Feliz Navidad con The Mexican Elvis
Ricardo Martínez García
El hecho de que El Rey del Rock and Roll Elvis Presley haya fallecido hace 29 años no significa que no se pueda disfrutar un show que recrea todo su estilo. Y eso es precisamente lo que El Vez, nacido Robert Lopez, ofrece a sus fans: el autoproclamado Elvis Mexicano ofrece en escena toda la parafernalia, la sensualidad y el mejor rock que caracterizaron a Presley.
Lopez, quien fue vocalista y guitarrista de la banda punk originaria de San Diego, The Zeros, se ha presentando desde finales de los ochenta como uno de los mayores personificadores del ídolo del rock and roll mundial, pero aportando ese sabroso ritmo del que sólo los latinos hacen gala (¡pero bien que disfrutan los güeros!).
La imagen y sonido del mariachi que frecuentemente usa –traje de charro con vivos rojos y verdes y a la Guadalupana en la espalda- combinada con el vestuario multicolor del que gustaba Elvis (quien nació en Mississipi en 1935 pero vivió a partir de los trece años en Memphis Tennesee), han hecho de sus presentaciones en vivo todo un acontecimiento, sobre todo, claro está, entre los chicanos y paisanos tanto de San Francisco, Los Angeles y Nueva York.
Todo un combo
Desde hace más de 25 años El Vez se ha presentado en gran parte del territorio de EUA, ha visitado algunas ciudades de Canadá, Alemania, Australia, España, Noruega, Dinamarca y de la Gran Bretaña pero, siendo el Elvis Mexicano, no ha tenido a bien hasta ahora visitar territorio nacional. Aunque todavía no se ha muerto, habrá que estar pendientes.
La coreografía de las El Vettes, formada en diferentes momentos por Priscilita, Lisa Maria, Que Linda Thompson y Gladysita, ha sido un magnífico acompañamiento al rock and roll de El Vez y su banda, The Spiders from Memphis.
El punk que tocaba con la banda ya mencionada, The Zeros, y en Catholic Discipline, donde actuó con Prhanc, lesbiana judía que haría carrera en los ochenta y noventa como cantante de Folk, se enriqueció con diferentes influencias musicales, además de la obvia, entre las que se encuentran David Bowie, José Feliciano, Public Image Limited, Rod Stewart, Santana y los Beastie Boys, y también la música norteña al estilo del Flaco Jiménez.
El resultado total de esta mezcla es un rockabilly que suena a veces al Rockpile de Nick Lowe y Dave Edmunds, otras recuerda a los Stray Cats, a nuestros bien conocidos Botellita de Jerez o a los Lobos. Con éstos últimos comparte lugar de residencia: el lado este de Los Angeles.
El orgullo de El Vez
Un día, siendo curador en una galería de arte en Los Angeles llamada “La Luz de Jesus Gallery” especializada en la cultura pop folk, Robert trabajaba en el montaje de una exposición dedicada a Elvis, y se empapó de la personalidad de éste a tal grado que ahí mismo se le ocurrió personificarlo. Y lo hizo tan bien que, en la Elvis Tribute Week en Memphis, ganó una competencia de personificación. Una idea aproximada de lo que son este tipo de competencias nos la ofrece la película 3000 millas a Graceland, protagonizada por Kurt Russel y Kevin Costner. Al principio pensó que personificar a Elvis era sólo ocurrencia de un solo día, pero lo disfrutó tanto que decidió convertirlo en un trabajo permanente.
Más que un mero imitador de Elvis, El Vez toma prestada la imagen del ídolo para manifestar sentimientos e ideas propias, opiniones políticas y crítica social.
En un controvertido disco, G.I. Ay, Ay! Blues (96), se encuentra la canción titulada “Say it Loud! I´m Brown and I´m Proud”, que es un tributo al funk y al color de piel de James Brown. Pero además expresa algunas posturas sobre los inmigrantes. La letra dice más o menos así: “He trabajado todo el día con mis manos y pies/ y todo el tiempo huimos de un gobernador llamado Pete/ el 187 trata de reprimirnos/ eso no pasará justo porque soy moreno/ y lo digo alto! Soy moreno y estoy orgulloso”.
Rock and roll de contenido!
El Vez hace referencia en algunas de sus canciones a los revolucionarios mexicanos, como los zapatistas. Al ritmo de las clásicas piezas del rey Elvis, canta por ejemplo “Immigration time”, con el ritmo de “Suspicious Minds”. En medio de una jocosa ironía la letra dice “I've got my green card...I want my gold card” (“he obtenido mi tarjeta verde, quiero mi tarjeta dorada”).
Títulos de canciones como Frida`s Life of Pain, Soy un Pocho, Malinche, Go, Zapata Go!, Chicanísima o Huareches Azules, cantadas entre español e inglés, dan una idea de los temas que más le gustan a este músico. Lo mismo sucede con los títulos de sus álbumes: Fun in espanol, Graciasland, Merry Me X-Mas, Never been to Spain (Until now) y Pure Aztec Gold.
En una entrevista con Judi Blackwell para metroactive.com, Lopez señaló que “Elvis es el rey del sueño americano. Y yo quiero mostrar a mi audiencia que no tienes que ser un varón blanco para alcanzarlo. Esto lo hago desde la luz del show-biz, pero con toda la seriedad al mismo tiempo. Es sobre el orgullo chicano. Cuando la gente acude a ver un show de El Vez, deseo que ellos se encuentren felices de ser mexicanos, incluso si ellos no lo son”.
">Vínculo
Tuesday, December 26, 2006
Monday, December 11, 2006
Las peregrinaciones
Todos a la fiesta Guadalupana
Ricardo Martínez García
Para Karla, en su cumpleaños
En vísperas del día doce de diciembre, las carreteras del país son recorridas por miles de peregrinos para visitar el santuario más importante de América Latina: la Basílica de Guadalupe.
Mucho después de la hora prevista hacen su aparición en el atrio del templo los corredores, todos perfectamente uniformados con pants azul oscuro. Ordenadamente y en procesión se enfilan hacia la pequeña capilla guadalupana ubicada en la entrada de esta cabecera de municipio. La capillita es donación don Fausto Meneses, quien participó varios años en la carrera como paramédico junto con su esposa, enfermera. En esta ocasión lo hace sólo su hijo, el doctor Alberto Meneses.
Axochiapan celebra actualmente 460 años de su fundación. Un misionero, Fray Juan de Alameda, lo nombró San Pablo de Axochiapan. La etimología del nombre significa aproximadamente “nenúfares sobre agua”, por las flores acuáticas que tiene la laguna, escasa de aguas este año debido a la falta de lluvias. En la capillita se hace la oración de despedida a la Virgen y los corredores, cincuenta y siete en total, se dividen en tres equipos femeniles y tres varoniles, que se irán turnando a lo largo de casi 250 kilómetros de marcha hasta la ciudad de México.
La noche anterior a la salida, los participantes de la carrera cargan los estandartes y cuadros con la imagen de la Virgen de Guadalupe y salen en procesión de la casa de la mayordoma , doña Reyna Barreno, quien las ha resguardado durante todo un año. Se dirigen al templo de Jesús, donde escucharán una misa especial (y breve). Los precede un grupo de chinelos que bailan al ritmo de la banda y la tambora. El recorrido por la calle es anunciado con el lanzamiento de cohetes que explotan con gran estruendo, generando a gran altura un círculo expansivo de chispas de colores. El estallido de esos cohetes es tan fuerte que resultan aterrorizantes; producen una sensación peculiar de peligro, que a su vez recuerda los accidentes sufridos por explosiones accidentales. Esa es la razón por la que en el templo hay un letrero que sugiere no usar fuegos artificiales.
Durante la misa celebrada por el padre Miguel a manera de bendición de la carrera, los exhorta a dar testimonio de su fe, a saludar a los otros grupos de corredores de Axochiapan –en total hay cuatro grupos, mas uno de ciclistas- donde sea que se los encuentren, y a no tirar basura a lo largo del camino. Sabe muy bien por qué lo dice.
“Cómo no voy a ir a verla, si me cuidó a mi gordo de un accidente mortal” dice don Cándido, participante desde la primera carrera y hasta la fecha y uno de los coordinadores. Todavía recuerda con emoción, mientras me invita a cenar unas picaditas, la manera en que se encomendó a la Virgen morena cuando vio que su pequeño hijo iba a ser aplastado por una llanta suelta de un camión. Su reacción no pudo ser más rápida metiendo el brazo, y aún así su hijo sufrió fractura de tibia y peroné. Agradece a la Guadalupana que sólo fue eso y una costosa operación quirírgica de muchas horas.
“Dejamos todo, trabajo y familia, y nos vamos a verla”, comenta don Antonio Cueto. “Voy a la Basílica a dar gracias por mi hijo, pues cuando nació venía mal y le pedí a la Virgencita que le diera salud”. Algunos testimonios parecen pasar por alto la función mediadora que tiene la Virgen María de Guadalupe, de acuerdo con la catequesis católica, pues es a ella a quien se le piden los favores y no a Dios a través de ella.
En el camino
El grupo de corredores está formado en su mayoría por adolescentes, entre hombres y mujeres. Por sus actitudes se sabe que son alegres o desmadrosos, absortos, evasivos, tímidos, hay algunos que son novios; están también los dispersos y los atletas, o los que tienen mínima condición física. La carrera, no obstante, a todos les pasará la factura.
Avanzamos a buen ritmo, aunque las paradas son frecuentes. Al principio todo resulta divertido. Las chicas son las primeras en correr entre risa y risa, pero pronto el esfuerzo y el sudor anuncian una jornada dura, que conforme transcurre el día se va haciendo larga, eterna. Una chica delgada requiere de alcohol en la frente y manos porque se mareó, aún así no deja de sonreír. En su primer turno un joven robusto y alto recibe algunas curaciones en la rodilla raspada que se le hincha, luego de una caída. Quedan los dos fuera de la jugada por un rato.
El contraste entre los que tienen en turno correr y los que esperan a que les toque, es que éstos viajan en dos autobuses. El que transporta a los hombres es de modelo reciente y cuenta con aire acondicionado, tele y reproductor de dvd´s. Los chicos se dan vuelo y piden ver un par de películas, además de la final del fútbol. Algunas chicas aficionadas también aprovechan las paradas para ver e informarse del partido. La gran mayoría desde el principio estaba con el Guadalajara.
Antes del mediodía recorremos el libramiento de Cuautla y el calor comienza a hacerse presente. La diferencia entre una peregrinación y una excursión entre otras es el motivo que las originan. Pero hay de peregrinaciones a peregrinaciones. Las Cruzadas fueron efectivamente una peregrinación pero que perseguía el objetivo de reconquistar Tierra Santa, entonces en poder de los musulmanes, y no sólo visitar esos lugares venerados por igual por judíos, cristianos y musulmanes. Para estos últimos es incluso una obligación peregrinar aunque sea una vez en la vida a La Meca. Otro tipo de peregrinación se realiza como canal para la expiación de alguna falta grave o no, lo que es motivo suficiente para correr descalzo grandes distancias destrozando así los pies, como atestiguamos en Ozumba, o como antaño, para avanzar desde Peralvillo sobre las rodillas.
La gran mayoría de estos jóvenes corredores participan en la peregrinación por conocer la Basílica de Guadalupe y de paso la gran ciudad, porque los invitaron y porque saben que se sufre un rato pero se distraen y viajan.
Llegamos a Amecameca cerca de las cuatro de la tarde; el cielo ahí es nítido y el sol cae pleno, pero el viento es frío e invita a abrigarse. Luego de siete horas en camino se da un par para descansar y comer. A lo largo de la carretera hemos visto muchos peregrinos a pie, en carreras de relevos y en bicicletas. Es el momento ideal para visitar la iglesia y para probar la cecina y la pancita del lugar.
El descanso reconforta, y todos se declaran listos para continuar. A la altura del Bosque de los Árboles de Navidad el tránsito es lento debido a la venta de los arbolitos y la gran cantidad de puestos de adornos navideños. Lugares como El Conejo Loco rebosan de gente que quiere consumir los productos típicos: mixiotes, conejo adobado, café de olla. Hay también miel y amaranto. La noche nos cae encima, y el frío también. A la intemperie, si no se corre o por lo menos se camina, el frío entumece el cuerpo muy pronto.
Poco antes de las ocho llegamos a Chalco cuya carretera que conduce al entronque con la autopista muestra que el embotellamiento no es cosa exclusiva de la capital. Ante esta situación se avanza sin correr hasta la caseta.
En tierra de chilangos
La manda del Grupo de Relevos de Axochiapan es de tres años como mínimo, pero para otros que no peregrinan la manda es diferente: ofrecer café y alimentos gratis a los peregrinos que van por la carretera. Pasando apenas la caseta de cobro de la México-Puebla una familia calienta y sirve café en una enorme olla a todos los que lo apetezcan, también ofrecen mandarinas y son pocos los que dicen gracias.
Desde ese punto continúa la carrera. Nuevamente el tránsito se alenta y no hay indicios para pensar que se deba exclusivamente a las peregrinaciones que entran al DF, ya que esto es normal siempre en domingo. Una hora después llegamos a la avenida Zaragoza, la entrada a la tierra de los chilangos. Hay cualquier cantidad de gente acampando, durmiendo o caminando con sus mochilas a la espalda.
“Pinches chilangos son culeros, pero ahorita se están viendo chidos” exclama el chofer del autobús en tono de broma, al ver en las esquinas los múltiples puestos de sándwiches, café y pan que regalan desinteresadamente las buenas personas a los que van en camino y nosotros no somos la excepción, pues recibimos varias dotaciones. “Por lo menos una vez al año, gastan su buen billete” le contesta alguien. Me gusta pensar que seguramente ignoran mi origen y trato de imaginar las razones de nuestra mala fama, mientras como vorazmente un sándwich y una enorme concha.
A la altura de Guelatao, una imagen muy bien pintada de la Guadalupana en una pared da prueba de la devoción y la calidad de algún grafitero. Aquí el frío es mucho más intenso que en Amecameca y obliga a sacar los abrigos más gruesos.
El Boulevar Aeropuerto está convertido en un auténtico río vehicular, cuya corriente fluye muy lentamente o de plano se estanca. La razón de esta densidad contaminante no es, nuevamente, el peregrinar de muchos vehículos procedentes de Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Morelos o Oaxaca, que efectivamente confluyen en esta arteria, sino las labores que se realizan a mitad de vía, provocando un nefasto cuello de botella. Entre mentadas de madre y cerrones logramos pasar luego de casi otra hora.
Peregrinación o Calvario
Para muchos capitalinos la llegada de los fieles guadalupanos representa una molestia, precisamente por los embotellamientos que se producen, pero lo toleran porque ocurre “sólo una vez al año”. No así los vecinos de las colonias circundantes a la Basílica, que a veces para llegar a sus casas tienen que mostrarle a los policías que cierran sus calles alguna credencial donde aparezca su domicilio.
En Río Consulado, el atrio de una iglesia usado como zona de descanso por muchas personas cubiertas con cobijas presentaba un aspecto como de albergue de damnificados de algún huracán. Tal vez estarían mejor en el interior del templo, pero sus puertas estaban perfectamente cerradas.
