Ricardo Martínez García
Más allá de un relato fílmico sobre
un personaje surgido del cómic, Birdman o la Inesperada Virtud de la
Ignorancia es un relato sobre la introspección que realiza el
personaje protagónico, pero a la vez, y a partir de un manejo
adecuado de las técnicas fílmicas, es una reflexión del propio
realizador fílmico sobre su trabajo y todo lo que se relaciona
directamente con él.
En medio de secuencias que fluyen
constante y vertiginosamente desde las entrañas de un teatro y hasta
el escenario, a veces siguiendo a un personaje, a veces
adelantándosele, vemos al veterano actor Riggan (Michael Keaton)
entablando una conversación consigo mismo, o con su álter ego, del
cual le resulta difícil ya desmarcarse. Ante la inminencia del
estreno de una obra escrita por él mismo, Riggan realiza un
ejercicio de introspección que lo lleva casi a abandonarse de sí
mismo completamente.
Alejandro González Iñárritu explora
y explota el aspecto más actoral y teatral del gran equipo que ha
conjuntado. Vemos así duelos de actuaciones entre Michael Keaton y
Edward Norton, a veces con intencionadas sobreactuaciones, entre
Norton y Emma Stone, entre Keaton y Naomi Watts, etc. Los momentos
climáticos están resaltados por la exuberancia de una batería
precisa y poderosa, tocada por Antonio Sánchez
El resultado de esta interminable
interacción pudiera parecer caótica, como lo es a veces esa
búsqueda de sí mismo que Riggan se propone y desea alcanzar, así
como poner en orden su vida sentimental, su trabajo y sus
aspiraciones. En esa búsqueda, la realidad se confunde con la
ficción o la fantasía, algo que tienen en común las obras
teatrales como las cinematográficas (como cuando alguien pregunta
“¿Es esto real o están filmando una película?”, que para el
caso da lo mismo).
Con una sobresaliente actuación de
Keaton, Birdman al final parece encontrarse a sí mismo y puede volar
de verdad.
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