Friday, December 12, 2008

Revolver




El Dr. Jeckill and Mr. Ritchie


Ricardo Martínez García


Revolver es probablemente la cinta más sofisticada pero a la vez la más introspectiva y lenta que ha hecho hasta ahora Guy Ritchie, el famoso cineasta británico nacido en Hertfordshire hace cuarenta años y ahora ex esposo de Madonna.


Sin dejar de lado su temática favorita, el bajo mundo de la delincuencia británica (organizada y a veces desorganizada, como en las divertidas Snatch y Lock, Stock and Two Smoking Barrels)) ahora a Ritchie le entra la vena de la exploración del subconsciente, del estudio del ego como elemento enajenante del ser humano o como aquello que impide el natural desarrollo del yo, ocasionando que éste caiga en terribles excesos.


El nuevo enfoque de los personajes que propone Ritchie hace de Jake Green (un sobredirigido Jason Statham en el rol de un jugador experto en fraudes y ex prisionero) una nueva versión, bastante ligera por cierto, del clásico personaje creado por Robert Louis Stevenson, el Dr. Jeckill y Mister Hide: un atormentado individuo que lucha constantemente consigo mismo o con su ego a través de una especie de diálogo interno ezquizoide, lucha que si no fuera porque Ritchie la plantea con cierta fastidiosa seriedad y pesadez, sería más que risible.


El mismo problema de ego, pero desbocado totalmente, lo tiene el mafioso Dorothy Macha (un estupendo Ray Liotta) quien actúa como si fuera el amo y señor del universo, sólo por debajo de un tal señor Gold, mítico representante del intocable nivel superior en la escala delictiva. La simbología es patente, una vez entrados en cuestiones de análisis sicológico.


Macha es un individuo que atiende sus “negocios” en bata y calzoncillos, cuando no está totalmente desnudo. Es todo un personaje, el cual le da cierta tierna frescura a la cinta de Ritchie, la que por cierto llega a México (por muy poco tiempo en cartelera) con algo de retraso: su fecha de producción es del 2005.


El mundo de los personajes de Ritchie es un combo que tiene cabida para todos los clichés del género: además de Macha, está el italiano Zach (Vincent Pastore, el de Los Soprano) y su socio afroamericano Avi (el músico miembro de Outkast y actor Andre Benjamin), ambos mentores de Jake en la prisión sin que éste los viera nunca, así como unos mafiosos con pinta de rusos y de chinos.

Ritchie lo tiene claro: el ego, alimentado por los halagos excesivos y el afán de reconocimiento, daña seriamente la salud del simple yo, el cual se ve abrumado por esa “instalación foránea” (como probablemente lo llamaría Carlos Castaneda) que se hace pasar por nuestro verdadero yo.

La temática de la película nos permite especular sobre el origen inspirador de la cinta. Tal vez para cuando comenzó a escribir el guión, la presión de estar casado con la ahora cincuentona Madonna, diez años mayor que él y poseedora de una arrolladora personalidad, lo hizo concebir la historia de Revolver. Ahora que se han divorciado, nos hemos enterado de que la reina del pop ha afirmado que hay gente a su alrededor que está “discapacitada emocionalmente”, probablemente refiriéndose a su ex esposo. El cuadro entonces estaría completo: uno es incapaz de amar a la otra del ego superdesarrollado.

Fuera de toda especulación, la cinta deja mucho que desear. Si usted cree que Revolver es otra cinta más de culto a la Ritchie, no encontrará el ritmo vertiginoso, ni los diálogos pintorescos ácidos y vulgares, emitidos en un casi incomprensible slang propio del bajo mundo y tan comunes en sus trabajos iniciales, encontrará más bien el intento fallido de una cinta pretenciosa y densa cuya clave de interpretación se ofrece al final con los testimonios de especialistas sicólogos o siquiatras que dan su calificada definición de qué es el ego y qué nos hace a los seres humanos.

Uno de esos especialistas afirma que el mejor truco del ego es hacernos creer que el demonio sí existe, cuando dicha figura del mal en realidad solo es un disfraz del propio ego. Así, lo mejor de la cinta es que provoca ciertas reflexiones, pero no a través de ella sino de lo que dicen los citados especialistas.

Visto así, no es de extrañar que Revolver no dure más de dos o tres semanas en cartelera: un golpe leve al ego del propio Ritchie, si su intención era generar elogios, lo cual dudo. Se trata más bien de su forma de darle cauce a sus sentimientos más íntimos, referidos a él o a las personas que viven o vivían en su círculo personal.

Saturday, December 06, 2008

Centinelas

El fracaso de la justicia

Ricardo Martínez García

En la vida uno puede encontrarse en cualquier lugar a personas abusadoras, violentas, gandallas, que van coleccionando víctimas hasta que alguien les pone el alto. Puede tratarse desde simples broncudos racistas de taberna, oportunistas que se apropian del trabajo de los otros, hasta mafiosos narcotraficantes que amenazan y asesinan sin ningún remordimiento.
La cinta Centinelas (Outlaw, 08) del británico Nick Love, muestra a un grupo de personas que de una u otra manera han sido víctimas de abusos y violencia, formando una banda de vengadores para tratar de hacer algo en contra de abusadores, pedófilos y mafiosos.