Minutos antes de la medianoche llegamos al enorme estacionamiento en que estaba convertida la avenida Ferrocarril Hidalgo. Los dos autobuses y las tres camionetas en que veníamos lograron encontrar un hueco para estacionarse, pero desdichadamente tardaron más en acomodarse que algunas patrullas en llegar a correlos. Los policías esgrimieron el argumento de que, por quejas vecinales, no iban a permitir estacionarse a nadie ahí, cuando evidentemente había cientos de vehículos ya estacionados. “Son doce mil pesos de multa si les quitamos las placas a sus autobuses, mejor vayan a la zona industrial, a unas calles hacia Eduardo Molina” nos advirtió un oficial. Algunos peregrinos recordaron que hace un año le “pagaron” a los policías quinientos pesos para que los dejaran estacionarse. “Nosotros venimos en son de paz, a ver a la Virgen y nos encontramos a estos policías que abusan, en esto termina nuestro peregrinar, en un calvario” comentaron. Finalmente nos movimos y encontramos lugar en la calle de Pelícano.
A la una de la mañana, a contracorriente de los peregrinos, no me dio miedo caminar de regreso a casa. Agradezco profundamente la ayuda de Comunicación Social de la Basílica y a los Coordinadores del Grupo de Relevos de Axochiapan toda su generosa ayuda, especialmente a don Raúl y don Cándido.
Ricardo Martínez García
Para Karla, en su cumpleaños
En vísperas del día doce de diciembre, las carreteras del país son recorridas por miles de peregrinos para visitar el santuario más importante de América Latina: la Basílica de Guadalupe.
Los participantes en la carrera de relevos que desde hace más de treinta años se organiza en Axochiapan, Morelos, fueron citados desde muy temprano el domingo para alistarse en el santuario de Jesús. La temperatura en este municipio colindante con Puebla no le hace honor a la previsión de los frentes fríos sobre gran parte del territorio nacional.
Mucho después de la hora prevista hacen su aparición en el atrio del templo los corredores, todos perfectamente uniformados con pants azul oscuro. Ordenadamente y en procesión se enfilan hacia la pequeña capilla guadalupana ubicada en la entrada de esta cabecera de municipio. La capillita es donación don Fausto Meneses, quien participó varios años en la carrera como paramédico junto con su esposa, enfermera. En esta ocasión lo hace sólo su hijo, el doctor Alberto Meneses.
Axochiapan celebra actualmente 460 años de su fundación. Un misionero, Fray Juan de Alameda, lo nombró San Pablo de Axochiapan. La etimología del nombre significa aproximadamente “nenúfares sobre agua”, por las flores acuáticas que tiene la laguna, escasa de aguas este año debido a la falta de lluvias. En la capillita se hace la oración de despedida a la Virgen y los corredores, cincuenta y siete en total, se dividen en tres equipos femeniles y tres varoniles, que se irán turnando a lo largo de casi 250 kilómetros de marcha hasta la ciudad de México.
Cuestión de fe
Es posible encontrar en todos lados la imagen de la Virgen de Guadalupe: en el parabrisas de los autobuses, en las camisetas y en los cuadros que cargan en la espalda los peregrinos o en las mantas que cubren las camionetas de redilas o autobuses que se ven en el camino.
Es posible encontrar en todos lados la imagen de la Virgen de Guadalupe: en el parabrisas de los autobuses, en las camisetas y en los cuadros que cargan en la espalda los peregrinos o en las mantas que cubren las camionetas de redilas o autobuses que se ven en el camino.
La noche anterior a la salida, los participantes de la carrera cargan los estandartes y cuadros con la imagen de la Virgen de Guadalupe y salen en procesión de la casa de la mayordoma , doña Reyna Barreno, quien las ha resguardado durante todo un año. Se dirigen al templo de Jesús, donde escucharán una misa especial (y breve). Los precede un grupo de chinelos que bailan al ritmo de la banda y la tambora. El recorrido por la calle es anunciado con el lanzamiento de cohetes que explotan con gran estruendo, generando a gran altura un círculo expansivo de chispas de colores. El estallido de esos cohetes es tan fuerte que resultan aterrorizantes; producen una sensación peculiar de peligro, que a su vez recuerda los accidentes sufridos por explosiones accidentales. Esa es la razón por la que en el templo hay un letrero que sugiere no usar fuegos artificiales.
Durante la misa celebrada por el padre Miguel a manera de bendición de la carrera, los exhorta a dar testimonio de su fe, a saludar a los otros grupos de corredores de Axochiapan –en total hay cuatro grupos, mas uno de ciclistas- donde sea que se los encuentren, y a no tirar basura a lo largo del camino. Sabe muy bien por qué lo dice.
“Cómo no voy a ir a verla, si me cuidó a mi gordo de un accidente mortal” dice don Cándido, participante desde la primera carrera y hasta la fecha y uno de los coordinadores. Todavía recuerda con emoción, mientras me invita a cenar unas picaditas, la manera en que se encomendó a la Virgen morena cuando vio que su pequeño hijo iba a ser aplastado por una llanta suelta de un camión. Su reacción no pudo ser más rápida metiendo el brazo, y aún así su hijo sufrió fractura de tibia y peroné. Agradece a la Guadalupana que sólo fue eso y una costosa operación quirírgica de muchas horas.
“Dejamos todo, trabajo y familia, y nos vamos a verla”, comenta don Antonio Cueto. “Voy a la Basílica a dar gracias por mi hijo, pues cuando nació venía mal y le pedí a la Virgencita que le diera salud”. Algunos testimonios parecen pasar por alto la función mediadora que tiene la Virgen María de Guadalupe, de acuerdo con la catequesis católica, pues es a ella a quien se le piden los favores y no a Dios a través de ella.
En el camino
El grupo de corredores está formado en su mayoría por adolescentes, entre hombres y mujeres. Por sus actitudes se sabe que son alegres o desmadrosos, absortos, evasivos, tímidos, hay algunos que son novios; están también los dispersos y los atletas, o los que tienen mínima condición física. La carrera, no obstante, a todos les pasará la factura.
Avanzamos a buen ritmo, aunque las paradas son frecuentes. Al principio todo resulta divertido. Las chicas son las primeras en correr entre risa y risa, pero pronto el esfuerzo y el sudor anuncian una jornada dura, que conforme transcurre el día se va haciendo larga, eterna. Una chica delgada requiere de alcohol en la frente y manos porque se mareó, aún así no deja de sonreír. En su primer turno un joven robusto y alto recibe algunas curaciones en la rodilla raspada que se le hincha, luego de una caída. Quedan los dos fuera de la jugada por un rato.
El contraste entre los que tienen en turno correr y los que esperan a que les toque, es que éstos viajan en dos autobuses. El que transporta a los hombres es de modelo reciente y cuenta con aire acondicionado, tele y reproductor de dvd´s. Los chicos se dan vuelo y piden ver un par de películas, además de la final del fútbol. Algunas chicas aficionadas también aprovechan las paradas para ver e informarse del partido. La gran mayoría desde el principio estaba con el Guadalajara.
Antes del mediodía recorremos el libramiento de Cuautla y el calor comienza a hacerse presente. La diferencia entre una peregrinación y una excursión entre otras es el motivo que las originan. Pero hay de peregrinaciones a peregrinaciones. Las Cruzadas fueron efectivamente una peregrinación pero que perseguía el objetivo de reconquistar Tierra Santa, entonces en poder de los musulmanes, y no sólo visitar esos lugares venerados por igual por judíos, cristianos y musulmanes. Para estos últimos es incluso una obligación peregrinar aunque sea una vez en la vida a La Meca. Otro tipo de peregrinación se realiza como canal para la expiación de alguna falta grave o no, lo que es motivo suficiente para correr descalzo grandes distancias destrozando así los pies, como atestiguamos en Ozumba, o como antaño, para avanzar desde Peralvillo sobre las rodillas.
La gran mayoría de estos jóvenes corredores participan en la peregrinación por conocer la Basílica de Guadalupe y de paso la gran ciudad, porque los invitaron y porque saben que se sufre un rato pero se distraen y viajan.
Llegamos a Amecameca cerca de las cuatro de la tarde; el cielo ahí es nítido y el sol cae pleno, pero el viento es frío e invita a abrigarse. Luego de siete horas en camino se da un par para descansar y comer. A lo largo de la carretera hemos visto muchos peregrinos a pie, en carreras de relevos y en bicicletas. Es el momento ideal para visitar la iglesia y para probar la cecina y la pancita del lugar.
El descanso reconforta, y todos se declaran listos para continuar. A la altura del Bosque de los Árboles de Navidad el tránsito es lento debido a la venta de los arbolitos y la gran cantidad de puestos de adornos navideños. Lugares como El Conejo Loco rebosan de gente que quiere consumir los productos típicos: mixiotes, conejo adobado, café de olla. Hay también miel y amaranto. La noche nos cae encima, y el frío también. A la intemperie, si no se corre o por lo menos se camina, el frío entumece el cuerpo muy pronto.
Poco antes de las ocho llegamos a Chalco cuya carretera que conduce al entronque con la autopista muestra que el embotellamiento no es cosa exclusiva de la capital. Ante esta situación se avanza sin correr hasta la caseta.
En tierra de chilangos
La manda del Grupo de Relevos de Axochiapan es de tres años como mínimo, pero para otros que no peregrinan la manda es diferente: ofrecer café y alimentos gratis a los peregrinos que van por la carretera. Pasando apenas la caseta de cobro de la México-Puebla una familia calienta y sirve café en una enorme olla a todos los que lo apetezcan, también ofrecen mandarinas y son pocos los que dicen gracias.
Desde ese punto continúa la carrera. Nuevamente el tránsito se alenta y no hay indicios para pensar que se deba exclusivamente a las peregrinaciones que entran al DF, ya que esto es normal siempre en domingo. Una hora después llegamos a la avenida Zaragoza, la entrada a la tierra de los chilangos. Hay cualquier cantidad de gente acampando, durmiendo o caminando con sus mochilas a la espalda.
“Pinches chilangos son culeros, pero ahorita se están viendo chidos” exclama el chofer del autobús en tono de broma, al ver en las esquinas los múltiples puestos de sándwiches, café y pan que regalan desinteresadamente las buenas personas a los que van en camino y nosotros no somos la excepción, pues recibimos varias dotaciones. “Por lo menos una vez al año, gastan su buen billete” le contesta alguien. Me gusta pensar que seguramente ignoran mi origen y trato de imaginar las razones de nuestra mala fama, mientras como vorazmente un sándwich y una enorme concha.
A la altura de Guelatao, una imagen muy bien pintada de la Guadalupana en una pared da prueba de la devoción y la calidad de algún grafitero. Aquí el frío es mucho más intenso que en Amecameca y obliga a sacar los abrigos más gruesos.
El Boulevar Aeropuerto está convertido en un auténtico río vehicular, cuya corriente fluye muy lentamente o de plano se estanca. La razón de esta densidad contaminante no es, nuevamente, el peregrinar de muchos vehículos procedentes de Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Morelos o Oaxaca, que efectivamente confluyen en esta arteria, sino las labores que se realizan a mitad de vía, provocando un nefasto cuello de botella. Entre mentadas de madre y cerrones logramos pasar luego de casi otra hora.
Peregrinación o Calvario
Para muchos capitalinos la llegada de los fieles guadalupanos representa una molestia, precisamente por los embotellamientos que se producen, pero lo toleran porque ocurre “sólo una vez al año”. No así los vecinos de las colonias circundantes a la Basílica, que a veces para llegar a sus casas tienen que mostrarle a los policías que cierran sus calles alguna credencial donde aparezca su domicilio.
En Río Consulado, el atrio de una iglesia usado como zona de descanso por muchas personas cubiertas con cobijas presentaba un aspecto como de albergue de damnificados de algún huracán. Tal vez estarían mejor en el interior del templo, pero sus puertas estaban perfectamente cerradas.
Minutos antes de la medianoche llegamos al enorme estacionamiento en que estaba convertida la avenida Ferrocarril Hidalgo. Los dos autobuses y las tres camionetas en que veníamos lograron encontrar un hueco para estacionarse, pero desdichadamente tardaron más en acomodarse que algunas patrullas en llegar a correlos. Los policías esgrimieron el argumento de que, por quejas vecinales, no iban a permitir estacionarse a nadie ahí, cuando evidentemente había cientos de vehículos ya estacionados. “Son doce mil pesos de multa si les quitamos las placas a sus autobuses, mejor vayan a la zona industrial, a unas calles hacia Eduardo Molina” nos advirtió un oficial. Algunos peregrinos recordaron que hace un año le “pagaron” a los policías quinientos pesos para que los dejaran estacionarse. “Nosotros venimos en son de paz, a ver a la Virgen y nos encontramos a estos policías que abusan, en esto termina nuestro peregrinar, en un calvario” comentaron. Finalmente nos movimos y encontramos lugar en la calle de Pelícano.
A la una de la mañana, a contracorriente de los peregrinos, no me dio miedo caminar de regreso a casa. Agradezco profundamente la ayuda de Comunicación Social de la Basílica y a los Coordinadores del Grupo de Relevos de Axochiapan toda su generosa ayuda, especialmente a don Raúl y don Cándido.
Friday, December 01, 2006
Puros Cuentos 2
Fanatismo
Ricardo Martínez García
Las probabilidades de que un juego como éste se diera en la liguilla eran poco probables. La inconsistencia de muchos de los equipos así lo indicaba, para no hablar de la mediocridad y falta de entrega de varios de ellos, especialmente de un equipo capitalino en el deporte más popular del mundo.
A pesar de lo anterior ahí estaban, en la cancha del mayor estadio de la ciudad, en lo que misóginamente se ha dado a llamar “el juego del hombre”, a punto de trenzarse en la gran batalla. El equipo de los rayados había ganado brillantemente a mitad de semana, mientras que el otro equipo, cuyo uniforme es de un color amarillo horrible, tenía esperanza de remontar el marcador adverso en este domingo definitivo.
El ambiente en las gradas era de lo mejor: la multitud de hombres y mujeres contenta y feliz, olvidándose por un rato del bochornoso espectáculo político ofrecido en el congreso y el exagerado despliegue mediático de una toma de posesión presidencial que a muy pocos interesaba, pedía sin parar las botanas y cervezas a diestra y siniestra.
El griterío arreció cuando fueron presentados los jugadores de ambos equipos. El juego comenzó más que movido, con unos amarillos inspirados que dominaron a placer a sus adversarios, que no atinaban mas que a contener difícilmente los avances con balón dominado tanto por las bandas como por el centro de la artillería más cara del torneo. Luego de una elaborada jugada de pizarrón, que no obstante no culminó en gol por la habilidad del portero, éste lanzó un contragolpe a la velocidad del rayo, que para disgusto de los fanáticos amarillos terminó en un bello gol, ejemplo de conducción y juego fácil y directo.
En mi calidad de aficionado neutral en este juego, incluso casi triste al recordar la miserable manera en la que una vez más mi equipo azul favorito se había quedado muy en la orilla, el gol ni me alegraba ni me apesadumbraba, por lo que pude notar, como si estuviera viéndolo en una película, las reacciones de los que me rodeaban.
