¡Documental Enfermizo!
Ricardo Martínez García
Michael Moore lo vuelve a hacer: pone el dedo en una de las llagas purulentas de la vida política y social de Estados Unidos, generando nuevamente polémica alrededor de su persona.
A pesar de que su modus operandi cinematográfico es bastante conocido, con documentales provocativos que van de ritmos irregulares y momentos aburridos, a otros muy dinámicos y divertidos, nos ofrece en Sicko (07) una sorprendente visión crítica del sistema de salud en su país, en manos de compañías de seguros médicos privados que son todas como hermanas… pero del tenebroso Conde Drácula.
Cada vez que las grandes desgracias nacionales de Estados Unidos son ejemplificadas con casos particulares, como cuando una persona no tiene seguro y tiene que pagar fortunas para atenderse (y que lo obligan a decidir cuál de los cercenados dedos que tiene deben reimplantar los doctores), o peor, cuando sí tiene seguro con cobertura total y no le autorizan los pagos, o se lo autorizan pero luego se lo quieren cobrar (como una señora que tenía un tipo de cáncer), la fuerza de la denuncia pareciera caer más en el sentimentalismo o en la lástima que en la propia fuerza de los hechos.
Michael Moore es un investigador serio y riguroso –como puede verse en sus libros, en los que muestra puntualmente sus fuentes, o en sus filmes, donde con documentos y grabaciones demuestra la veracidad de lo que dice- pero que ofrece los resultados de su labor con tonos irónicos y humorísticos. Hay personas que seguramente no sabrán distinguir si está de guasa o va en serio.
Tal vez esa es la razón por la que Moore sea a la vez odiado, vilipendiado, que querido y homenajeado. Y con esa ambigüedad es como el espectador ve sus documentales.
La intención de Moore en Sicko es, como en sus anteriores trabajos, traer a la conciencia del espectador medio –en primera instancia a sus propios paisanos, pero cada quien debe juzgar lo que observa de acuerdo a su nacionalidad- algunas graves situaciones que ocurren en su entorno pero que se diluyen en la indiferencia social.
La estrategia de Moore puede ser chocante, pero no se puede dudar de que es efectiva. A nadie le agradan las comparaciones, sobre todo si son para mostrar defectos, y el regodeo que el documentalista utiliza al llevarnos en un paseo por los sistemas universales médicos de Canadá, Gran Bretaña, Francia y finalmente Cuba sólo pueden hacer sonrojar a los contribuyentes gringos (y hacer que deseáramos haber sido franceses).
“¿Quiénes somos?” se pregunta Moore, luego de ver las bondades de esos sistemas médicos eficientes y humanos. La respuesta no puede ser más ilustrativa: ellos son la nación más poderosa del mundo, pero también son los más egoístas y voraces capitalistas, preocupados enfermizamente por la pura y absoluta ganancia. Pero ¿cómo fue que las cosas son así y desde cuándo?, cuestiona nuevamente el realizador de Fahrenheit 911.
La grabación en donde un asesor ejecutivo le explica al presidente Richard Nixon cómo va a funcionar el nuevo sistema de seguros médicos privados que están a punto de autorizar no tiene desperdicio: el asesor le dice que con el nuevo sistema de lo que se trata es de captar más asegurados y ofrecer menos servicios, lo que se busca es reducir costos y aumentar ganancias, a lo que Nixon responde con un escueto “bien”, y luego lo vemos anunciando el nuevo sistema como la gran panacea, en una escena que muestra un cinismo del tamaño del mundo (y algo parecido ocurrirá con el propio Bush, naturalmente).
Hillary Rodham Clinton alguna vez propuso, siendo Primera Dama, la creación de un seguro médico universal y con ello se echó encima tanto a empresas farmaceúticas como a las compañías de seguros (Kaiser Permanente, Cigna, Aetna, Humana, entre las más fuertes) y tuvo que desistir. Tiempo después algunas de esas compañías son las que han aportado grandes donativos a sus campañas políticas. ¡Las vueltas que da la vida de una demócrata!
¿Cómo es posible que actos así ocurran en el país que ostenta el título de “primera y única potencia democrática”? La diferencia con otras democracias capitalistas como la francesa o la británica está en que la “democracia americana” no conoce –o aborrece- el significado de la palabra solidaridad, como bien se lo hace ver a Moore un ciudadano británico que le explica desde cuándo su país adoptó el Servicio de Salud Nacional, el NHS, fundado en 1948.
En Estados Unidos mucha gente no se siente satisfecha con lo que tiene, teoriza otro británico, joven médico que trabaja para la NHS y dueño de una bella casa y un Audi; “quieren más de una casa, más de un auto” y eso los obliga a sacar dinero de donde sea.
Rescatando a los rescatistas
El momento de mayor provocación llega con las insólitas escenas de unos rescatistas que participaron como voluntarios (no reconocidos oficialmente por las autoridades, pues no estaban “en nómina”) en el atentado del 11-S, abordando unas lanchas con dirección a la tierra de Castro.
Estos bomberos y rescatistas que quedaron mal a causa de su presencia en la zona cero no cuentan con seguros médicos; Moore los convence de ir a la base norteamericana de Guantánamo a exigir al menos la misma atención médica que dan a los detenidos de Al-Qaeda. No son recibidos por nadie.
Para no desaprovechar el viaje, se hacen atender en un hospital cubano, con grandes resultados en el plano médico y humano, además de recibir un homenaje por parte de un cuerpo de bomberos en la Habana, algo que podría hacer pasar vergüenza a más de uno en la alcaldía de Nueva York.
En su página web (www.michaelmoore.com) el realizador propone una receta para el cambio: 1. Cada residente de los Estados Unidos debe contar con un seguro médico universal, gratuito y de por vida. 2. Todas las compañías de seguros médicos deben ser abolidas, y 3. Las compañías farmacéuticas deben ser estrictamente reguladas por el interés público. ¡Se vale soñar, doctor Moore!
No comments:
Post a Comment