Sean Bean, actor nacido en Sheffield conocido por su trabajo en El Señor de los Anillos (en donde da vida a Boromir) y en Ronin (como un supuesto soldado de élite) entre otras, tiene el protagónico en esta cinta como el sargento Danny Bryant, quien acaba de regresar de algún cuerpo de paracaidistas asignado en Irak o Afganistán, asqueado y cansado de lo que ha visto en el frente, por lo que decide dadas las circunstancias –su esposa lo ha dejado para estar con otro- formar un pequeño grupo de reacción ante las agresiones de que han sido objeto.

Bryant es el encargado de “entrenar” a los miembros de la banda cuyo objetivo es “hacer algo” en contra de los malos. Tal intención no se realiza inmediatamente: sufren una tunda al enfrentarse a unos buscones en un bar; luego dejan caer dinero robado a unos mafiosos, hasta que en un tercer intento comienzan a levantar gente (muy al estilo del narco en México) seleccionada por sus antecedentes delictivos para torturarla y asesinarla.

Los miembros de la banda –en la cual hay un abogado al que le asesinan a su esposa embarazada por no retirarse de un caso, un joven con feas cicatrices en la cara hechas con algún arma filosa y un jefe de seguridad de un hotel que gusta de fisgonear a los huéspedes- comienzan a ser conocidos como unos modernos Robin Hoods pues el público que los ve en televisión huyendo luego de un asalto, no sabe que dejan caer el dinero por mera incompetencia, y comienzan a idealizarlos.

Las absurdas pero tétricas situaciones en las que se involucran, como golpear a unas personas atadas y encapuchadas genera dudas en algunos ellos, pues son en el fondo personas decentes, y tienen sus resquemores para aplicar la justicia por propia mano.

La cinta así planteada parece ser un conducto para canalizar y reflejar el sentimiento social generalizado de que la justicia en la Gran Bretaña ha alcanzado niveles insostenibles de corrupción (pues no solo en México se padece del mismo mal), y de que en los más sensibles e indefensos de la población campea la paranoia o el miedo a la violencia, al grado de provocarle pesadillas a un ejecutivo de ventas que es el primero en unirse a la banda de “centinelas” y a la postre el único sobreviviente.

La banda de vigilantes vengadores llega a su fin cuando los verdaderos mafiosos se las arreglan para tenderles una trampa, enviándolos a una emboscada con policías que los quieren ver eliminados, policías que presumiblemente colaboran con el jefe mafioso.

El mensaje de la cinta, filmada con un estilo de cámara nerviosa, con mucho movimiento y cambios bruscos de planos, los cuales pueden llegar a exasperar, parece ser que los ciudadanos o se resignan a vivir con la corrupción y a ser víctimas impotentes, o toman la justicia por su cuenta pero arriesgándose a echarse encima tanto a policías como a delincuentes. Es naturalmente una película pesimista, de tintes fascistoides, con un tipo de violencia muy realista (con escenas de salvajes golpizas, asesinatos y huesos fracturados a palos) y con un final triste y previsible.

A ratos la cinta parece una extraña mezcla entre Tarde de Perros, de Sydney Lumet y protagonizada por Al Pacino (por la cómica ineptitud de los miembros de la banda) y Taxi Driver de Martin Scorsese, con gran actuación de Robert de Niro (porque el líder de la banda es un ex soldado de regreso a la patria, asqueado, confundido y paranoico con ganas de hacer algo “trascendente”), y con algunos significativos detalles en la trama que recuerdan aquella famosa cinta de Charles Bronson El Vengador Anónimo (Death Wish, Michael Winner, 74), en la que el protagonista tomaba la justicia en sus propias manos luego del asesinato y violación de su esposa e hija.

¿A eso nos estaremos encaminando en los lugares en donde la corrupción y la violencia, los asaltos, secuestros y levantones, y su consiguiente impunidad hacen patente el fracaso de la justicia, a convertirnos en vengadores anónimos o centinelas? Tal vez ya haya algunos así, pero la policía no los dará a conocer.

Red de Mentiras



El amor por encima del deber


Ricardo Martínez García


La insatisfacción civil hacia las acciones bélicas que ha desarrollado el gobierno de los Estados Unidos de América tiene a veces un cauce de expresión mediatizada en la cinematografía actual. Tal es el caso de cintas como Traidor (Nachmanoff, 08), Leones por Corderos (Redford, 07), En el Valle de Elah (Haggis, 07) y algunas otras por el estilo, donde se muestra el juego político-burocrático-militar que está detrás de las acciones emprendidas en países como Afganistán e Irak, luego del 11 de septiembre del 2001.


Red de Mentiras (Ridley Scott, 2008) es una cinta en la que se sigue manifestando el sinsentido de una cruenta y lenta guerra en la que se vale realmente todo, con tal de hacer que aquel que ha sido catalogado como el enemigo asome la cabeza y pueda ser atrapado, en aras de la lucha contra el terrorismo.


La película comienza con una frase en la que queda claro que las acciones que se realizan en contra de alguien –casi siempre violentamente- tienen repercusiones, algo así como la ley del talión pero a nivel global: las masacres a las que han sido sometidos durante tantos y tantos años los pueblos “enemigos de la libertad” tal como la entienden los funcionarios del gobierno norteamericano, han comenzado a pasarle la factura a los mismos agresores en forma de explosiones y atentados terroristas. La cinta parece querer decir: “si siguen así, no se extrañen de que en el futuro se repitan más 11 de septiembres”.