El éxtasis y satisfacción que una morenaza de magnífica figura manifestó, gritando vivas a todo pulmón era digno de verse, sobre todo por la audacia que implicaba celebrar de tan gozoso modo el gol, rodeada casi completamente de personas vestidas de amarillo, cuyos ojos miraban entre incrédulos y rabiosos su atractiva figura. No menos digna de verse era la reacción de quien se adivinaba su compañera, vestida también de amarillo, con cara de trágame tierra.
La convicción del triunfo mostrada por esa morena era para mí el mejor ejemplo de una fan comprometida con su equipo, nada de medias tintas, ni de timidez a la hora de hacerle saber a todos los colores de qué equipo corría por su sangre. Dicha convicción sólo hizo patente el hastío y la desidia que yo sentía cada vez que acudía al estadio a ver perder a la otrora “máquina” aplanadora, cuyos fracasos me inducían a pensar que era mejor acudir a la plaza de toros, total, para ver cómo les hacían los pases y los olés…era lo mismo.
La morena en cuestión se ganó en segundos mi admiración, pero sobre todo mi imaginación, pues no era fácil pasar por alto su atractivo, enmarcado en un muy ajustado pantalón blanco de mezclilla y una ligera y reveladora blusa rosa, detalles en los que estaba concentrada mi atención cuando un nuevo estallido de júbilo me sacó de mi contemplación. Los rayados volvían a anotar y los detalles de la jugada sólo podrían estar en mi imaginación, si no hubiera estado ocupada. Nuevo salto de alegría, nuevas manifestaciones casi orgiásticas, acompañadas de gritos y silbidos. Muy cerca de ella cayó un vaso semivacío de cerveza, pero ella en su júbilo no se dio por enterada.
El segundo tiempo del partido transcurrió en un ir y venir de la pelota con una intrascendencia tal que se convirtió en la peor aliada del aburrimiento. El único modo de combatir la pesadez del juego que encontraron muchos espectadores era ingerir de manera continua –si el dinero alcanzaba- las sabrosas pero caras cervezas. El término del juego estaba a menos de dos minutos cuando, sin que nadie lo esperara ya, cayó el agónico gol de los amarillos. Lo sorpresivo no fue tanto la anotación, al menos para los que habíamos visto celebrar a la morenaza, sino que ésta festejó con la misma enjundia el gol adverso, o al menos así lo habíamos supuesto. La expresión y gritos de su compañera no dejaron lugar a dudas: “¡Cállate! ¡Tú no sabes nada de fútbol!”.
Ricardo Martínez García
Las probabilidades de que un juego como éste se diera en la liguilla eran poco probables. La inconsistencia de muchos de los equipos así lo indicaba, para no hablar de la mediocridad y falta de entrega de varios de ellos, especialmente de un equipo capitalino en el deporte más popular del mundo.
A pesar de lo anterior ahí estaban, en la cancha del mayor estadio de la ciudad, en lo que misóginamente se ha dado a llamar “el juego del hombre”, a punto de trenzarse en la gran batalla. El equipo de los rayados había ganado brillantemente a mitad de semana, mientras que el otro equipo, cuyo uniforme es de un color amarillo horrible, tenía esperanza de remontar el marcador adverso en este domingo definitivo.
El ambiente en las gradas era de lo mejor: la multitud de hombres y mujeres contenta y feliz, olvidándose por un rato del bochornoso espectáculo político ofrecido en el congreso y el exagerado despliegue mediático de una toma de posesión presidencial que a muy pocos interesaba, pedía sin parar las botanas y cervezas a diestra y siniestra.
El griterío arreció cuando fueron presentados los jugadores de ambos equipos. El juego comenzó más que movido, con unos amarillos inspirados que dominaron a placer a sus adversarios, que no atinaban mas que a contener difícilmente los avances con balón dominado tanto por las bandas como por el centro de la artillería más cara del torneo. Luego de una elaborada jugada de pizarrón, que no obstante no culminó en gol por la habilidad del portero, éste lanzó un contragolpe a la velocidad del rayo, que para disgusto de los fanáticos amarillos terminó en un bello gol, ejemplo de conducción y juego fácil y directo.
En mi calidad de aficionado neutral en este juego, incluso casi triste al recordar la miserable manera en la que una vez más mi equipo azul favorito se había quedado muy en la orilla, el gol ni me alegraba ni me apesadumbraba, por lo que pude notar, como si estuviera viéndolo en una película, las reacciones de los que me rodeaban.
El éxtasis y satisfacción que una morenaza de magnífica figura manifestó, gritando vivas a todo pulmón era digno de verse, sobre todo por la audacia que implicaba celebrar de tan gozoso modo el gol, rodeada casi completamente de personas vestidas de amarillo, cuyos ojos miraban entre incrédulos y rabiosos su atractiva figura. No menos digna de verse era la reacción de quien se adivinaba su compañera, vestida también de amarillo, con cara de trágame tierra.
La convicción del triunfo mostrada por esa morena era para mí el mejor ejemplo de una fan comprometida con su equipo, nada de medias tintas, ni de timidez a la hora de hacerle saber a todos los colores de qué equipo corría por su sangre. Dicha convicción sólo hizo patente el hastío y la desidia que yo sentía cada vez que acudía al estadio a ver perder a la otrora “máquina” aplanadora, cuyos fracasos me inducían a pensar que era mejor acudir a la plaza de toros, total, para ver cómo les hacían los pases y los olés…era lo mismo.
La morena en cuestión se ganó en segundos mi admiración, pero sobre todo mi imaginación, pues no era fácil pasar por alto su atractivo, enmarcado en un muy ajustado pantalón blanco de mezclilla y una ligera y reveladora blusa rosa, detalles en los que estaba concentrada mi atención cuando un nuevo estallido de júbilo me sacó de mi contemplación. Los rayados volvían a anotar y los detalles de la jugada sólo podrían estar en mi imaginación, si no hubiera estado ocupada. Nuevo salto de alegría, nuevas manifestaciones casi orgiásticas, acompañadas de gritos y silbidos. Muy cerca de ella cayó un vaso semivacío de cerveza, pero ella en su júbilo no se dio por enterada.
El segundo tiempo del partido transcurrió en un ir y venir de la pelota con una intrascendencia tal que se convirtió en la peor aliada del aburrimiento. El único modo de combatir la pesadez del juego que encontraron muchos espectadores era ingerir de manera continua –si el dinero alcanzaba- las sabrosas pero caras cervezas. El término del juego estaba a menos de dos minutos cuando, sin que nadie lo esperara ya, cayó el agónico gol de los amarillos. Lo sorpresivo no fue tanto la anotación, al menos para los que habíamos visto celebrar a la morenaza, sino que ésta festejó con la misma enjundia el gol adverso, o al menos así lo habíamos supuesto. La expresión y gritos de su compañera no dejaron lugar a dudas: “¡Cállate! ¡Tú no sabes nada de fútbol!”.
Carlos Castaneda
Un Hombre de Conocimiento
Ricardo Martínez García
Carlos Castaneda es el autor de libros que contienen la insólita mezcla de sentido común y magia, junto con una casi imposible pero a la vez natural combinación de sensatez y misterio, así como elementos de una auténtica filosofía.
Los libros versan sobre un aprendiz de brujo que sin darse cuenta apenas se vuelve él mismo un maestro, y están plagados de anécdotas divertidas las más de las veces, terroríficas otras, pero siempre de amena lectura que nos conducen por senderos que resultan increíbles para nuestro cotidiano vivir.
Con las obras de Castaneda, el lector se ve impulsado a llevar a cabo, para su comprensión, reiteradas revisiones si no es que relecturas completas, dada la complejidad de las ideas expuestas y sus implicaciones. Don Juan Matus, su maestro brujo, le dice que las historias de brujería “no se pueden contar como si fueran cuentos. Tienes que repasarlas, y luego, pensarlas y volverlas a pensar, revivirlas, por así decirlo”.
La reacción más previsible ante las extraordinarias situaciones que cuenta Castaneda es la incredulidad, pues de otro modo nuestra manera de entender y conocer el mundo, sufre un giro total. He ahí lo cautivador pero a la vez lo inquietante de su obra.
Que sea cierto todo lo que narra, sin embargo, puede ser medido por el deseo del lector de convertirse en cómplice del autor: uno quiere creerle porque sus mundos, en interacción y no en oposición aparente con el nuestro habitual, nunca resultan aburridos, por el contrario, es enfrentarse a lo desconocido y a lo que no se puede conocer pero que está ahí.
La percepción, primera clave de la brujería.
Castaneda escribe, a través de lo que asegura son sus experiencias personales vividas con su maestro yaqui que la realidad es mucho más de lo que normalmente percibimos y conocemos, que lo que llamamos “nuestro mundo” es un conjunto múltiple de campos de energía, accesibles sólo a los iniciados llamados guerreros, a través del desarrollo de la percepción, los cuales son entrenados para tal fin por un grupo de “brujos” liderados por un nagual para percibir y actuar en ellos.
Pero la ampliación de la percepción es sólo el primer paso hacia la meta final del “hombre de conocimiento”: la conciencia total, la libertad total.
La tarea más importantes en el aprendizaje de lo que en un principio se maneja como brujería, pero que Don Juan después llama “el camino del guerrero”, es desarrollar o ampliar la percepción del “mundo”; en el caso del propio Carlos, Don Juan implementa dicho desarrollo de dos modos: a través del uso de “plantas de poder”, toloache, peyote y hongos, y la aplicación punto por punto del camino del guerrero.
El primer libro de Castaneda Las enseñanzas de Don Juan se popularizó en los Estados Unidos durante el auge de la cultura hippie, con la característica sicodelia e ideas de amor y paz y unión a la naturaleza. No es de extrañar que muchos hippies vieran en Las enseñanzas de Don Juan y Una realidad aparte, su segundo libro, una manera de experimentar con drogas y alucinógenos.
Cuando Carlos sabía suficiente sobre plantas de poder y sobre lo que sustenta la idea de la ampliación de la percepción, se dio cuenta de que en muchos casos no es necesario su uso; le pregunta entonces a Don Juan por qué le administró tal cantidad de ellas. Su maestro le contesta que en su caso particular fueron necesarias: él estaba muy tieso, muy fijo en su forma única de percibir el mundo, y tuvo que ser ayudado a remover dicha percepción.
“Tenía el punto de encaje casi soldado y él (Don Juan) sabía que sólo con alucinógenos lo podía remover. Pero no hizo lo mismo con otros (aprendices), no les dio ni café. Los alucinógenos valían para mí, pero yo lo tomé como un índice total”, comentó Castaneda en una entrevista que concedió a Arturo García en 1996.
Don Juan le explica a Carlos que el ser humano, a la vista de aquellos que pueden percibir la energía de modo directo, como él, aparece como un objeto ovoide y luminoso; que dentro de ese “huevo o capullo” se encuentra el punto de encaje, centro de la percepción. De lo que se trata es de aprender a mover dicho punto de encaje para percibir otras bandas de la realidad.
El problema está en que los humanos se encuentran tan acostumbrados a una posición del punto de encaje (la que da como resultado la percepción que conocemos, y que puede considerarse social en términos de que es compartida por la gran mayoría, posición con la que todos construimos y mantenemos nuestra “realidad” u orden social) que les cuesta trabajo siquiera imaginar cómo sería percibir de otro modo.
El silencio interno, la clave principal
Las plantas de poder sólo son una manera artificial de mover el punto de encaje, el verdadero secreto está en seguir las reglas de conducta que propone la “senda del guerrero” y que consisten en eliminar la importancia personal, con lo que uno logra saberse del mismo valor que cualquier otra criatura, no ser más pero tampoco menos que nadie; en aprender a utilizar a la muerte como consejera, pues la muerte elimina las dudas siempre que las tenemos, o como dice Don Juan, “no tenemos tiempo” qué perder cuando sabemos que el nuestro es limitado, entonces se acaba cualquier duda, no hay de otra mas que la acción.
Romper las rutinas, actuar por actuar, sin esperar nada a cambio, ponerse en contacto y tratar con pinches tiranos –una de las partes más hilarantes de El segundo anillo de poder- son acciones que le dan sobriedad y mesura al guerrero, que tienen como fin la tarea mayor: alcanzar el estado de “silencio interior”, la llave al mundo de los brujos.
El silencio interior sólo es posible si se cuenta con la suficiente energía. Tanto el objetivo de la eliminación de la importancia personal y de todas las estrategias de conducta que propone el “camino del guerrero” tienen como fin la acumulación de la energía a nuestro alcance. Es a esto a lo que Don Juan llama la “impecabilidad”.
“La brujería es el uso especializado de la energía...es la habilidad de usar otros campos de energía que no son necesarios para percibir el mundo que conocemos. La brujería es un estado de conciencia, es la habilidad de percibir lo que la percepción común no puede captar. Lo que estás haciendo es aprender a ahorrar energía”, le dice Don Juan a Carlos en El conocimiento silencioso.
La percepción sólo puede acrecentarse si hay ahorro de energía, energía que el ser humano desperdicia normalmente de la manera más absurda: la desperdicia sintiendo lástima por sí mismo, sintiéndose víctima de los demás, o sintiendo que no hay nadie más importante que él, o la gasta hablando de los demás, dejando que le afecte la opinión que otros tengan de él, o si tiene deseos de dominio o de poder.
Incluso hay brujos que a pesar de haber alcanzado dicho estado de silencio interno, no pudieron sustraerse a sus deseos de poder o de dominio, y se quedaron atrapados en mundos misteriosos, como el de los seres inorgánicos, en la esperanza de obtener grandes conocimientos, que sí los tenían, pero al precio de quedarse en esos mundos, tal como se lee en El arte de ensoñar.
Lo importante es lo que se hace con lo que se conoce.
Cuando un hombre de conocimiento como Don Juan elige a sus discípulos, éstos son puestos en la disyuntiva de aceptar lo que les ofrece el mundo de los brujos o continuar con su vida normal. Aceptar la oferta del mundo de los brujos es aceptar la maravilla de la libertad, del gusto por lo desconocido, es aceptar que no somos más que pequeñas motas de polvo con conciencia, extraviadas en la inmensidad del infinito. Pero el hombre está demasiado ocupado en su vida cotidiana y no hace caso al espíritu.
El nagual –término con el que se conoce al líder de un grupo de guerreros- tiene que usar una serie de estrategias para que el hombre comprenda que lo llama el espíritu, quien “se vio en la necesidad de usar el ardid. Y la treta se transformó en la esencia del camino de los brujos”.
“La raza humana entera no quiere saber nada. Oyen solamente lo que quieren oír”, dice Don Juan en El lado activo del infinito, para explicar que aunque se le indique a alguien cómo puede recuperar la salud, simplemente no lo hace por estar tan amarrado a sus creencias.
Uno puede oír la verdad más grande del mundo, o leerla, pero si no se hace nada con lo que se escucha, o con lo que se lee, sencillamente no cambia nada. Se pueden leer las grandes enseñanzas de los santos cristianos o budistas, o las que sea, pero si no se actúa, sencillamente no pasa nada por más que el espíritu toque al hombre. “La gran tragedia –le dijo Castaneda a Patricia Vega en una entrevista de 1996- es que no queremos cambiar. Don Juan me decía que no podíamos ayudar a nadie, porque si lo haces se enojan, te insultan, te queman, te matan”.
De antropólogo a hombre de conocimiento
La identidad de Carlos Castaneda interesa menos, con todo y su enorme halo misterioso, "que los enigmas que propone su obra", dijo alguna vez Octavio Paz.
