generando ganancias cercanas a los diez mil millones de dólares. Las redes de dicho tráfico son “globales” puesto que se extienden a todos los continentes e involucran a decenas de países.

Para una niña de alguna colonia perdida en el poniente de la ciudad de México salir a pasear en bicicleta, o para una mujer atractiva tratar de emigrar desde Polonia hacia los Estados Unidos en busca de una “vida mejor”, así como para un jovencito de Tailandia simplemente caminar por la calle puede implicar ponerse al alcance de las garras de estas redes internacionales de tratantes de blancas, las cuales al parecer cuentan con el salvoconducto de ciertas autoridades locales para la realización –casi siempre impune- de sus actividades criminales.

Tal es el argumento de carácter social del cual parte la cinta Crimen sin Perdón (Trade, 07) del director alemán Marco Kreuzpaintner, a partir de un guión escrito por José Rivera (nominado a varios premios por su trabajo en la cinta de Walter Salles Jr. Diarios de Motocicleta) basado a su vez en el reportaje de Meter Landersman The girls next door, escrito para la New York Times Magazine.

Adriana (Paulina Gaitán) recibe una bicicleta como regalo de cumpleños por parte de su hermano Jorge (César Ramos), quien se dedica junto con sus cuates a timar a turistas gringos en el Centro de la ciudad, haciendo alarde de su buen inglés. Adriana sale a la calle a estrenar su regalo y es fácilmente raptada y conducida a los Estados Unidos junto con Verónica (Alicja Bachleda), atractiva polaca engañada por una agencia “de empleos” que la lleva directamente a caer en poder de una banda de traficantes de seres humanos con sede en la Ciudad de México y ser violada y golpeada.

En el intento por rescatar a su hermana y seguir al vehículo que conduce al grupo de raptadas hasta Juárez, Jorge entra en contacto con el policía Ray (Kevin Kline) quien lo ayudará a liberar a Adriana, luego de convencerse de que Jorge no es un mojado más. Ray había ido a Juárez en busca de alguna pista que lo conduzca al paradero de su hija raptada diez años atrás pero sus pesquisas no son nada alentadoras.

La película se siente débil en ciertos elementos dramáticos e incluso cae en un humor involuntario, como aquel donde uno de los secuestradores reza un Ave María frente a una cruz en pleno cerro antes de cruzar la frontera con sus víctimas, o como cuando Ray se da cuenta de que la jefa de los traficantes (Kate del Castillo) bien podría ser su hija, pues tiene los ojos color verde (¡pupilentazo de Kate!).

El retrato de la Ciudad de México que propone la cinta es hasta cierto punto convencional: escenas de la Merced con prostitutas de la calle de la Soledad dando vueltas frente a posibles clientes o simples mirones, o el retrato de lugares desolados que ni mandados a hacer para escenificar asaltos y que parecen ser los escenarios cotidianos del crimen en esta gran ciudad.

Es destacable el trabajo actoral de César Ramos y Paulina Gaitán, así como la de Alicja
Bachleda. Kline realiza un trabajo cumplidor como detective cool y generoso que hace lo que puede al darse cuenta de que la justicia gringa es muy capaz de no hacer nada por rescatar a una niña mexicana si con esa omisión logra atrapar a los verdaderos peces gordos.

Lejos de ser un documental que trata seriamente el problema del tráfico de personas en el mundo, la película da la impresión de ser como una simple narración anecdotaria –e improbable en el caso de Jorge y el rescate a su hermana- de algunos sucesos de este tipo. Algo le falta a la cinta de Kreuzpaintner que no logra cuajar del todo, aún contando con el apoyo de Kevin Kline.

Más que concientizar a la gente sobre el peligro que corren las mujeres de cualquier parte del mundo, la cinta dramatiza sobre el rescate de al menos una de las víctimas que corrió con suerte, pero ¿y las demás que quedan en el camino, las que deciden salir de tal infierno por la puerta falsa o las que se resignan y trabajan para que otros enriquezcan? Ahí está el verdadero meollo del asunto.


Al menos, sabemos que hay grandes posibilidades de que la policía no haga nada por ellas, lo cual es un conocimiento desolador.

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