Super freak edulcorado
Ricardo Martínez García
Si en la novela clásica de Bram Stoker la figura del Conde Drácula es totalmente preponderante, en los libros de Darren Shan los vampiros ya no son tan sobrenaturales como para formar parte de un Circo de Fenómenos o de Raros. Y no es que eso sea necesariamente menos (al parecer los monstruos también sufren deflación, en el afán de convertirlos en bienes literarios de consumo general), pero aún entre los monstruos hay clases.
Dentro de la mitología de vampiros que consolidara y popularizara Stoker en 1897 con su famoso libro, el cual tiene como antecedentes los relatos de Polidori y Le Fanu entre otros, resulta en la nueva literatura del género que hay clanes o bandas de vampiros que operan como siempre desde la clandestinidad pero que están enfrentados entre sí, distinguiéndose por una clara división tanto de métodos como de costumbres entre ellos.
Las cintas de Blade, protagonizadas por Wesley Snipes, la segunda de ellas dirigidas por el muy talentoso Guillermo del Toro, trataban por ejemplo de un hombre en medio de dos mundos –como en una tragedia de Sófocles-, un vampiro diurno llamado Blade, a su vez cazador de vampiros, que se alimentaba de sangre no humana, y que se encontraba opuesto a otro clan de vampiros que habían conformado una mafiosa cofradía para instaurar un sistema civilizado de alimentación sanguínea a partir de los humanos (análogamente como un sistema tributario o hacendario) pero en el cual había partidarios de realizar dicha alimentación a la antigüita, es decir chupando directamente el rojo líquido del cuello de sus suministradores, como quien se alimenta de leche de vaca.
En la cinta Cirque du Freak, El Aprendiz de Vampiro, basada en la obra del mencionado Darren Shane y con un título que naturalmente remite a la clásica cinta de Tod Browning, Freaks, filmada en el ya lejano año de 1932, aunque sin la vorágine de pasiones desbordadas que se muestran en esa primigenia y extraña cinta en blanco y negro, el director neoyorkino Paul Weitz, quien curiosamente es nieto de la actriz mexicana Lupita Tovar, nos muestra una versión edulcorada de la historia de dos adolescentes que, a partir de sus propias características personales, son enrolados por los respectivos diferentes bandos de chupasangres: los vampiros “civilizados”, liderados por Larten Crepsley (John C. Reilly), que se desempeña como maestro de ceremonias en el Cirque du Freaks, y los “vampaneses”, comandados por un obeso muy experto en magia negra. La lucha entre el bien y el mal, lo que quiera que signifique en tal contexto, alcanza incluso a las facciones entre los vampiros, cosa que no es tan novedosa en realidad, como lo han mostrado esas cintas de Blade o las de Inframundo entre otras.
La cinta de Weitz, quien dirigiera en el 99 la cinta American Pie, cuenta con un gran reparto: Ken Watanabe como Mr. Tall, Salma Hayek como la bella y barbuda Madame Truska, Willem Dafoe como Gavner Purl, y el citado John C. Reilly entre otros, todos en medio de una producción que no echa toda la carne al asador.
La historia es predecible, da la impresión de que no termina de arrancar, aunque cuenta con sus toques de humor y de romance, como el que se desarrolla entre Madame Truska y el vampiro Crepsley o entre Darren (Chris Massoglia) y la simpática Rebecca (Jessica Carlson). La versión que se exhibe en México, gracias al doblaje tal vez, tiene un cierto aire como de cinta de Disney dirigida a un público demasiado infantil.
No hay un alarde extraordinario de efectos especiales, y los que hay parecieran ser el resultado algo chabacano de trucos de circo más que evidentes, como el de la araña de Crepsley, la desmedida estatura de Mr. Tall (Watanabe), el crecimiento de las barbas de la Truska, los veloces desplazamientos de Crepsley, la generación de pequeños monstruos que recuerdan un poco a Gollum de El Señor de los Anillos, o los efectos y maquillaje propios de los demás freaks que aparecen en el Cirque.
El resultado general no augura que sea una cinta que produzca demasiadas emociones entre los adolescentes, como en el caso de la saga de Crepúsculo. Lo mejor de la cinta son las escenografías, oscuras y a ratos hasta siniestras, pero sin poder quitarse cierto aspecto superficial, como de plástico o de terror muy light. El acto de lealtad y generosidad que realiza Darren por su amigo Steve (Josh Hutcherson) se pierde por la propia dinámica de las relaciones entre vampiros y vampaneses.
Se trata de una cinta meramente para ver un rato a Salma, a Defoe, a C. Reilly y para pasar el rato y comer palomitas tranquilamente viendo esta comedia vampiresca un sábado por la tarde en compañía de la familia.