El propio Castaneda es quien ofrece datos sobre su vida en algunas de sus obras, sobre todo las primeras y las últimas. Se ha especulado que era de nacionalidad argentina, peruana o brasileña, o que tal vez era mexicoamericano. Lo cierto es que él menciona que vivió en Sudamérica con su abuelo paterno, pocas veces visitado por su padre, que hizo estudios de escultura y de antropología, en Italia y Los Ángeles, que su tesis de doctorado en esta disciplina –que Octavio Paz calificó como el triunfo de la magia sobre la antropología - constituye su primer libro, y que cada uno de ellos fue escrito más como una tarea más de brujería que como un trabajo académico.
En El lado activo del infinito se encuentran detalles de la infancia de Carlos, como cuando su abuelo le enseñó a jugar billar y se volvió tan bueno que un apostador lo incita a competir contra otros profesionales, pagándole con pasteles y golosinas; además narra cómo fue que Carlos se afana por encontrar a Don Juan, luego de ese primer contacto en la estación de autobuses de Arizona.
Carlos era un hombre insatisfecho; no se encontraba cómodo consigo mismo ni nada lo llenaba en su vida hasta que, al estar recolectando información para su tesis sobre el uso de plantas alucinógenas que usan los indios del norte de México, en lo que él llamaba “investigación de campo”, se encontró con Don Juan, al que inicialmente tomó por un indio ignorante. La mirada que éste le lanzó –una mirada de nagual- lo cautivó por completo.
Ese fue el modo en que se topó con la senda del guerrero, que es “un camino con corazón” es decir, un camino que vale la pena de ser seguido porque es el único que conduce a la libertad.
El esoterismo del lado izquierdo
Don Juan lleva a cabo sus enseñanzas, hasta cierto grado, del mismo modo como lo hacían los brujos de la antigüedad: en dos niveles de conciencia: el nivel normal, que corresponde a lo que llama “el lado derecho”, y el nivel de conciencia acrecentado, correspondiente al “lado izquierdo”.
Carlos invirtió mucho tiempo para entender lo que aprendió con don Juan. A partir del quinto libro, El segundo anillo de poder, comienza el registro del trabajo realizado para recordar lo que aprendió en sus estados de “conciencia acrecentada”, estado al que él accedía mediante un certero golpe que le propinaba en la espalda don Juan. Las enseñanzas en ambos lados de la conciencia tienen como fin alcanzar la maestría del estar consciente de ser, enseñar el arte del acecho y la maestría del intento. Todo lo que aprende Carlos sobre los seres inorgánicos, o sobre los brujos de la antigüedad o sobre el inquilino se lleva a cabo en estados de conciencia acrecentada, es decir en el lado izquierdo. Incluso se llevan a veces a cabo en su “ensueño”.
Castaneda escucha por primera vez, en Viaje a Ixtlán, en voz de su benefactor, don Genaro, poderoso e impecable hombre de conocimiento miembro del grupo del nagual Juan Matus, las historias sobre el “soñador soñado” y sobre el viaje interminable “hacia Ixtlán”, que marca de manera poética la entrada definitiva del propio don Genaro al mundo de los brujos. En Relatos de poder, Carlos oye del mismo don Genaro las historias del “doble”, cosa que lo cautiva enormemente, tal como las obras de este antropólogo hombre de conocimiento han cautivado a generaciones de lectores en todo el mundo.
La huella de un brujo
Si podemos considerar la influencia cultural de las obras de Castaneda por su éxito de ventas, tan sólo en Estados Unidos se habían vendido más de 8 millones de libros hasta 1991, con más de 257 reimpresiones de sus obras. A la fecha, nadie sabe a ciencia cierta cuántos libros ha vendido.
Las Enseñanzas de Don Juan, como se ha mencionado, es un informe de sus actividades “de campo”, (o un libro fruto de una tarea de brujería), con el que se tituló como antropólogo en la UCLA, universidad que imprimió originalmente ese texto, y que luego reimprimiría la gigantesca editorial Simon and Schuster. El Fondo de Cultura Económica publicó en México dicha obra. Jaime García Terrés, en aquel entonces director de la editorial y posteriormente amigo de Castaneda, realizó un trato excelente: por mil dólares, consiguió los derechos del libro y lo publicó en castellano, con portada de Leonora Carrington y prólogo de Octavio Paz.
Fue tal el furor causado por Las enseñanzas que en 1973 la revista Time emprendió –sin éxito- una exhaustiva investigación en México, donde sus reporteros buscaron por varios estados de la república pruebas de la existencia de Don Juan. En el número publicado el 5 de marzo de ese año, Time entrevista a Castaneda y publicó las únicas fotos conocidas de él: un close-up de sus ojos y la imagen de cuerpo entero de alguien que, apoyado en un escritorio de la biblioteca de UCLA, lee un libro y se cubre el rostro con un sombrero de paja.
Amigo de José Agustín, Vicente y Alba Rojo. Héctor Manjarréz y Fernando Benítez, a quienes ve en sus visitas a la ciudad de México, muchos creen que el nombre Carlos Castaneda es un seudónimo, pero ¿eso es importante, para un hombre que desea “borrar su historia personal”, que desea “perder la forma humana”? Juan Tovar, traductor de sus primeras cuatro obras, lo describía así: “de estatura menos que mediana, complexión robusta, color moreno, cabello crespo y fisonomía mestiza”.
La editorial Diana (El Don del Aguila, El Fuego Interno y El Conocimiento Silencioso) ha agotado en México cerca de 250 mil ejemplares, y el FCE tiene ventas y reediciones anuales de hasta 20 mil libros de Las Enseñanzas de don Juan, Una Realidad Aparte, Viaje a Ixtlán y Relatos de Poder, que colocan a Castaneda, en cuanto a ventas, a la altura de autores como Octavio Paz o Carlos Fuentes.
Se dice que Castaneda rechazó la oferta que American Express le hizo de un millón de dólares para que anunciara su tarjeta de crédito en un comercial de apenas 15 segundos, y que tampoco permitió que sus obras se llevaran al cine, "para no ver a Antohny Quinn haciéndola de Don Juan".
Bibliografía
Las Enseñanzas de Don Juan (1974)
Una Realidad Aparte (1974)
Viaje a Ixtlán (1975)
Relatos de Poder (1976)
El Segundo Anillo de Poder (1979)
El Don del Águila (1981, traducción de José Agustín)
El Fuego Interno (1985)
El Conocimiento Silencioso (1988)
El Arte de Ensoñar (1993)
La Rueda del Tiempo (2002)
El Lado Activo del Infinito (2003)
Ricardo Martínez García
Carlos Castaneda es el autor de libros que contienen la insólita mezcla de sentido común y magia, junto con una casi imposible pero a la vez natural combinación de sensatez y misterio, así como elementos de una auténtica filosofía.
Los libros versan sobre un aprendiz de brujo que sin darse cuenta apenas se vuelve él mismo un maestro, y están plagados de anécdotas divertidas las más de las veces, terroríficas otras, pero siempre de amena lectura que nos conducen por senderos que resultan increíbles para nuestro cotidiano vivir.
Con las obras de Castaneda, el lector se ve impulsado a llevar a cabo, para su comprensión, reiteradas revisiones si no es que relecturas completas, dada la complejidad de las ideas expuestas y sus implicaciones. Don Juan Matus, su maestro brujo, le dice que las historias de brujería “no se pueden contar como si fueran cuentos. Tienes que repasarlas, y luego, pensarlas y volverlas a pensar, revivirlas, por así decirlo”.
La reacción más previsible ante las extraordinarias situaciones que cuenta Castaneda es la incredulidad, pues de otro modo nuestra manera de entender y conocer el mundo, sufre un giro total. He ahí lo cautivador pero a la vez lo inquietante de su obra.
Que sea cierto todo lo que narra, sin embargo, puede ser medido por el deseo del lector de convertirse en cómplice del autor: uno quiere creerle porque sus mundos, en interacción y no en oposición aparente con el nuestro habitual, nunca resultan aburridos, por el contrario, es enfrentarse a lo desconocido y a lo que no se puede conocer pero que está ahí.
La percepción, primera clave de la brujería.
Castaneda escribe, a través de lo que asegura son sus experiencias personales vividas con su maestro yaqui que la realidad es mucho más de lo que normalmente percibimos y conocemos, que lo que llamamos “nuestro mundo” es un conjunto múltiple de campos de energía, accesibles sólo a los iniciados llamados guerreros, a través del desarrollo de la percepción, los cuales son entrenados para tal fin por un grupo de “brujos” liderados por un nagual para percibir y actuar en ellos.
Pero la ampliación de la percepción es sólo el primer paso hacia la meta final del “hombre de conocimiento”: la conciencia total, la libertad total.
La tarea más importantes en el aprendizaje de lo que en un principio se maneja como brujería, pero que Don Juan después llama “el camino del guerrero”, es desarrollar o ampliar la percepción del “mundo”; en el caso del propio Carlos, Don Juan implementa dicho desarrollo de dos modos: a través del uso de “plantas de poder”, toloache, peyote y hongos, y la aplicación punto por punto del camino del guerrero.
El primer libro de Castaneda Las enseñanzas de Don Juan se popularizó en los Estados Unidos durante el auge de la cultura hippie, con la característica sicodelia e ideas de amor y paz y unión a la naturaleza. No es de extrañar que muchos hippies vieran en Las enseñanzas de Don Juan y Una realidad aparte, su segundo libro, una manera de experimentar con drogas y alucinógenos.
Cuando Carlos sabía suficiente sobre plantas de poder y sobre lo que sustenta la idea de la ampliación de la percepción, se dio cuenta de que en muchos casos no es necesario su uso; le pregunta entonces a Don Juan por qué le administró tal cantidad de ellas. Su maestro le contesta que en su caso particular fueron necesarias: él estaba muy tieso, muy fijo en su forma única de percibir el mundo, y tuvo que ser ayudado a remover dicha percepción.
“Tenía el punto de encaje casi soldado y él (Don Juan) sabía que sólo con alucinógenos lo podía remover. Pero no hizo lo mismo con otros (aprendices), no les dio ni café. Los alucinógenos valían para mí, pero yo lo tomé como un índice total”, comentó Castaneda en una entrevista que concedió a Arturo García en 1996.
Don Juan le explica a Carlos que el ser humano, a la vista de aquellos que pueden percibir la energía de modo directo, como él, aparece como un objeto ovoide y luminoso; que dentro de ese “huevo o capullo” se encuentra el punto de encaje, centro de la percepción. De lo que se trata es de aprender a mover dicho punto de encaje para percibir otras bandas de la realidad.
El problema está en que los humanos se encuentran tan acostumbrados a una posición del punto de encaje (la que da como resultado la percepción que conocemos, y que puede considerarse social en términos de que es compartida por la gran mayoría, posición con la que todos construimos y mantenemos nuestra “realidad” u orden social) que les cuesta trabajo siquiera imaginar cómo sería percibir de otro modo.
El silencio interno, la clave principal
Las plantas de poder sólo son una manera artificial de mover el punto de encaje, el verdadero secreto está en seguir las reglas de conducta que propone la “senda del guerrero” y que consisten en eliminar la importancia personal, con lo que uno logra saberse del mismo valor que cualquier otra criatura, no ser más pero tampoco menos que nadie; en aprender a utilizar a la muerte como consejera, pues la muerte elimina las dudas siempre que las tenemos, o como dice Don Juan, “no tenemos tiempo” qué perder cuando sabemos que el nuestro es limitado, entonces se acaba cualquier duda, no hay de otra mas que la acción.
Romper las rutinas, actuar por actuar, sin esperar nada a cambio, ponerse en contacto y tratar con pinches tiranos –una de las partes más hilarantes de El segundo anillo de poder- son acciones que le dan sobriedad y mesura al guerrero, que tienen como fin la tarea mayor: alcanzar el estado de “silencio interior”, la llave al mundo de los brujos.
El silencio interior sólo es posible si se cuenta con la suficiente energía. Tanto el objetivo de la eliminación de la importancia personal y de todas las estrategias de conducta que propone el “camino del guerrero” tienen como fin la acumulación de la energía a nuestro alcance. Es a esto a lo que Don Juan llama la “impecabilidad”.
“La brujería es el uso especializado de la energía...es la habilidad de usar otros campos de energía que no son necesarios para percibir el mundo que conocemos. La brujería es un estado de conciencia, es la habilidad de percibir lo que la percepción común no puede captar. Lo que estás haciendo es aprender a ahorrar energía”, le dice Don Juan a Carlos en El conocimiento silencioso.
La percepción sólo puede acrecentarse si hay ahorro de energía, energía que el ser humano desperdicia normalmente de la manera más absurda: la desperdicia sintiendo lástima por sí mismo, sintiéndose víctima de los demás, o sintiendo que no hay nadie más importante que él, o la gasta hablando de los demás, dejando que le afecte la opinión que otros tengan de él, o si tiene deseos de dominio o de poder.
Incluso hay brujos que a pesar de haber alcanzado dicho estado de silencio interno, no pudieron sustraerse a sus deseos de poder o de dominio, y se quedaron atrapados en mundos misteriosos, como el de los seres inorgánicos, en la esperanza de obtener grandes conocimientos, que sí los tenían, pero al precio de quedarse en esos mundos, tal como se lee en El arte de ensoñar.
Lo importante es lo que se hace con lo que se conoce.
Cuando un hombre de conocimiento como Don Juan elige a sus discípulos, éstos son puestos en la disyuntiva de aceptar lo que les ofrece el mundo de los brujos o continuar con su vida normal. Aceptar la oferta del mundo de los brujos es aceptar la maravilla de la libertad, del gusto por lo desconocido, es aceptar que no somos más que pequeñas motas de polvo con conciencia, extraviadas en la inmensidad del infinito. Pero el hombre está demasiado ocupado en su vida cotidiana y no hace caso al espíritu.
El nagual –término con el que se conoce al líder de un grupo de guerreros- tiene que usar una serie de estrategias para que el hombre comprenda que lo llama el espíritu, quien “se vio en la necesidad de usar el ardid. Y la treta se transformó en la esencia del camino de los brujos”.
“La raza humana entera no quiere saber nada. Oyen solamente lo que quieren oír”, dice Don Juan en El lado activo del infinito, para explicar que aunque se le indique a alguien cómo puede recuperar la salud, simplemente no lo hace por estar tan amarrado a sus creencias.
Uno puede oír la verdad más grande del mundo, o leerla, pero si no se hace nada con lo que se escucha, o con lo que se lee, sencillamente no cambia nada. Se pueden leer las grandes enseñanzas de los santos cristianos o budistas, o las que sea, pero si no se actúa, sencillamente no pasa nada por más que el espíritu toque al hombre. “La gran tragedia –le dijo Castaneda a Patricia Vega en una entrevista de 1996- es que no queremos cambiar. Don Juan me decía que no podíamos ayudar a nadie, porque si lo haces se enojan, te insultan, te queman, te matan”.
De antropólogo a hombre de conocimiento
La identidad de Carlos Castaneda interesa menos, con todo y su enorme halo misterioso, "que los enigmas que propone su obra", dijo alguna vez Octavio Paz.