Luchar genuinamente contra el terrorismo no es lo mismo que provocar terrorismo para combatir el terrorismo, y en eso es en lo que está involucrado el agente encubierto de la CIA Roger Ferris (el cada vez mejor actor Leonardo Di Caprio) y su poco fiable jefe Edward Hoffman (un Russell Crowe bastante contenido y discreto), todo en aras de conseguir la victoria sobre la amenaza real del terrorismo que amenaza a los buenos ciudadanos norteamericanos, aunque extrañamente los ataques casi siempre se producen en territorios extranjeros, salvo naturalmente aquellos del 11 de septiembre.


En la lucha mefistofélica y con sofisticaciones altamente tecnificadas caen, como siempre, víctimas “colaterales”, como el arquitecto árabe al que el buen agente Ferris, con la mano en la cintura y sin medir consecuencias, le construye una vida paralela desde la virtualidad de la red internet pero ya no como el honrado arquitecto que es, sino como un supuesto líder terrorista, todo con el sagaz objetivo de provocar la egolatría del verdadero jefe para que dé signos de vida y atraparlo.


Ferris se encuentra de pronto entre el cinismo de su jefe y la superior astucia del jefe de inteligencia jordano, el tan elegante como siniestro Hani (el inglés Mark Strong) y su despiste amoroso, elemento más que improbable en una trama de espías profesionales pero que tiene como objetivo darle cierto romanticismo a la cinta, sobre todo porque presupone que Ferris antepondrá sus sentimientos por la hermosa Aisha (la actriz iraní y ex estudiante de piano en el Conservatorio de Viena Golshifteh Farahani) por encima de su deber de patriota: tal es la red de situaciones inciertas que dan título a este entretenido filme del célebre director Ridley Scott.


Hay ciertas cosas en la trama de la cinta que difícilmente pueden ser creíbles, como el trabajo secreto de un agente de la CIA evidentemente caucásico operando casi sin problemas en peligrosos lugares de Oriente Medio, auxiliado tan solo por un teléfono satelital que lo mantiene en permanente contacto con su jefe, quien opera cómodamente desde su casa mientras atiende a sus hijos. Es más creíble en ese sentido el personaje de Don Cheadle en Traidor: un norteamericano musulmán negro estudioso del Corán, quien se encuentra en la disyuntiva de serle fiel a su país y/o a su religión. Ferris se da cuenta de sus errores operativos pero para entonces es demasiado tarde para el arquitecto-señuelo que “fabricó” y casi también para él mismo, a su vez convertido en señuelo por el jefe de la inteligencia jordano Hani, que busca en apariencia lo mismo que él: atrapar al jefe terrorista.


La cinta representa un intento más de crítica a las acciones bélicas del gobierno de Bush en Afganistán e Irak, si se le desea interpretar así, pero se distrae un poco con el planteamiento personal del modo en que resuelve Ferris su trabajo como espía y la emergencia de un nuevo amor. De otro modo, es una excelente opción o alternativa de cinta de acción con temas sobre política internacional y terrorismo.

Wednesday, December 03, 2008

La Duquesa

Las bajas pasiones de la alta sociedad

Ricardo Martínez García

La máscara de la más alta nobleza de la sociedad inglesa del siglo XVIII, levantada por gracia y obra de la literatura histórica, deja ver a los verdaderos seres humanos debajo de ella. Así lo hicieron algunos autores universales desde Shakespeare hasta Virginia Woolfe y en Francia Alejandro Dumas en su clásica trilogía Los Tres Mosqueteros, Veinte Años Después y El Vizconde de Bragelonne 1 y 2, entre otros.

La casi veneración divina que el pueblo británico le prodiga a sus nobles –actitud que se encuentra también en otras monarquías del mundo- resulta grotesca luego de observar la vida íntima, aceptada y asumida por sus propios miembros, y los pequeños detalles con los que se las gastan y gastaban los nobles señores, amos poderosos dueños de la vida y la muerte de sus súbditos, en gran contraste con los limitados actos permitidos a sus esposas o amantes.

La Duquesa es una cinta de época ambientada en la campiña británica a fines del siglo XVIII, fastuosa y minuciosa en su estética visual pero humana, demasiado humana en el aspecto moral y costumbrista propio de los aristócratas, caso específico del Duque de Devonshire, al que se consideraba el más poderoso de la Inglaterra de su tiempo y uno de los más claros ejemplares de hombre cuasi omnipotente producto del llamado absolutismo monárquico.

Basada en la novela histórica de Amanda Foreman Georgiana Duquesa de Devonshire, la cinta narra la vida matrimonial de Georgiana Spencer (una sorprendente Keira Knightley, ya lejos de su papel de pirata), mujer afamada por su belleza quien a instancias de su madre logra un matrimonio “ventajoso” con el frío e indiferente William Cavendish, quinto duque de Devonshire (un rígido y casi inexpresivo Ralph Fiennes), hombre inmensamente rico y poderoso.

La cinta apenas si trata de pasadita el hecho de que la duquesa tuvo cierta importante participación en algunos eventos políticos (como la formación del Partido Liberal), una destacada actividad como creadora y diseñadora de lo que llamaríamos ahora «imagen personal» y de relaciones públicas al servicio de algunos políticos, además de que era una auténtica socialité.