El propio Castaneda es quien ofrece datos sobre su vida en algunas de sus obras, sobre todo las primeras y las últimas. Se ha especulado que era de nacionalidad argentina, peruana o brasileña, o que tal vez era mexicoamericano. Lo cierto es que él menciona que vivió en Sudamérica con su abuelo paterno, pocas veces visitado por su padre, que hizo estudios de escultura y de antropología, en Italia y Los Ángeles, que su tesis de doctorado en esta disciplina –que Octavio Paz calificó como el triunfo de la magia sobre la antropología - constituye su primer libro, y que cada uno de ellos fue escrito más como una tarea más de brujería que como un trabajo académico.
En El lado activo del infinito se encuentran detalles de la infancia de Carlos, como cuando su abuelo le enseñó a jugar billar y se volvió tan bueno que un apostador lo incita a competir contra otros profesionales, pagándole con pasteles y golosinas; además narra cómo fue que Carlos se afana por encontrar a Don Juan, luego de ese primer contacto en la estación de autobuses de Arizona.
Carlos era un hombre insatisfecho; no se encontraba cómodo consigo mismo ni nada lo llenaba en su vida hasta que, al estar recolectando información para su tesis sobre el uso de plantas alucinógenas que usan los indios del norte de México, en lo que él llamaba “investigación de campo”, se encontró con Don Juan, al que inicialmente tomó por un indio ignorante. La mirada que éste le lanzó –una mirada de nagual- lo cautivó por completo.
Ese fue el modo en que se topó con la senda del guerrero, que es “un camino con corazón” es decir, un camino que vale la pena de ser seguido porque es el único que conduce a la libertad.
El esoterismo del lado izquierdo
Don Juan lleva a cabo sus enseñanzas, hasta cierto grado, del mismo modo como lo hacían los brujos de la antigüedad: en dos niveles de conciencia: el nivel normal, que corresponde a lo que llama “el lado derecho”, y el nivel de conciencia acrecentado, correspondiente al “lado izquierdo”.
Carlos invirtió mucho tiempo para entender lo que aprendió con don Juan. A partir del quinto libro, El segundo anillo de poder, comienza el registro del trabajo realizado para recordar lo que aprendió en sus estados de “conciencia acrecentada”, estado al que él accedía mediante un certero golpe que le propinaba en la espalda don Juan. Las enseñanzas en ambos lados de la conciencia tienen como fin alcanzar la maestría del estar consciente de ser, enseñar el arte del acecho y la maestría del intento. Todo lo que aprende Carlos sobre los seres inorgánicos, o sobre los brujos de la antigüedad o sobre el inquilino se lleva a cabo en estados de conciencia acrecentada, es decir en el lado izquierdo. Incluso se llevan a veces a cabo en su “ensueño”.
Castaneda escucha por primera vez, en Viaje a Ixtlán, en voz de su benefactor, don Genaro, poderoso e impecable hombre de conocimiento miembro del grupo del nagual Juan Matus, las historias sobre el “soñador soñado” y sobre el viaje interminable “hacia Ixtlán”, que marca de manera poética la entrada definitiva del propio don Genaro al mundo de los brujos. En Relatos de poder, Carlos oye del mismo don Genaro las historias del “doble”, cosa que lo cautiva enormemente, tal como las obras de este antropólogo hombre de conocimiento han cautivado a generaciones de lectores en todo el mundo.
La huella de un brujo
Si podemos considerar la influencia cultural de las obras de Castaneda por su éxito de ventas, tan sólo en Estados Unidos se habían vendido más de 8 millones de libros hasta 1991, con más de 257 reimpresiones de sus obras. A la fecha, nadie sabe a ciencia cierta cuántos libros ha vendido.
Las Enseñanzas de Don Juan, como se ha mencionado, es un informe de sus actividades “de campo”, (o un libro fruto de una tarea de brujería), con el que se tituló como antropólogo en la UCLA, universidad que imprimió originalmente ese texto, y que luego reimprimiría la gigantesca editorial Simon and Schuster. El Fondo de Cultura Económica publicó en México dicha obra. Jaime García Terrés, en aquel entonces director de la editorial y posteriormente amigo de Castaneda, realizó un trato excelente: por mil dólares, consiguió los derechos del libro y lo publicó en castellano, con portada de Leonora Carrington y prólogo de Octavio Paz.
Fue tal el furor causado por Las enseñanzas que en 1973 la revista Time emprendió –sin éxito- una exhaustiva investigación en México, donde sus reporteros buscaron por varios estados de la república pruebas de la existencia de Don Juan. En el número publicado el 5 de marzo de ese año, Time entrevista a Castaneda y publicó las únicas fotos conocidas de él: un close-up de sus ojos y la imagen de cuerpo entero de alguien que, apoyado en un escritorio de la biblioteca de UCLA, lee un libro y se cubre el rostro con un sombrero de paja.
Amigo de José Agustín, Vicente y Alba Rojo. Héctor Manjarréz y Fernando Benítez, a quienes ve en sus visitas a la ciudad de México, muchos creen que el nombre Carlos Castaneda es un seudónimo, pero ¿eso es importante, para un hombre que desea “borrar su historia personal”, que desea “perder la forma humana”? Juan Tovar, traductor de sus primeras cuatro obras, lo describía así: “de estatura menos que mediana, complexión robusta, color moreno, cabello crespo y fisonomía mestiza”.
La editorial Diana (El Don del Aguila, El Fuego Interno y El Conocimiento Silencioso) ha agotado en México cerca de 250 mil ejemplares, y el FCE tiene ventas y reediciones anuales de hasta 20 mil libros de Las Enseñanzas de don Juan, Una Realidad Aparte, Viaje a Ixtlán y Relatos de Poder, que colocan a Castaneda, en cuanto a ventas, a la altura de autores como Octavio Paz o Carlos Fuentes.
Se dice que Castaneda rechazó la oferta que American Express le hizo de un millón de dólares para que anunciara su tarjeta de crédito en un comercial de apenas 15 segundos, y que tampoco permitió que sus obras se llevaran al cine, "para no ver a Antohny Quinn haciéndola de Don Juan".
Bibliografía
Las Enseñanzas de Don Juan (1974)
Una Realidad Aparte (1974)
Viaje a Ixtlán (1975)
Relatos de Poder (1976)
El Segundo Anillo de Poder (1979)
El Don del Águila (1981, traducción de José Agustín)
El Fuego Interno (1985)
El Conocimiento Silencioso (1988)
El Arte de Ensoñar (1993)
La Rueda del Tiempo (2002)
El Lado Activo del Infinito (2003)
Friday, November 17, 2006
Morrissey en México
Noviembre engendró un monstruo
Ricardo Martínez García
El jueves por la noche el veterano Morrissey, juglar postmoderno de historias de soledad y temores, de rompimiento con la familia, de descomposición social pero también de esperanzas, se presentó en el Palacio de los Deportes, recinto de mala fama por su pésima acústica.
Durante hora y media la carismática voz del ex vocalista de The Smiths hizo sentir a sus fans una ilusión: hacerlos sentir como si estuvieran en la Gran Bretaña, pues de entrada cantó, coreado por todos los presentes y poderosamente “Panic on the streets of London, panic on the streets of Birmingham, I wonder to myself, could life ever be sane again?”. Sin bajar el ritmo, se arrancó con “The first of the gang to die”. Era un inicio muy prometedor pero algo en todo esto no me gustaba del todo.
El lleno fue total. Frente al escenario, invadido por los habituales al Hard Rock Café o lugares afines, los espectadores se apretujaban cada vez más, después de la breve pero concisa presentación de Kristeen Young, artista que goza de la tutela de Morrissey.
La norteamericana, quien ha trabajado con personalidades como Toni Visconti y David Bowie, se presentó muy elegante, con un vestido ajustado, blusa negra y grandes holanes en brazos y cuello. Su aspecto me recordó a la bella replicante Rachel (interpretada por Sean Young) de la que se enamora Rick Deckard, el personaje de Harrison Ford en Blade Runner.
Young estuvo acompañada por el excelente baterista Jeff White, cuyo potente y limpio sonido hizo gran combinación con su voz y sintetizador. Qué manera de aporrear el teclado y de mostrar sus alcances y posibilidades. Su producción más reciente The Orphans ya tiene un sencillo: “Kill the Father” en donde propone eliminar (en el escenario) a algunas vacas sagradas del rock, como Prince, Bowie, Jimi Hendrix y Curt Cobain. De las siete piezas que cantó no pude reconocer alguna. Canta bien, pero su dicción resultó mucho más difícil que la de su protector.
El Cuero se arruga, el Rock jamás
El legado de Morrissey, como se vio por los asistentes, ha trascendido generaciones: por edades, el grupo predominante eran los treintañeros, pero también había adolescentes y veinteañeros y uno que otro más que cuarentón. Los chavos fresa fueron sin duda mayoría, pero también era posible encontrar punketos y darkies.
Lejos quedaron los videoclips en donde un espigado Steven Patrick, mejor conocido sólo por su apellido, cantaba en una discoteque Heaven knows I´m miserable now con flores saliendo de las bolsas traseras de su pantalón, globos cayendo del techo y gente bailando a un ritmo extraño. Seguramente no imaginaba que, después de muchos años, vendría por segunda ocasión a México –en una gira por Jalisco, Ciudad de México y Nuevo León- para ofrecer un concierto donde dejó constancia de su plenitud vocal, puesto que la física es evidente.
La imagen en escena de Morrissey, nacido hace 47 años en la ciudad de Manchester, actualmente es la de un hombre maduro que usa ajustadas camisas, lo que para nada oculta un estómago ligeramente abultado. Su estilo para cantar cerrando los ojos y levantando sus cejas no cambia, adoptando naturalmente poses como la que se ve en la portada del Kill Uncle. Esta imagen es la que a los fans les encanta. A muchos les alcanzó dicho gusto para mimetizarse con la imagen del ídolo: característico corte de pelo con mucho copete y anteojos rectangulares. Incluso alguno presumió el rostro de Morrissey y las letras de una canción tatuados en su pecho. Rostro que cada vez me recuerda más al de Gene Hackman.
El creador de Last night I dreamt that somebody loved me, What difference does it make y Suedehead, canciones emblemáticas de toda una generación, tanto en la Gran Bretaña como en México, siempre ha estado rodeado de excelentes músicos, a juzgar por sus grabaciones tanto de estudio como en vivo. Hizo una mancuerna muy productiva con Johnny Marr –guitarrista de The Smiths- en la composición de muchos éxitos, varios de los cuales interpretó el jueves por la noche. Panic, Girlfriend in a coma, How soon is now, hiceron las delicias de los espectadores.
The Smiths fueron calificados alguna vez como los Lennon y McCartney de los ochenta. Claro que eso y más dicen los promotores de los sellos discográficos. La comparación, sin embargo, no cae mal cuando se trata de un grupo excelente, como era su caso.
El único álbum oficial en vivo que grabó esa mítica banda fue Rank, y en él hay constancia de la solvencia musical de Andy Rourke y Mike Joyce, pero destaca Marr, con sus acordes limpios y precisos. Moz, como le dicen, ya como solista siguió con la tendencia de elegir bien a sus colaboradores. En Beethoven was deaf, álbum en vivo que salió poco después de Your Arsenal, los miembros de su banda entraron en perfecta armonía con su voz, creando un grandioso sonido pop y de rockabilly. De esa agrupación todavía están Boz Boorer y Gary Day en la guitarra y el bajo, acompañados ahora por Michael Farrel, en los teclados, la trompeta y el trombón, Jesse Tobias en la guitarra y Matt Chamberlain en la batería. Fue a ellos a los que vimos en este concierto.
En el Live at Earls Court dichos músicos hacen gala del mejor rock tanto en baladas como en las piezas movidas. Sospecho que esa calidad estuvo presente la noche del jueves, pero la distorsión propia del lugar no permitió apreciarlo así. Es algo que la acústica del Palacio de los Deportes no alcanza a ofrece, por más que se esmeren los ingenieros de sonido. Eso era lo que no me checaba: que la batería de Jeff White se oyera clara y nítida, y la de Chamberlain apenas se escuchara. Un desastre, que para muchos fue menor, pero no para mi fino oído (já).
Sólo pizzas de queso
Morrissey se puso denso y oscuro cuando cantó In the future when all´s well y Life is a pigsty, de su producción más reciente Ringleader of the tormentors, ominosas y lentas piezas sólo interrumpidas por los gritos de los “consecionarios” (así dicen sus casacas) ofreciendo cervezas, papas o pizzas. Alguien preguntó de qué eran las pizzas, “sólo hay de queso, hoy tenemos prohibida la carne” fue la respuesta, en alusión al vegetarianismo de Moz.
Poco antes de que Morrissey dijera en un español con mucho acento “Hasta luego, vayan con Dios” un chavo alto y mirada vidriosa tropezó frente a mí, cayendo casi en mis piernas. Llevaba en cada mano un vaso enorme de cerveza. Lo sorprendente fue que, en su caída, lo mismo que algunos que fueron embestidos por Pajarito en la Plaza de Toros el pasado enero, no derramó ni gota de cerveza. Ya estoy mal, me dijo mientras lo ayudaba a incorporarse.
Que yo me diera cuenta, sólo dos personas más fueron al concierto solas, y casualmente estaban sentadas a mi lado. A eso es a lo que llamo solidaridad con eso de romper con la familia, y con eso de odiar cuando nuestros amigos se vuelven exitosos. No cabe duda, en México noviembre engendró un monstruo llamado Morrissey.
Ricardo Martínez García
El jueves por la noche el veterano Morrissey, juglar postmoderno de historias de soledad y temores, de rompimiento con la familia, de descomposición social pero también de esperanzas, se presentó en el Palacio de los Deportes, recinto de mala fama por su pésima acústica.
Durante hora y media la carismática voz del ex vocalista de The Smiths hizo sentir a sus fans una ilusión: hacerlos sentir como si estuvieran en la Gran Bretaña, pues de entrada cantó, coreado por todos los presentes y poderosamente “Panic on the streets of London, panic on the streets of Birmingham, I wonder to myself, could life ever be sane again?”. Sin bajar el ritmo, se arrancó con “The first of the gang to die”. Era un inicio muy prometedor pero algo en todo esto no me gustaba del todo.
El lleno fue total. Frente al escenario, invadido por los habituales al Hard Rock Café o lugares afines, los espectadores se apretujaban cada vez más, después de la breve pero concisa presentación de Kristeen Young, artista que goza de la tutela de Morrissey.
La norteamericana, quien ha trabajado con personalidades como Toni Visconti y David Bowie, se presentó muy elegante, con un vestido ajustado, blusa negra y grandes holanes en brazos y cuello. Su aspecto me recordó a la bella replicante Rachel (interpretada por Sean Young) de la que se enamora Rick Deckard, el personaje de Harrison Ford en Blade Runner.
Young estuvo acompañada por el excelente baterista Jeff White, cuyo potente y limpio sonido hizo gran combinación con su voz y sintetizador. Qué manera de aporrear el teclado y de mostrar sus alcances y posibilidades. Su producción más reciente The Orphans ya tiene un sencillo: “Kill the Father” en donde propone eliminar (en el escenario) a algunas vacas sagradas del rock, como Prince, Bowie, Jimi Hendrix y Curt Cobain. De las siete piezas que cantó no pude reconocer alguna. Canta bien, pero su dicción resultó mucho más difícil que la de su protector.
El Cuero se arruga, el Rock jamás
El legado de Morrissey, como se vio por los asistentes, ha trascendido generaciones: por edades, el grupo predominante eran los treintañeros, pero también había adolescentes y veinteañeros y uno que otro más que cuarentón. Los chavos fresa fueron sin duda mayoría, pero también era posible encontrar punketos y darkies.
Lejos quedaron los videoclips en donde un espigado Steven Patrick, mejor conocido sólo por su apellido, cantaba en una discoteque Heaven knows I´m miserable now con flores saliendo de las bolsas traseras de su pantalón, globos cayendo del techo y gente bailando a un ritmo extraño. Seguramente no imaginaba que, después de muchos años, vendría por segunda ocasión a México –en una gira por Jalisco, Ciudad de México y Nuevo León- para ofrecer un concierto donde dejó constancia de su plenitud vocal, puesto que la física es evidente.
La imagen en escena de Morrissey, nacido hace 47 años en la ciudad de Manchester, actualmente es la de un hombre maduro que usa ajustadas camisas, lo que para nada oculta un estómago ligeramente abultado. Su estilo para cantar cerrando los ojos y levantando sus cejas no cambia, adoptando naturalmente poses como la que se ve en la portada del Kill Uncle. Esta imagen es la que a los fans les encanta. A muchos les alcanzó dicho gusto para mimetizarse con la imagen del ídolo: característico corte de pelo con mucho copete y anteojos rectangulares. Incluso alguno presumió el rostro de Morrissey y las letras de una canción tatuados en su pecho. Rostro que cada vez me recuerda más al de Gene Hackman.
El creador de Last night I dreamt that somebody loved me, What difference does it make y Suedehead, canciones emblemáticas de toda una generación, tanto en la Gran Bretaña como en México, siempre ha estado rodeado de excelentes músicos, a juzgar por sus grabaciones tanto de estudio como en vivo. Hizo una mancuerna muy productiva con Johnny Marr –guitarrista de The Smiths- en la composición de muchos éxitos, varios de los cuales interpretó el jueves por la noche. Panic, Girlfriend in a coma, How soon is now, hiceron las delicias de los espectadores.
The Smiths fueron calificados alguna vez como los Lennon y McCartney de los ochenta. Claro que eso y más dicen los promotores de los sellos discográficos. La comparación, sin embargo, no cae mal cuando se trata de un grupo excelente, como era su caso.
El único álbum oficial en vivo que grabó esa mítica banda fue Rank, y en él hay constancia de la solvencia musical de Andy Rourke y Mike Joyce, pero destaca Marr, con sus acordes limpios y precisos. Moz, como le dicen, ya como solista siguió con la tendencia de elegir bien a sus colaboradores. En Beethoven was deaf, álbum en vivo que salió poco después de Your Arsenal, los miembros de su banda entraron en perfecta armonía con su voz, creando un grandioso sonido pop y de rockabilly. De esa agrupación todavía están Boz Boorer y Gary Day en la guitarra y el bajo, acompañados ahora por Michael Farrel, en los teclados, la trompeta y el trombón, Jesse Tobias en la guitarra y Matt Chamberlain en la batería. Fue a ellos a los que vimos en este concierto.
En el Live at Earls Court dichos músicos hacen gala del mejor rock tanto en baladas como en las piezas movidas. Sospecho que esa calidad estuvo presente la noche del jueves, pero la distorsión propia del lugar no permitió apreciarlo así. Es algo que la acústica del Palacio de los Deportes no alcanza a ofrece, por más que se esmeren los ingenieros de sonido. Eso era lo que no me checaba: que la batería de Jeff White se oyera clara y nítida, y la de Chamberlain apenas se escuchara. Un desastre, que para muchos fue menor, pero no para mi fino oído (já).
Sólo pizzas de queso
Morrissey se puso denso y oscuro cuando cantó In the future when all´s well y Life is a pigsty, de su producción más reciente Ringleader of the tormentors, ominosas y lentas piezas sólo interrumpidas por los gritos de los “consecionarios” (así dicen sus casacas) ofreciendo cervezas, papas o pizzas. Alguien preguntó de qué eran las pizzas, “sólo hay de queso, hoy tenemos prohibida la carne” fue la respuesta, en alusión al vegetarianismo de Moz.
Poco antes de que Morrissey dijera en un español con mucho acento “Hasta luego, vayan con Dios” un chavo alto y mirada vidriosa tropezó frente a mí, cayendo casi en mis piernas. Llevaba en cada mano un vaso enorme de cerveza. Lo sorprendente fue que, en su caída, lo mismo que algunos que fueron embestidos por Pajarito en la Plaza de Toros el pasado enero, no derramó ni gota de cerveza. Ya estoy mal, me dijo mientras lo ayudaba a incorporarse.
Que yo me diera cuenta, sólo dos personas más fueron al concierto solas, y casualmente estaban sentadas a mi lado. A eso es a lo que llamo solidaridad con eso de romper con la familia, y con eso de odiar cuando nuestros amigos se vuelven exitosos. No cabe duda, en México noviembre engendró un monstruo llamado Morrissey.
Saturday, November 11, 2006
Puros Cuentos 1
Desconfianza
Ricardo Martínez García
Ella tenía su plan. “¿Quieres un dulce?”, me preguntó candorosamente. Todo resultaba novedoso, pues se trataba de nuestra primera cita. La había invitado al cine luego de observar repetidamente su mirada impactante, de grandes ojos color miel, que concentraba en mí mientras la contemplaba en clase.
Esa mirada me recordaba a una compañera de la Facultad, me daba la impresión de ser muy madura y femenina, además de inteligente. Creí verla intersada en algo distinto a la filosofía presocrática –que malamente enseñaba yo- en la intención de sus hipnotizantes y bellos ojos. Me armé de valor y le pregunté si quería salir conmigo. Sin pensarlo mucho, ella preguntó a su vez “¿por qué no?”.
Mi comportamiento durante la película fue intachable: parecía soldado, de lo rígido que estaba. Pero eso cambió cuando, a mitad de función, preguntó si quería un dulce. Dije que sí, distraído con una escena. Un rato después, noté que no me había dado el dulce ofrecido, por lo que volteé a mirarla. En ese preciso momento ella también giró su cabeza en mi dirección y, sin aviso de por medio, puso sus labios sobre los míos, colocando diestramente la Halls que ella chupaba en mi boca, retardándose placenteramente en algo que terminó siendo un beso electrizante, cálido y sabroso, pero sobre todo inesperado. Me hizo ver estrellitas, y lo digo sin cursilería. Sus labios succionaban los míos llevándose consigo mis pensamientos y percepciones, dejándome pura emoción e inmerso en un estado como de suspensión temporal.
Mis más memorables besos lo han sido por el sabor o la pasión que expresaron, por la aparente inaccesibilidad de tal o cual mujer, como mi amiga Lety, rubia de ojos azules y delicados labios, pequeños y sonrosados, a quien alguna vez inesperadamente me encontré besando en el interior de un vocho, o incluso de algún hombre, como la ocasión después de una fiesta de fin de año, pues terminé en el depa de mi amigo Alberto -gay asumido y declarado- bebiendo los dos como cosacos y él tratando de seducirme, aunque lo único que logró fue que probara sus duros, gruesos y rugosos labios que más que repulsión provocaron en mí compasión. Una sola vez se lo permití, solo una vez me lo permití.
Durante el resto de la función me debatí -anonadado- entre abrazarla y besarla a placer o tomar las cosas con calma y no correr. Mary, amiga y confidente de muchos años, conociéndome, no se cansaba de advertirme del peligro de establecer relaciones con gente “más joven que tú”. Mi apología era siempre la misma: “ella ya tiene 18”. Al final, decidí tomármelo con calma, pues nunca fue mi estilo avorazarme aunque debiera haberlo hecho en algunos casos.
Mi sorpresa era grande y genuina, luego de ese beso iniciático, pues pocas veces he logrado que a la primera cita exista el acercamiento necesario para dar y recibir besos. Había mucho sol todavía cuando salimos de la sala de cine, y no acertaba a tomarla de la mano, abrazarla o caminar separados. La abracé con algo parecido a la timidez o la desconfianza, o como se abraza a una prima.
Al final, cuando estaba a punto de irse, preguntó mirándome a los ojos acusadoramente: “¿No vas a pedirme que sea tu novia?”.
Ricardo Martínez García
Ella tenía su plan. “¿Quieres un dulce?”, me preguntó candorosamente. Todo resultaba novedoso, pues se trataba de nuestra primera cita. La había invitado al cine luego de observar repetidamente su mirada impactante, de grandes ojos color miel, que concentraba en mí mientras la contemplaba en clase.
Esa mirada me recordaba a una compañera de la Facultad, me daba la impresión de ser muy madura y femenina, además de inteligente. Creí verla intersada en algo distinto a la filosofía presocrática –que malamente enseñaba yo- en la intención de sus hipnotizantes y bellos ojos. Me armé de valor y le pregunté si quería salir conmigo. Sin pensarlo mucho, ella preguntó a su vez “¿por qué no?”.
Mi comportamiento durante la película fue intachable: parecía soldado, de lo rígido que estaba. Pero eso cambió cuando, a mitad de función, preguntó si quería un dulce. Dije que sí, distraído con una escena. Un rato después, noté que no me había dado el dulce ofrecido, por lo que volteé a mirarla. En ese preciso momento ella también giró su cabeza en mi dirección y, sin aviso de por medio, puso sus labios sobre los míos, colocando diestramente la Halls que ella chupaba en mi boca, retardándose placenteramente en algo que terminó siendo un beso electrizante, cálido y sabroso, pero sobre todo inesperado. Me hizo ver estrellitas, y lo digo sin cursilería. Sus labios succionaban los míos llevándose consigo mis pensamientos y percepciones, dejándome pura emoción e inmerso en un estado como de suspensión temporal.
Mis más memorables besos lo han sido por el sabor o la pasión que expresaron, por la aparente inaccesibilidad de tal o cual mujer, como mi amiga Lety, rubia de ojos azules y delicados labios, pequeños y sonrosados, a quien alguna vez inesperadamente me encontré besando en el interior de un vocho, o incluso de algún hombre, como la ocasión después de una fiesta de fin de año, pues terminé en el depa de mi amigo Alberto -gay asumido y declarado- bebiendo los dos como cosacos y él tratando de seducirme, aunque lo único que logró fue que probara sus duros, gruesos y rugosos labios que más que repulsión provocaron en mí compasión. Una sola vez se lo permití, solo una vez me lo permití.
Durante el resto de la función me debatí -anonadado- entre abrazarla y besarla a placer o tomar las cosas con calma y no correr. Mary, amiga y confidente de muchos años, conociéndome, no se cansaba de advertirme del peligro de establecer relaciones con gente “más joven que tú”. Mi apología era siempre la misma: “ella ya tiene 18”. Al final, decidí tomármelo con calma, pues nunca fue mi estilo avorazarme aunque debiera haberlo hecho en algunos casos.
Mi sorpresa era grande y genuina, luego de ese beso iniciático, pues pocas veces he logrado que a la primera cita exista el acercamiento necesario para dar y recibir besos. Había mucho sol todavía cuando salimos de la sala de cine, y no acertaba a tomarla de la mano, abrazarla o caminar separados. La abracé con algo parecido a la timidez o la desconfianza, o como se abraza a una prima.
Al final, cuando estaba a punto de irse, preguntó mirándome a los ojos acusadoramente: “¿No vas a pedirme que sea tu novia?”.
Friday, November 10, 2006
The Church
En el límite de lo melódico
Ricardo Martínez García
Luego de más de veinticinco años en la escena musical, The Church permanece como un grupo atípico, según los cánones de la industria, pero dueño de un sofisticado estilo musical que evoca nostalgia y ambientes musicales de ensueño, junto con el mejor rock pop que atrapa la atención de los que gustan de lo no convencional de alta calidad, normalmente designado como alternativo.
Su nueva producción, Uninvited like the clouds, no es de las que les genere más seguidores, pero sí afianza a los que desde principios de los ochenta vieron en ellos un pop fresco y potente.
Conocidos en México por “Under the milky way” del álbum Starfish, la banda mezcla el sonido especial de sus guitarras eléctricas y acústicas, con influencia de The Smiths, Echo and the Bunnymen, REM, Pink Floyd y David Bowie, con el trabajo vocal de Steve Kilbey –líder y bajista, letrista y autor de dos libros- para crear una exuberante cualidad de fresca sicodelia, rica en textura y melodía, con un profundo y reflexivo lirismo.
The Church tiene más de una docena de discos, sin contar compilaciones y trabajos individuales, donde muestran su estilo y originalidad; su creatividad les ha hecho ganar fieles y entusiastas seguidores tanto en Australia y Nueva Zelanda como en Inglaterra y Estados Unidos. (En México, que sepa, no hay fan más grande que mi hermano Heriberto).
La Fundación
Formada en Sydney en 1980 por Kilbey, Peter Kopes en la guitarra y Nick Ward en la batería, el grupo vio la necesidad de contar con un segundo guitarrista, Marty Wilson-Piper, previo a su debut al año siguiente con Of Skin and Herat, ejemplo del mejor new wave ochentero. En 1982, ya sustituido el baterista por Richard Ploog, publican The Blurred Crusade, clásico que muestra un rock potente pero limpio de primera línea, sobre todo en cortes como “You Took”, “Almost With You”, “To be in your eyes” y “When you Were Mine”. El trabajo en las guitarras es sobresaliente, logrando una fusión armónica entre la fuerza eléctrica y la finura acústica.
La banda continuó la construcción de su estilo en Seance (83), del cual se desprendieron los Ep´s Persia y Remote Luxury, alcanzando muy buena aceptación, tanto que el grupo logró un contrato con la Warner Bros., empresa con la cual lanzaron Heyday en 1986.
The Church trabajó posteriormente con los guitarristas Danny Kortchmar y Waddy Wachtel para grabar en 1988 Starfish, su álbum más exitoso hasta la fecha, al menos comercialmente hablando. Sobresalió “Under the milky way” aunque “Reptile” y “Spark” también son piezas destacables.
La década de los noventa
Grabado en Los Angeles, Gold Afternoon Fix (90) no alcanzó a repetir el éxito anterior, con su hit “Metrópolis” lo cual es una lástima pues se dejó de lado excelentes canciones como “You´re still beautiful”, “Disapointment” y “Laughing”, clásicas piezas melancólicas del grupo.
El trabajo realizado para las portadas es excepcional. Por ejemplo, las fotos del Gold Afternoon Fix, de John Halpern, en blanco y negro son grandiosas. En la colección de covers A box of Birds, el grupo pidió la colaboración de sus fans, vía internet, para las imágenes que serían utilizadas en el booklet del disco.
Richard Ploog dejó al grupo en 1992, por lo que el Priest=Aura contó con el trabajo de Jay Dee Daugherty, baterista del grupo de Patti Smith. De este álbum sobresale “Feel”, balada suave y rítmica, “Witch Hunt”, una corta pero interesante pieza lírica, y la oscura y obsesiva “Chaos”.
En 1994 sólo Kilbey y Wilson-Piper permanecían en la banda, trabajando con la ayuda de una caja de ritmo en la grabación del Sometime Anywhere. El corte titulado “Day of the Dead” relata una visita de Steve a México durante las festividades de noviembre, y es una pieza delirante y mística.