Dirigida por el cineasta británico Saul Dibb, La Duquesa se centra en el sufrimiento y el trato desigual e injusto que le prodiga su acaudalado esposo, a quien lo único que le interesa de ella es que le dé un heredero varón. Pero no le interesa compartir, ni conversar ni nada con su “esposa”. Y menos aún que ésta emita juicios sobre sus acciones.

En un acto de rebeldía, G, como le llaman sus amigos a la duquesa, decide aplicarle un poco de la misma sopa a su esposo al intentar conseguirse su propio amante, pero el duque le hace ver la fragilidad de su posición a pesar de ser su esposa. Ella apechuga amargamente ante la presión del duque y de su propia madre ante la perspectiva de perder de golpe los objetos de su amor maternal.

La película es muy buena en su efectismo, al grado de que nos hace sentir verdadera pena por la pobre niña rica, casi recluida en su gigantesco palacio pero mimada hasta el hartazgo y casi obligada a vivir con un marido muy paleto, pero además nos recuerda que aún las más ricas lloran y mucho por lo que más quieren, que son sus hijos, al grado de renunciar a su corazón de mujer en aras de su natural y casi divino amor de madre.

Los problemas que plantea la cinta son de carácter moral y doméstico pero con la salvedad de que son problemas aristocráticos. Nada fuera de lo común para la manera de pensar de la época, tan permisiva con los amoríos de los caballeros, a quienes les aterra ser el hazmerreír de la población o aparecer como los cornudos.

La película no alcanza a producir esa sensación de perversión que se hace patente en una película como La Educación Prohibida, o el desborde criminal de las pasiones como en Los Motivos de Luz, pues su efecto es más bien despertar indignación ante la inequitativa situación matrimonial avalada por los retorcidos valores morales socializados e hipócritas.

La trama parece un alegato contra el machismo, por muy noble y aristocrático que éste sea. Pero así se concebían y aceptaban esas situaciones entonces; ocurre que Georgiana era una mujer adelantada para su tiempo y sus hijos fueron el instrumento que se utilizó para regresarla a su época real. En realidad hay cosas que no cambian nunca: las bajas pasiones humanas aún en las altas esferas sociales.

Saturday, November 22, 2008

Crepúsculo



¡Beber de tu sangre…adolescente!


Ricardo Martínez García


Toda película de vampiros debería contar con al menos ciertas dosis de sangre corriendo por cuellos desnudos, colmillos que se encajan en frescas yugulares, oscuridad y ataúdes a flor de tierra, pero no es el caso de Crepúsculo, película de la directora norteamericana Catherine Hardwicke.


Los vampiros en esta cinta ya no son lo que eran en la vieja tradición mítica: unos no muertos sedientos de sangre humana que “viven” en oscuras propiedades dentro de viejas y antiquísimas casonas a la espera de la noche para salir a buscar su alimento, tomando forma de verdaderos y monstruosos murciélagos y haciendo alarde de una fuerza sobrehumana.


Algunos vampiros en Crepúsculo pueden deambular durante el día, como lo hacía otro cinematográfico vampiro redimido, Blade, aunque cuidan que no les dé el sol, mantenerse con un régimen dietético “vegetariano”, es decir alimentándose tan solo con sangre de animales en lugar de sangre humana, convivir casi de manera normal con la gente e incluso ser miembros activos de la sociedad. Su existencia, no obstante, sigue cargada con fuertes dosis de tensión sexual, sobre todo entre ellos mismos.


Isabella Swan, Bella (una casi inexpresiva e indiferente Kristen Stewart, tal y como son realmente algunas adolescentes) es una chica de diecisiete años que se muda de Arizona a Washington ante el nuevo matrimonio de su madre. Decide ir a casa de su padre, comisario de un poblado llamado Forks. El doctor del pueblo, Carlisle Cullen (Peter Facinelli), es un vampiro que ha logrado dominar su apetito por la sangre humana, insertándose en la sociedad y formando una familia en apariencia normal, pero en realidad también vampiros, con más pinta de pedantes burgueses o higiénicos emos que de siniestros darketos.


Edward Cullen (Robert Pattinson), hijo del doctor, se enamora de Bella. Se trata de un personaje mezcla del Joven Manos de Tijera y del novio Victor Van Dort de la película El Cadáver de la Novia, casualmente dos personajes de Tim Burton.


Bella desde que conoce a Edward en la escuela no deja de babear por él a lo largo de toda la cinta. Desafortunadamente en su amor se interpone la existencia de otros vampiros, menos civilizados que el doctor Cullen, quienes sí se alimentan de sangre humana y buscarán comerse el apetitoso manjar que representa Bella.


La historia de amor adolescente, con Edward resistiéndose y Bella derritiéndose se entremezcla con la cacería que inicia el voraz vampiro cazador llamado James (Cam Gigandet) en pos de ella. A ratos este personaje recuerda vivamente a Bestia, el esbirro de Magneto en X Men 1. Estos vampiros adolescentes son muy semejantes a algunos estudiantes de la escuela del Dr. Xavier, con sus poderes y toda la parafernalia. La latencia del verdadero vampiro que llevan dentro y a punto de emerger en los miembros de la familia Cullen, salta a la vista por ejemplo cuando advierten una herida sangrante, o cuando Edward tiene que chuparle “el veneno” a Bella para salvarle la vida.


La cinta está basada en la novela de la escritora Stephenie Meyer titulada “Twilight”, y el guión está a cargo de Melissa Rosenberg, conocida por su trabajo como productora y escritora en televisión. Con otra mujer como directora, no extraña que la trama ensalce tanto la historia de amor –esencial de por sí en toda historia de vampiros- en la que hay entrega total de Bella y la necesidad insuperable de Edward de protegerla, ambos sentimientos matizados por una antinatural castidad y continencia. Apenas si les alcanza para unos besitos.


Otro punto ensalzado de la cinta es la idea de la unión familiar, así se trate de una familia de vampiros. Si la cinta tuviera un ligero toque más humorístico, el resultado sería casi un homenaje a la Familia Monster: así de cerca está la agradable pero fría familia Cullen de ese modelo familiar clásico de la televisión de los sesentas.


El hecho de que los protagonistas principales sean adolescentes nos indica a qué mercado desea llegar la cinta, cuyo objetivo parece estar siendo alcanzado: tan sólo en su primer fin de semana de exhibición en los Estados Unidos algunos analistas estiman una taquilla de unos setenta millones de dólares, casi el doble de su presupuesto, generado por miles de adolescentes con deseos “sangrar” la economía de sus padres y de ver esta cinta, primera de una saga planeada al menos para dos películas más.


La actitud investigadora mostrada por la adolescente Bella es digna de mencionarse, sobre todo cuando realmente le interesa conocer más sobre un tema: el de los vampiros. Ante ello, no queda sino recomendar a los jóvenes cinéfilos la literatura esencial sobre los no muertos: el clásico de Stocker, Drácula, el Carmilla de Le Fanu, de Polidori El Vampiro, o La Religiosa de Diderot, para no mencionar a autores contemporáneos como Anne Rice y un largo etcétera.

Saturday, November 15, 2008

Código de Familia

El Típico Autosabotaje Policíaco
Ricardo Martínez García

Pocas cosas golpean a la sociedad de modo tan artero y cobarde como el abuso del poder. Y no necesariamente del evidente poder de un gobierno, sino el abuso amparado por una pistola y una placa que portan orangutanes que creen ser “policías” y usan para golpear, robar, torturar y escamotear el trabajo de otros policías honrados, que los hay aunque sea difícil de creer, pero que tienen que cargar por igual con el desprestigio generado por los corruptos.

Código de Familia (Pride and Glory) es una cinta que pertenece a una tradición de filmes policíacos que va más allá del mero espectáculo fílmico y que, por su carga temática crítica, pueden interpretarse como de “denuncia” de la sociedad a través del cine.

Claro está que dichas cintas no llegan verdaderamente a tener repercusión en alguna instancia jurídica sino solo en la opinión pública de los espectadores. Hay películas que tratan sobre actos criminales y sus juicios, pero difícilmente una película conduce a entablar demandas penales derivadas de su contenido.

Código de Familia es una cinta que narra la historia de la casi mítica lucha entre policías buenos y malos, aunque no tan maniqueamente, de ahí el conflicto ético policíaco y familiar en el que se ven envueltos los protagonistas, tal como en su momento mostraron películas como Los Infiltrados (Scorsese), Asuntos Internos (Figgis), Los Ángeles al Desnudo (Hanson) y otras muchas que mezclan ficción con evidentes elementos de negra realidad.

En esas cintas, algunos miembros de los cuerpos policíacos de las grandes urbes se encargan de sembrar evidencias, eliminarlas o modificarlas según sea la necesidad, trátese del robo a una tienda o de un magnicidio. Las contradictorias explicaciones que se suelen dar generan la natural suspicacia y desconfianza de la ciudadanía, que atestigua calladamente los tejemanejes de su “heroica” policía. (No pregunten por los casos Colosio, Ruiz Massieu, Enrique Salinas, etcétera, y los cientos de casos en los que han muerto policías enfrentando al narco, pretendidamente en el cumplimiento de su deber).

Con frecuencia esos cuerpos policíacos alcanzan el control del mundo criminal. Para justificar sus acciones, los agentes cuentan historias completamente tergiversadas, en las que agentes corruptos y sumamente ambiciosos suelen ser los protagonistas.

Gavin O`Connor, director de Código de Familia, pone el énfasis en la importancia de la familia y su idea de honor y honestidad como eje central de la vida de los policías, buenos y malos que son los personajes centrales de su filme.

El oficial retirado Francis Tierney (Jon Voight) es el patriarca de una familia de policías conformada por sus hijos, el comandante Franny (Noah Emmerich), el detective Ray (Edward Norton) y su yerno, el sargento Jimmy Egan (Colin Farrell). La cinta nos muestra momentos íntimos familiares, ambientadas en vísperas de la noche de navidad, de gran importancia para una familia de origen irlandés asentada en Nueva York.

La paz familiar, no obstante, resulta una ficción cuando las dos vertientes familiares se enfrentan al tratar de resolver un caso. La ejecución de unos agentes de narcóticos y su posterior investigación enfrentará inevitablemente a Ray con su cuñado Jimmy, con resultados funestos para ambos.