The Church lanza en 1996 Magician Among the Spirits. Por esta época, en la que Kilbey se muda a Estocolmo y Wilson Pipper a Londres, la banda, con Tim Powles como nuevo integrante, se reúne sólo ocasionalmente, pero cuando lo hace, aprovecha para tocar en algunos escenarios y para grabar. En una de esas reuniones, en las que participan Kilbey, Kopes y Powles, graban en dos semanas el Pharmakoi/Distance Crunching Honchos With Echo Units, pero no como The Church, sino como Refo:mation. Es un álbum concebido como “una pizca de diversión” de acuerdo con Kilbey, quien sintetizó en una frase su estilo como músicos: “en el fondo de nuestros corazones nosotros queremos siempre hacer más música experimental o exploratoria, pero dentro de los límites de lo melódico; lo difícil es hacer algo distinto siendo aún melódicos”.
Posteriormente Hologram of Baal salió en 1998 e incluye un Bonus titulado Bastard Universe.
Un año después aparece su colección de covers: A Box of Birds, con lo que logró renovar y ratificar su vocación como banda de rock, luego de la densidad alcanzada en Hologram of Baal. Interpretan temas de Bowie, de quien cantan “All the young dudes”, de Neil Young, la portentosa “Cortez the Killer”, de George Harrison la bellísima “It´s all too much”, de grupos como Ultravox, de quienes tocan “Hiroshima mon amour” y de Tom Verlain y su grupo Televison, la clásica “Friction”, entre otros. El resultado es un rock de muy altos vuelos.
En el nuevo milenio
After Everything Now This y Parallel Universe compilaciones que aparecen en 2002 son producciones en las que el grupo intenta un camino que los mantenga activos; retoman elementos de sus viejas producciones con sus nuevas experiencias, conservando su estilo. Forget Yourself del 2003, los muestra como si estuvieran luchando consigo mismos. Perdónate a ti mismo.
Para el 2004 se edita Momento Descuidado, una colección de viejas y nuevas canciones para la serie acústica Liberation Blue. De las catorce piezas cinco son nuevas. La reinterpretación de sus composiciones con un toque acústico resultan llenas de intensidad e intimidad, logrando un sonido bastante natural, como de concierto. Este año salió a la venta Uninvited, like the clouds, su más reciente producción, la cual cuenta con lo mejor y lo peor de la banda.
A veintiséis años de su formación, Kilbey ha señalado en la página oficial del grupo, que “la cosa más significativa para nosotros al principio fue tener nuestra propia manera de hacer las cosas en una época cuando había gran cantidad de originalidad en la escena musical australiana. Hicimos lo que quisimos musicalmente sin tomar en cuenta demasiado lo que ocurría a nuestro alrededor. Hemos estado siempre preocupados en hacer buenos discos y no hemos sido complacientes”.
Discografía básica:
1981 Of Skins and Heart Arista
1982 The Blurred Crusade Arista
1984 Remote Luxury Arista
1990 Gold Afternoon Fix Arista
1992 Priest = Aura Arista
1996 Magician Among the Spirits Griffin Music
1998 Hologram of Baal Thirsty Ear
1999 A Box of Birds Thirsty Ear
2003 Forget Yourself Cooking Vinyl
2005 Momento Descuidado Liberation Blue
2006 Uninvited, like the clouds. Cooking Vinyl
Saturday, November 04, 2006
Arthur Machen
El místico de la imaginación.
Ricardo Martínez García
Escritor de literatura fantástica y de terror, gran defensor del misticismo y del espiritualismo, además de periodista, Arthur Machen marcó una época de auge creativo con una estética decimonónica muy particular, considerada como “decadente y degenerada”, en la que incluían muchos críticos de su tiempo a ilustres personajes como Oscar Wilde, Lord Dunsany y el mismo Machen.
La escritura de este autor, nacido en Gwent, en el sur de Gales, es en sí misma mágica. Destacan sobre todo sus primeros textos, y de entre ellos, El Pueblo Blanco es uno de sus más logrados relatos de ficción de terror. No es un terror que apela a los viejos fantasmas chocarreros que arrastran cadenas, ni a las historias de brujas o hechiceros medievales. Es un terror más cerca de lo desconocido que hay en la naturaleza, tan desconocido que pareciera sobrenatural.
“¿Qué es el pecado?”, esta pequeña cuestión marca el punto de arranque del argumento central de El Pueblo Blanco. La idea es que el pecado es en esencia el deseo de ser algo que la propia naturaleza no permite., ¿Qué sentiríamos si un gato o un perro nos hablaran de pronto, mientras los alimentamos o los acariciamos en la cocina, o en la noche cuando llegamos a casa? Sin duda un espanto sobrecogedor, algo nada que ver con la idea cómica de un burro parlanchín, como el jocoso compañero de Shrek.
Arthur Machen tuvo una infancia solitaria. Nació en Caerleon on Usk, en la provincia de Gwent, en el sur de Gales, en 1863, y fue bautizado como Arthur Llewellyn Jones. Su padre, John Edward Jones (Machen era el apellido de soltera de su madre) era sacerdote anglicano.
La fecunda imaginación de Machen se desarrolló en la infancia. Fue impesionado fuertemente por los hallazgos de algunos arqueólogos en su localidad. Incluso un abuelo suyo había encontrado inscripciones romanas enterradas en la campiña. El dios romano bretaño Nodens, cuyo templo fue desenterrado cerca del Parque Lydney en esa época, aparece en algunos de sus más memorables cuentos de terror.
Luego de publicar de forma anónima su Eleusina, un verso que contaba los misterios Eleusinos y su primera obra, sus padres lo convencieron de seguir una carrera de periodista, al no tener dinero para enviarlo a Oxford, como hubieran deseado. Fue por este motivo que se fue a vivir a la capital.
Londres.
Machen pasó la primera parte de la década de 1880 viviendo en una autoimpuesta soledad dentro de esa vastedad de lo que era el centro del Imperio y al mismo tiempo la ciudad más grande del mundo en aquellos días.
El tipo de horror sobrenatural de sus escritos era considerado demasiado inquietante para la época. Afortunadamente Machen había ganado y heredado lo suficiente para seguir escribiendo sin publicar nada durante la parte final del siglo.
Miembro del Golden Down
Luego de la muerte de su esposa a causa de un cáncer en 1899, Machen se dedicó a vagar por las calles de Londres, sumido en una profunda depresión, como si estuviera en contacto con otros mundos que presagiaban horrores y maravillas, a tal grado que parecía un personaje surgido de su propia obra.
Para ayudarlo a salir de esa crisis, un amigo, A.E. Waite, lo invitó a formar parte de la Orden Hermética del Golden Down (El Amanecer Dorado), el grupo que gustaba de practicar ritos mágicos, al cual también pertenecieron William Buttler Yeats y Aleister Crowley, entre otros.
En 1901 dio un paso que pudo ser considerado desafortunado para un escritor establecido: se unió a un grupo de teatro como un miembro nuevo. La compañía de Frederick Benson ofrecía compañía y esperanza a hombres desconsolados y desdichados y él se unió de modo entusiasta.
Estos eventos le ayudaron a dejar atrás su pasado de aislamiento y soledad y a surgir con una nueva personalidad, de hombre de buen vivir, extrovertido y profundamente mundano.
Un antimaterialista
Reportero especializado en artes y religión del Evening News en 1910, Machen era también conocido como un maestro escitor, ya bien entrados en sus cuarenta. Su influencia lo hizo ser buscado para participar en eventos que se consideraron importantes, tal como el funeral del Capitán Scott, en 1913, quien murió luego de alcanzar el Polo Sur
El diario lo trataba bien pero él considerab su empleo horroroso, odiando esa época por estar a la disposición de otros, y odiando la vulgaridad y trivialidad de lo que conformaban las noticias del periódico. Machen veía como única esperanza de civilización el abandono del materialismo y la vuelta hacia el misticismo. A pesar de ello él trabajó duramente, y en 1914, cuando estalló la guerra, el diario le dio una inesperada notoriedad.
El primer gran encuentro entre los ejércitos británicos y alemanes fue en Mons, Bélgica, el 26 de agosto de ese año, en la que no le fue nada bien a los primeros. Un mes después de la batalla, Machen escribió un texto que publicó el Evening News, en donde describe a arqueros, apareciendo en el cielo, lanzando sus flechas contra los alemanes y provocando su derrota, todo gracias a que un soldado con inútiles conocimientos de latín recordó (invocó) en plena batalla la vieja sentencia: Adsit Anglis Sanctus Georgius (¡Ayuda San Jorge al inglés!).
Machen continuó afirmando que su imaginación era su única fuente, pero otros insistían que incluso si él no lo reconocía así, se le había concedido tener una visión verdadera.
Reconocimiento en América
Machen descubrió repentinamente que era famoso en 1919. Sus historias de la década de 1890 fueron descubiertas por una generación de jóvenes norteamericanos. La fiebre americana por las obras de Machen cruzó el Atlántico y los primeros años de la década de los veintes vieron publicaciones tanto en los Estados Unidos como en la Gran Bretaña, de obra autobiográfica y de primeros cuentos.
Su nombre se volvió familiar. Pero no tenía el mismo tipo de popularidad en los dos países: en los Estados Unidos era admirado por ciertos sectores académicos que lo veían como un fenómeno de vanguardia y otros incluso como un medieval. En la Gran Bretaña, de manera opuesta, los académicos y vanguardistas habían adoptado un modernismo literario cuyos intereses no tenían lugar para las obras de fantasía de Machen, las cuales con frecuencia eran menospreciadas. Los seguidores de Machen en Gran Bretaña casi siempre eran antimaterialistas, y su obra frecuentemente era admirada más por las causas defendidas que por su calidad literaria.
Machen no escribió mucho después de la segunda mitad de los años 30, y se retiró con su esposa a una existencia tranquila en Amersham, Buckinghamshire. Murió en 1947, poco después que su esposa.
Este texto se publicó el lunes 26 de Septiembre del 2005 en la sección “El Ángel Exterminador”, de Milenio Diario
Ricardo Martínez García
Escritor de literatura fantástica y de terror, gran defensor del misticismo y del espiritualismo, además de periodista, Arthur Machen marcó una época de auge creativo con una estética decimonónica muy particular, considerada como “decadente y degenerada”, en la que incluían muchos críticos de su tiempo a ilustres personajes como Oscar Wilde, Lord Dunsany y el mismo Machen.
La escritura de este autor, nacido en Gwent, en el sur de Gales, es en sí misma mágica. Destacan sobre todo sus primeros textos, y de entre ellos, El Pueblo Blanco es uno de sus más logrados relatos de ficción de terror. No es un terror que apela a los viejos fantasmas chocarreros que arrastran cadenas, ni a las historias de brujas o hechiceros medievales. Es un terror más cerca de lo desconocido que hay en la naturaleza, tan desconocido que pareciera sobrenatural.
“¿Qué es el pecado?”, esta pequeña cuestión marca el punto de arranque del argumento central de El Pueblo Blanco. La idea es que el pecado es en esencia el deseo de ser algo que la propia naturaleza no permite., ¿Qué sentiríamos si un gato o un perro nos hablaran de pronto, mientras los alimentamos o los acariciamos en la cocina, o en la noche cuando llegamos a casa? Sin duda un espanto sobrecogedor, algo nada que ver con la idea cómica de un burro parlanchín, como el jocoso compañero de Shrek.
Arthur Machen tuvo una infancia solitaria. Nació en Caerleon on Usk, en la provincia de Gwent, en el sur de Gales, en 1863, y fue bautizado como Arthur Llewellyn Jones. Su padre, John Edward Jones (Machen era el apellido de soltera de su madre) era sacerdote anglicano.
La fecunda imaginación de Machen se desarrolló en la infancia. Fue impesionado fuertemente por los hallazgos de algunos arqueólogos en su localidad. Incluso un abuelo suyo había encontrado inscripciones romanas enterradas en la campiña. El dios romano bretaño Nodens, cuyo templo fue desenterrado cerca del Parque Lydney en esa época, aparece en algunos de sus más memorables cuentos de terror.
Luego de publicar de forma anónima su Eleusina, un verso que contaba los misterios Eleusinos y su primera obra, sus padres lo convencieron de seguir una carrera de periodista, al no tener dinero para enviarlo a Oxford, como hubieran deseado. Fue por este motivo que se fue a vivir a la capital.
Londres.
Machen pasó la primera parte de la década de 1880 viviendo en una autoimpuesta soledad dentro de esa vastedad de lo que era el centro del Imperio y al mismo tiempo la ciudad más grande del mundo en aquellos días.
El tipo de horror sobrenatural de sus escritos era considerado demasiado inquietante para la época. Afortunadamente Machen había ganado y heredado lo suficiente para seguir escribiendo sin publicar nada durante la parte final del siglo.
Miembro del Golden Down
Luego de la muerte de su esposa a causa de un cáncer en 1899, Machen se dedicó a vagar por las calles de Londres, sumido en una profunda depresión, como si estuviera en contacto con otros mundos que presagiaban horrores y maravillas, a tal grado que parecía un personaje surgido de su propia obra.
Para ayudarlo a salir de esa crisis, un amigo, A.E. Waite, lo invitó a formar parte de la Orden Hermética del Golden Down (El Amanecer Dorado), el grupo que gustaba de practicar ritos mágicos, al cual también pertenecieron William Buttler Yeats y Aleister Crowley, entre otros.
En 1901 dio un paso que pudo ser considerado desafortunado para un escritor establecido: se unió a un grupo de teatro como un miembro nuevo. La compañía de Frederick Benson ofrecía compañía y esperanza a hombres desconsolados y desdichados y él se unió de modo entusiasta.
Estos eventos le ayudaron a dejar atrás su pasado de aislamiento y soledad y a surgir con una nueva personalidad, de hombre de buen vivir, extrovertido y profundamente mundano.
Un antimaterialista
Reportero especializado en artes y religión del Evening News en 1910, Machen era también conocido como un maestro escitor, ya bien entrados en sus cuarenta. Su influencia lo hizo ser buscado para participar en eventos que se consideraron importantes, tal como el funeral del Capitán Scott, en 1913, quien murió luego de alcanzar el Polo Sur
El diario lo trataba bien pero él considerab su empleo horroroso, odiando esa época por estar a la disposición de otros, y odiando la vulgaridad y trivialidad de lo que conformaban las noticias del periódico. Machen veía como única esperanza de civilización el abandono del materialismo y la vuelta hacia el misticismo. A pesar de ello él trabajó duramente, y en 1914, cuando estalló la guerra, el diario le dio una inesperada notoriedad.
El primer gran encuentro entre los ejércitos británicos y alemanes fue en Mons, Bélgica, el 26 de agosto de ese año, en la que no le fue nada bien a los primeros. Un mes después de la batalla, Machen escribió un texto que publicó el Evening News, en donde describe a arqueros, apareciendo en el cielo, lanzando sus flechas contra los alemanes y provocando su derrota, todo gracias a que un soldado con inútiles conocimientos de latín recordó (invocó) en plena batalla la vieja sentencia: Adsit Anglis Sanctus Georgius (¡Ayuda San Jorge al inglés!).
Machen continuó afirmando que su imaginación era su única fuente, pero otros insistían que incluso si él no lo reconocía así, se le había concedido tener una visión verdadera.