Ray y su hermano Franny representan el lado orgulloso y glorioso del espíritu policíaco, mientras que Jimmy juega el papel del policía que cayó en la tentación del dinero fácil y en las acciones brutales que cubre con una aparente impunidad. A eso le apuesta el personaje de Farell, sin saber que tendrá un final que hace recordar el caso de San Juan Ixtayopan por sus resultados.

Edward Norton –quien hace gala a ratos de un castellano champurreado que probablemente aprendió hablando con su ex Salma Hayek- muestra un sólido trabajo interpretativo ya característico en él: contenido, emotivo o profundo cuando se requiere. Colin Farrell, por su parte, está que ni mandado a hacer como el violentísimo policía irlandés capaz de todo con tal de borrar cualquier indicio de su corrupción. Emmerich puede pasar de la ternura máxima que muestra con su esposa enferma a convertirse en el más enérgico, broncudo y gritón comandante. Todos ellos están muy bien apoyados en la experiencia y el trabajo de Jon Voight, primer actor y padre de Angelina Jolie.

La cinta vale por el enfoque familiar e intimista que impera en ella, por las situaciones conflictivas que propone y por la gran actuación de sus protagonistas. El argumento por su parte aporta la idea de que con frecuencia la policía padece de autosabotaje merced a sus agentes corruptos.

Tuesday, November 11, 2008

Quantum of Solace


Todos queremos ser Bond
Ricardo Martínez García
¿Quién no quisiera ser James Bond? Es un tipo varonil, rudo, frío, sumamente eficaz en su trabajo, el cual requiere de conducir desde Aston Martins hasta desvencijadas camionetas, viajar por todo el mundo y todo lo que hace un espía al servicio de su Majestad, conquistar y hacerles el amor a hermosas mujeres desde el primer día y ser casi indestructible sin llegar a convertirse en un súper héroe de los de la Marvel, más cercano a Rambo o al robot aquel de Terminator
.
Bond además es un hombre que como cualquiera, tiene deseos de venganza, de dirigir su ira hacia aquellos que causaron la muerte de su amada (porque de manera increíble en la cinta anterior, Casino Royale, James aparentemente se enamoró de verdad de la guapísima Vesper (Eva Green).

Daniel Craig da vida formidablemente a este Bond, más resentido y cruel que nunca, del cual hasta su jefa M (Judi Dench) en algún momento desconfía, suponiendo que el agente británico pudiera haberse pasado a las filas del enemigo (que no es uno sino muchos y de diversa índole), cuando en realidad Bond representa la quintaesencia de la fidelidad a la Corona y a su “deber” de patriota.

La fidelidad y el patriotismo de Bond no son tan evidentes como pudiera suponerse: no lo vemos en ningún momento envolverse en la bandera británica ni nada por el estilo. Al contrario, lo vemos metiéndose en medio de mafiosas y corruptas transacciones en las que las “nacionalidades” no significan gran cosa, que evidencian el carácter antihumano y agiotista que impulsa a algunas grandes corporaciones o conglomerados, los cuales hipócritamente dicen estar a favor de la conservación del medio ambiente, mientras que bajo la mesa se hacen de los recursos naturales de países enteros.

Dominic Greeene (Mathieu Amalric, el estupendo actor de La Escafandra y la Mariposa), encabeza una organización que pone su poder económico al servicio de un depuesto y corrupto líder boliviano, el general Medrano (Joaquín Cosío) en busca de apropiarse de los recursos hidráulicos de ese país, recursos que son ahora el nuevo oro deseado por los avorazados de siempre y que dará riqueza a estas organizaciones: quien controle su abasto, tendrá o mantendrá el poder.

En dichas transacciones están involucrados empresarios de las grandes potencias, agentes encubiertos de la CIA, del M16 y vaya a saberse de cuántas organizaciones secretas más. La misión de Bond así, es por partida doble: una, de carácter privado, la búsqueda del asesino de Vesper, que se mezcla inexorablemente con su deber como agente secreto, encontrar al villano señor White, que a su vez lo conduce a Greene y su aristocrático mundo empresarial corrupto.

El joven director suizo Marc Foster logra darle a la cinta un ritmo vertiginoso bien distribuido, en los que no importa saber la razón de tantas persecuciones, caídas y malabares, sino el deleite visual y la tensión emocional que tales acciones producen en el espectador. La película por eso es muy buena dentro del género de acción, pero también aprovecha la historia -casi de modo subrepticio- para mostrar con cierta profundidad una postura y preocupación de carácter ecológica y geopolítica: pronto los territorios con agua (y ya no tanto los que tienen petróleo) serán los más codiciados, los que provoquen las disputas o guerras entre las grandes potencias. Es una visión del futuro próximo de la cual ya hemos oído hablar –la inminente escasez mundial de agua- pero tal vez no lo suficientemente y de la que es muy fácil olvidarse.

La cinta es un producto para todo tipo de espectadores: hay romance, aventura, intriga, violencia, paisajes espectaculares, belleza femenina, en suma los ingredientes necesarios (bien manejados) para crear una atmósfera fílmica ligeramente ominosa, con sus pequeños momentos divertidos y que en conjunto garantiza un buen rato para cada espectador.
La historia de Casino Royale tiene un toque ligeramente inclinado hacia la relación romántica de Bond y Vesper, mientras que en Quantum of Solace el ambiente que predomina es de ira contenida, de revancha o deseo de hacer justicia por propia mano. La bella Camille (Olga Kurylenko, no tan sensual pero más actriz que como aparece en la cinta Max Payne), compañera de aventuras en turno del 007 y más chica Bond que la casi desapercibida señorita Fields (Gemma Arterton), logra arreglar cuentas con su antiguo ofensor, el general Medrano, pero ¿Bond lo logra con los suyos?

Friday, October 24, 2008

Max Payne


El mito del supersoldado
Ricardo Martínez García

Basada en un videojuego que data del 2001 y que trata de la lucha entre un policía y miembros de la mafia, Max Payne, película de John Moore y protagonizada por Mark Wahlberg, deja de lado asunto de la mafia y se centra en la búsqueda de los culpables del asesinato de la esposa de este rudo policía.

La esposa de Payne lleva tres años de muerta y aún no han sido hallados los culpables, lo cual ocasiona la obsesión y tortura de Max. El caso se reactiva cuando el ex compañero de Payne encuentra nuevas pistas pero es asesinado antes de poner al tanto al detective.

Las pistas que sigue Payne lo llevan a descubrir que la empresa farmacéutica para la que trabajaba su esposa había desarrollado una droga que supuestamente haría de los soldados de las tropas norteamericanas unos guerreros invencibles, cosa con lo que contaban para ganar cualquier guerra.

Los problemas surgieron cuando la droga sólo funcionó en el 1% de los soldados, y en el resto provocaba alucinaciones, además de volver adictos a quienes lo tomaban. La señora Payne tuvo la mala suerte de encontrarse casualmente con esa información, lo que marcó su destino.

La cinta cuenta a ratos con un ambiente de dark triller apocalíptico, por ejemplo cuando aparecen esas oscuras figuras con alas en las tristes calles de Nueva York y que luego nos enteramos que son producto del efecto de la droga fallida.

Algunas cintas en cartelera (y muchas otras en el pasado) muestran la concepción de los cineastas de hasta dónde creen que está dispuesto a llegar un gobierno que tiene que administrar sus tropas desplegadas en misiones “de paz y de democratización” en varias importantes plazas del mundo.

En Traidor (08) Jeffrey Nachmanoff y Steve Martin plantean el problema que tiene que resolver un soldado de primera, especializado en explosivos, ante la disyuntiva entre serle fiel a su patria o a su religión. En esta cinta el asunto –como ejercicio de imaginación- es suponer hasta qué punto las autoridades militares están dispuestas a llegar con el fin de garantizar que sus soldados se vuelvan verdaderas máquinas de matar, sin temor a nada.

Mark Wahlberg tiene ya rato de ofrecer actuaciones contundentes en películas donde saca su mejor imagen como matón, policía o ladrón, que son casi lo mismo en sus duras y a veces hasta brutales pero convincentes caracterizaciones. Así lo hemos visto en Los Infiltrados (Scorsesse, 06), Cuatro Hermanos (Singleton, 05) y El trabajo italiano (Gray, 03).

Se trata de una cinta entretenida que mezcla y abreva de fuentes como el cine de detectives, los efectos negativos de las drogas y un específico tipo de ficción obtenida de un videojuego. El resultado es bastante aceptable como espectáculo, más el plus que otorga la idea de un sistema empresarial militar fácilmente corrompible con efectos nefastos para los involucrados.

Thursday, October 23, 2008

Traidor


Fidelidad a la Patria o ¿a Dios?
Ricardo Martínez García
Don Cheadle, actor de cintas como Hotel Rwanda, y la saga de Oceans 12 y 13, produce y protagoniza Traidor (08), del director Jeffrey Nachmanoff, basada en una idea escrita por el comediante Steve Martin, quien se pone serio y ofrece una historia de espías y terrorismo, dentro del marco de las luchas reivindicatorias de los pueblos árabes musulmanes ante la opresión “de occidente”.

En la lucha contra el terrorismo y la defensa del territorio norteamericano, el agente especial del FBI Ron Clayton (Guy Pearce) sigue las pistas de las actividades de un grupo musulmán extremista y sus proveedores de explosivos, entre los cual está Samir Horn (Cheadle), comerciante de explosivos que en realidad es un agente infiltrado de la CIA, cuya existencia es tan secreta que sólo sabe de él su jefe inmediato, el agente Carter (Jeff Daniels).
Horn apunta con exactitud el hecho de que no sólo él comercia explosivos sino también fabricantes norteamericanos (y británicos, israelíes, rusos, etcétera) que venden sus productos sin importarles que esas mismas armas puedan ser usadas en contra de los Estados Unidos.
Tanto Horn como Carter están enfrascados en una ideología extremista -cada uno en su propio bando- que los acerca demasiado a sus supuestos enemigos: llevan a cabo una guerra en la que no importan los daños colaterales sino el impacto que se pueda producir con los fines últimos: hacerle sentir al enemigo que no hay lugar ni tiempo en que alguien se pueda sentir a salvo.

La cinta parecería ser una más de terroristas y contraespionaje, y Don Cheadle aparece en un papel semejante a aquellos que hicieron famoso a Wesley Snipes, gran actor de acción actualmente de capa caída tras su sentencia de tres años de prisión por evasión de impuestos, aunque eso no le ha impedido seguir trabajando en proyectos como El Arte de la Guerra 2, pero en este caso Cheadle encarna a un norteamericano musulmán convencido y amplio conocedor de su religión, y tal condición es lo interesante de la película.