Reconocimiento en América
Machen descubrió repentinamente que era famoso en 1919. Sus historias de la década de 1890 fueron descubiertas por una generación de jóvenes norteamericanos. La fiebre americana por las obras de Machen cruzó el Atlántico y los primeros años de la década de los veintes vieron publicaciones tanto en los Estados Unidos como en la Gran Bretaña, de obra autobiográfica y de primeros cuentos.
Su nombre se volvió familiar. Pero no tenía el mismo tipo de popularidad en los dos países: en los Estados Unidos era admirado por ciertos sectores académicos que lo veían como un fenómeno de vanguardia y otros incluso como un medieval. En la Gran Bretaña, de manera opuesta, los académicos y vanguardistas habían adoptado un modernismo literario cuyos intereses no tenían lugar para las obras de fantasía de Machen, las cuales con frecuencia eran menospreciadas. Los seguidores de Machen en Gran Bretaña casi siempre eran antimaterialistas, y su obra frecuentemente era admirada más por las causas defendidas que por su calidad literaria.
Machen no escribió mucho después de la segunda mitad de los años 30, y se retiró con su esposa a una existencia tranquila en Amersham, Buckinghamshire. Murió en 1947, poco después que su esposa.
Este texto se publicó el lunes 26 de Septiembre del 2005 en la sección “El Ángel Exterminador”, de Milenio Diario
Welcome!
Hola, bienvenidos a esta página en la que pongo a su disposición algunos textos, espero que sean de su interés!
Dichos textos son suceptibles de crítica -o de elogio, en el mejor de los casos- por lo que me gustaría mucho su retroalimentación.
Recuerden que pueden escribirme a ricmargar@yahoo.com, o llamarme al 044 55 27 15 49 06
Friday, November 03, 2006
Las Lunas del Auditorio
Entre la Cultura y el Showbiz
Ricardo Martínez García
La entrega de las Lunas de este año estuvo marcada por algunos buenos espectáculos musicales y por momentos de extravío entre los conductores. Pero también por la queja de directivos de Ars Tempo Producciones ante la Secretaría de la Función Pública, que pide se haga público el documento del Fideicomiso para el Uso y Administración del Auditorio Nacional, para transparentar su manejo.
Mientras son peras o manzanas acerca de si el Fideicomiso es público o privado y si debe rendir cuentas, la celebración se realizó con bombo y platillos, en una especie de autopremiación de la industria del espectaculo en México para y por sus principales artistas que presentan shows en vivo.
La velada estuvo amenizada inicialmente por el grupo Wakal. La pieza que más me llamó la atención fue su versión hiphopera de la clásica cumbia “Muñeca Esquiva” del Tequendama vol. 4, pero su actitud general era la de quien está hecho a la idea de que su presencia sólo era en vía de “mientras comienza la ceremonia”. Desaprovecharon la oportunidad de prender el ánimo de los asistentes, ávidos de ver a Alejandro Fernández y a los chavos de Zoé, limitándose a escucharlos como la música de ambiente de una tienda de ropa.
Los que sí prendieron un poco el entusiasmo, por su alegría y enjundia, fueron los del elenco del musical “Hoy no me puedo levantar”, que recuerda al de Grease, pero con agradables canciones del rock pop de Nacho Cano. Por otra parte, los de Zoé tuvieron buena presentación, con su rock que me recuerda el espìritu juvenil de los Rollings, y su apariencia tipo Oasis.
Hubo situaciones extrañas, como cuando Alejandra Guzmán recibió su reconocimiento de manos de su madre Silvia Pinal y sólo atinó a explicar: “Dicen que la luna es el sol de los tontos, y yo creo que sí”. Una chica a mi lado dijo: “O sea, ¿cómo? No entendí”, y yo tampoco.
Algunos actores fungieron como conductores y fingieron como humoristas, ¿o era al reves?, tales como Martha Higareda, Juan Manuel Bernal y Alberto Estrella. La primera preguntó al alejado público del segundo piso si la veían, “pues soy muy chaparrita”. También dijo: “bueno, pues yo les voy a cantar una canción, no, no es cierto.” Los otros dos actores también quisieron hacer gala de su humor pero con escasos resultados.
Momentos de desconcieto así fueron rápidamente olvidados con las intervenciones del Güiri Güiri, y sus fantásticos pero estrambóticos personajes, como “Beodo de Chiflón” y “Saturnino de la Choya” y sus inventos tecnológicos y científicos. Sin duda Bustamante tiene una natural y muy especial simpatía.
Bryan Adams por su parte, presentó un rock pop muy profiláctico, nada que recordara al alegre y célebre coro de I need somebody, somebody like you. Su presentación pasó sin pena ni gloria. En cambio, la que sí partió plaza con su combinación de jazz de cabaret berlinés y acompasadas armonías a lo Edith Piaf fue la gradiosa Ute Lemper, vestida muy elegante de negro y bombín. Dueña completa del escenario, hizo olvidarnos de que estábamos en un espectáculo organizado por la industria del espectáculo mexicano. Sentí como si me estuviera dando unos besos de castigo.
El momento emotivo lo produjo la entrega de La Luna al compositor José A. Espinoza “Ferrusquilla”, como reconocimiento especial a su carrera. Espinoza es el creador de la mìtica “La ley del monte”, y Ferrusquilla le pidió a Alejandro Fernández -ganador de dos Lunas- antes de retirarse, que le diera gracias a su papá por haberle grabado esa canción. Luego de recibir su galardón al padre de Angélica Aragón le apagaron las luces del escenario cuando apenas bajaba las escaleras.
Esta entrega del 5º premio que otorga el Auditorio Nacional, y que es una réplica y miniatura en cristal de La Luna del escultor Juan Soriano, más que un reconocimiento que surge del gusto de la gente, se trata de un reconocimiento de la industria del espectáculo para la industria del espectáculo a partir de sus propios shows, vía Consulta Mitofsky.
Se premia pues lo que la propia industria del espectáculo, oficial y privada, y todo lo que ella implica, presenta en su propio Circuito de las Lunas, que abarca prácticamente todos los foros importantes
Ricardo Martínez García
La entrega de las Lunas de este año estuvo marcada por algunos buenos espectáculos musicales y por momentos de extravío entre los conductores. Pero también por la queja de directivos de Ars Tempo Producciones ante la Secretaría de la Función Pública, que pide se haga público el documento del Fideicomiso para el Uso y Administración del Auditorio Nacional, para transparentar su manejo.
Mientras son peras o manzanas acerca de si el Fideicomiso es público o privado y si debe rendir cuentas, la celebración se realizó con bombo y platillos, en una especie de autopremiación de la industria del espectaculo en México para y por sus principales artistas que presentan shows en vivo.
La velada estuvo amenizada inicialmente por el grupo Wakal. La pieza que más me llamó la atención fue su versión hiphopera de la clásica cumbia “Muñeca Esquiva” del Tequendama vol. 4, pero su actitud general era la de quien está hecho a la idea de que su presencia sólo era en vía de “mientras comienza la ceremonia”. Desaprovecharon la oportunidad de prender el ánimo de los asistentes, ávidos de ver a Alejandro Fernández y a los chavos de Zoé, limitándose a escucharlos como la música de ambiente de una tienda de ropa.
Los que sí prendieron un poco el entusiasmo, por su alegría y enjundia, fueron los del elenco del musical “Hoy no me puedo levantar”, que recuerda al de Grease, pero con agradables canciones del rock pop de Nacho Cano. Por otra parte, los de Zoé tuvieron buena presentación, con su rock que me recuerda el espìritu juvenil de los Rollings, y su apariencia tipo Oasis.
Hubo situaciones extrañas, como cuando Alejandra Guzmán recibió su reconocimiento de manos de su madre Silvia Pinal y sólo atinó a explicar: “Dicen que la luna es el sol de los tontos, y yo creo que sí”. Una chica a mi lado dijo: “O sea, ¿cómo? No entendí”, y yo tampoco.
Algunos actores fungieron como conductores y fingieron como humoristas, ¿o era al reves?, tales como Martha Higareda, Juan Manuel Bernal y Alberto Estrella. La primera preguntó al alejado público del segundo piso si la veían, “pues soy muy chaparrita”. También dijo: “bueno, pues yo les voy a cantar una canción, no, no es cierto.” Los otros dos actores también quisieron hacer gala de su humor pero con escasos resultados.
Momentos de desconcieto así fueron rápidamente olvidados con las intervenciones del Güiri Güiri, y sus fantásticos pero estrambóticos personajes, como “Beodo de Chiflón” y “Saturnino de la Choya” y sus inventos tecnológicos y científicos. Sin duda Bustamante tiene una natural y muy especial simpatía.
Bryan Adams por su parte, presentó un rock pop muy profiláctico, nada que recordara al alegre y célebre coro de I need somebody, somebody like you. Su presentación pasó sin pena ni gloria. En cambio, la que sí partió plaza con su combinación de jazz de cabaret berlinés y acompasadas armonías a lo Edith Piaf fue la gradiosa Ute Lemper, vestida muy elegante de negro y bombín. Dueña completa del escenario, hizo olvidarnos de que estábamos en un espectáculo organizado por la industria del espectáculo mexicano. Sentí como si me estuviera dando unos besos de castigo.
El momento emotivo lo produjo la entrega de La Luna al compositor José A. Espinoza “Ferrusquilla”, como reconocimiento especial a su carrera. Espinoza es el creador de la mìtica “La ley del monte”, y Ferrusquilla le pidió a Alejandro Fernández -ganador de dos Lunas- antes de retirarse, que le diera gracias a su papá por haberle grabado esa canción. Luego de recibir su galardón al padre de Angélica Aragón le apagaron las luces del escenario cuando apenas bajaba las escaleras.
Esta entrega del 5º premio que otorga el Auditorio Nacional, y que es una réplica y miniatura en cristal de La Luna del escultor Juan Soriano, más que un reconocimiento que surge del gusto de la gente, se trata de un reconocimiento de la industria del espectáculo para la industria del espectáculo a partir de sus propios shows, vía Consulta Mitofsky.
Se premia pues lo que la propia industria del espectáculo, oficial y privada, y todo lo que ella implica, presenta en su propio Circuito de las Lunas, que abarca prácticamente todos los foros importantes
Un problema epistemològico
Los tres modelos del conocimiento
En la disciplina filosófica que aborda el problema epistemològico, se han propuesto tres Modelos del conocimiento (cuyo estudio propone el modo en que se relacionan el sujeto capaz de conocimiento, o sujeto cognoscente, y el objeto a conocer, y de cuya relación surge el conocimiento): el Modelo Mecanicista, el Idealista Subjetivo y el Objetivo Activista; cada uno de ellos es el resultado de una síntesis teórica de diferentes escuelas filosóficas que han abordado el problema epistemológico de la relación entre el ser humano y su entorno, medio ambiente o mundo.
La dificultad de este tema se puede ejemplificar a través de una comparación con un hecho de la vida cotidiana: si se nos pidiera que estudiáramos y examináramos cómo es que respiramos (o caminamos, o nos movemos, etcétera) y qué importancia tiene esta actividad para nosotros, entonces comprenderíamos un poco el problema: es la dificultad de la cercanía, de la naturaleza misma del conocer.
Está en nuestra naturaleza respirar, caminar, movernos y por supuesto, conocer. El problema que se nos presenta es entonces examinar cómo conocemos, o de cuántas maneras podemos concebir este problema.
La pregunta importante es ¿cómo conocemos?, y se trata de una pregunta de índole filosófica. La ciencia, por su parte, responderá a la cuestión de qué es lo que conocemos, pero esa pregunta sale de los límites de este texto.
Casi todas las escuelas filosóficas están de acuerdo en exponer el problema epistemológico como una relación entre sujeto y objeto. La escuela dialéctica, con Hegel pero principalmente con Marx, añade un tercer elemento a esa relación: la sociedad.
Cuando en este contexto se dice “sujeto” siempre nos referimos a un hombre o mujer cuya conciencia puede autoidentificarse o autorreconocerse. Y cuando decimos “objeto” nos estamos refiriendo a aquello que está fuera de nosotros, lo que no somos nosotros.
A veces al hablar de “objeto” nos referimos a parte de nosotros, sobre todo cuando examinamos nuestro cuerpo. Decimos “el objeto de examen es mi pie, o mi inteligencia”; esto es ejemplo de cuando el objeto de conocimiento forma parte del cuerpo o mente del propio sujeto.
Existe toda una tradición filosófica que aborda el problema del conocimiento y que va desde Platón y Aristóteles hasta Descartes, David Hume, John Locke e Immanuel Kant, por mencionar algunos de los más importantes. Es importante que se consulten estos auores de manera, por lo que recomiendo el uso del portal de http://www.monografias.com donde se encontrarán biografías sencillas pero informativas.
En la disciplina filosófica que aborda el problema epistemològico, se han propuesto tres Modelos del conocimiento (cuyo estudio propone el modo en que se relacionan el sujeto capaz de conocimiento, o sujeto cognoscente, y el objeto a conocer, y de cuya relación surge el conocimiento): el Modelo Mecanicista, el Idealista Subjetivo y el Objetivo Activista; cada uno de ellos es el resultado de una síntesis teórica de diferentes escuelas filosóficas que han abordado el problema epistemológico de la relación entre el ser humano y su entorno, medio ambiente o mundo.
La dificultad de este tema se puede ejemplificar a través de una comparación con un hecho de la vida cotidiana: si se nos pidiera que estudiáramos y examináramos cómo es que respiramos (o caminamos, o nos movemos, etcétera) y qué importancia tiene esta actividad para nosotros, entonces comprenderíamos un poco el problema: es la dificultad de la cercanía, de la naturaleza misma del conocer.
Está en nuestra naturaleza respirar, caminar, movernos y por supuesto, conocer. El problema que se nos presenta es entonces examinar cómo conocemos, o de cuántas maneras podemos concebir este problema.
La pregunta importante es ¿cómo conocemos?, y se trata de una pregunta de índole filosófica. La ciencia, por su parte, responderá a la cuestión de qué es lo que conocemos, pero esa pregunta sale de los límites de este texto.
Casi todas las escuelas filosóficas están de acuerdo en exponer el problema epistemológico como una relación entre sujeto y objeto. La escuela dialéctica, con Hegel pero principalmente con Marx, añade un tercer elemento a esa relación: la sociedad.
Cuando en este contexto se dice “sujeto” siempre nos referimos a un hombre o mujer cuya conciencia puede autoidentificarse o autorreconocerse. Y cuando decimos “objeto” nos estamos refiriendo a aquello que está fuera de nosotros, lo que no somos nosotros.
A veces al hablar de “objeto” nos referimos a parte de nosotros, sobre todo cuando examinamos nuestro cuerpo. Decimos “el objeto de examen es mi pie, o mi inteligencia”; esto es ejemplo de cuando el objeto de conocimiento forma parte del cuerpo o mente del propio sujeto.
Existe toda una tradición filosófica que aborda el problema del conocimiento y que va desde Platón y Aristóteles hasta Descartes, David Hume, John Locke e Immanuel Kant, por mencionar algunos de los más importantes. Es importante que se consulten estos auores de manera, por lo que recomiendo el uso del portal de http://www.monografias.com donde se encontrarán biografías sencillas pero informativas.
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