¿Qué hará un soldado norteamericano, experto en explosivos y reclutado por la CIA para infiltrarse en las filas de una organización extremista islámica con el fin de tener acceso a los líderes para acabar con la amenaza que representan, pero a la vez actuar de acuerdo a su religión? ¿Cómo conciliar su fidelidad tanto a su patria como a su religión? El argumento de Steve Martin es muy bueno. La respuesta sólo se ve al final de la cinta.

Don Cheadle más que sucesor de Snipes es su competidor en este tipo de películas, puesto que sólo tiene dos años menos que Snipes. Tiene el carisma, el talento, la presencia escénica y se encuentra en el mejor momento de su carrera. Su trabajo es realmente sobresaliente y tan solo por eso vale la pena ir a ver esta cinta.

Bajo la Sal

Asesinatos en Serio

Ricardo Martínez García

Bajo la Sal es un triller mexicano interesante, dirigido por el debutante Mario Muñoz, de buena hechura aunque a ratos irregular. El trabajo de Humberto Zurita y Plutarco Haza está a la altura de la fama que cada uno ha creado, y sirve de buen soporte al protagónico que corre a cargo del novel Ricardo Polanco en el papel de Víctor, y de Irene Azuela –ganadora de un Ariel este año- como Isabel.

El comandante Trujillo (Zurita) acude a un pueblo llamado Santa Rosa de la Sal, pueblo costero cuya existencia depende de una salinera (en realidad locaciones en Guerrero Negro, BC), para ayudar a su viejo compañero policía, el comisario Salazar (Emilio Guerrero), a resolver unos crímenes en contra de unas mujeres jóvenes, que parecen apuntar a un asesino serial como el autor.

Se trata de una serie de asesinatos cuyo elemento en común es que todas las muertas iban a la misma escuela preparatoria, lugar en donde el desfigurado prefecto (Haza) y un profesor de matemáticas libinidoso (Julio Bracho) tienen roles intrigantes, por decir lo menos, y es ahí donde comienzan las pesquisas de Trujillo. Al ir conociendo más detalles del caso, Trujillo se va acercando a la verdad, pero eso, lejos de evitar más muertes, propiciará la suya misma.

El título Bajo la sal alude también a aquello que subyace bajo la superficie de lo meramente aparente en las vidas de la gente del pueblo de Santa Rosa: saber quién es quién, qué hacen y a qué se dedican. Así, está el tímido y retraído Víctor, quien además de ser el hijo y ayudante del embalsamador del pueblo, entre sus aficiones tiene una muy particular: concebir y filmar películas animadas con la técnica conocida como stop motion o cuadro por cuadro, en los cuales se realiza un pequeño movimiento en las figuras y luego es fotografiada. También está Isabel, ex estudiante de la prepa y sus dos trabajos, el diurno y el nocturno, además de sus secretos muy bien guardados.

Con un guión escrito por el propio director Mario Muñoz, en colaboración con Ángel Pulido, guión originalmente titulado La Venganza del Valle de las Muñecas, el resultado de la cinta es bastante mejor que el de algunas cintas de origen extranjero que llegan a nuestras salas. Además son de resaltar las breves pero concisas implicaciones y analogías que se hacen con los casos de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Trujillo llegará a decir que en esos casos “ya hay mucha gente involucrada” y que ahí hay una verdadera mafia.

A pesar de que a veces el ritmo es irregular, y de que hay algunos cabos sueltos, como la suspensión de Trujillo en la Ciudad de México o el modus operandi del asesino, si usted busca cine mexicano diferente y de calidad, no se pierda esta cinta.

Friday, October 17, 2008

Quémese Después de Leerse

La Reafirmación de los Actores Sexys

Ricardo Martínez García

Con un gran reparto encabezado por George Clooney, John Malkovich, Tilda Swinton y Brad Pitt, los hermanos Ethan y Joel Coen muestran en Quémese Después de Leerse (Burn After Reading, 08) lo que se puede hacer con estos actores: una cinta llena de enredos, de humor negro y sarcásticas críticas a algunos aspectos del American Way of Life.

Contrario al glamour de la vida personal de los actores Pitt y Clooney, ambos considerados como dos de los hombres más sexys del mundo por las revistas Vanity Fair y Empire, el trabajo que desarrollan en esta cinta no deja lugar a dudas de su capacidad histriónica.

Los personajes de este dúo dinámico, dentro del guión escrito por los propios hermanos Coen, corresponden a tipos comunes y corrientes, tanto así que en el caso de Chad Feldheimer (Pitt), se trata de un teto simpaticón, empleado de gimnasio, sin más aspiraciones que ejercitarse continuamente en su bicicleta.

El eje argumentativo arranca con la renuncia del analista de datos de la CIA Osborne Cox (John Malcovich), el inminente divorcio que le prepara su distante e infiel esposa, la doctora Katy (Tilda Swinton), y el intento de chantaje, demasiado chabacano, al que es sometido por los empleados de un gimnasio: la secretaria Linda Litzke (Frances McDormand), quien está obsesionada con una cirugías que quiere hacerse, y su amigo y perfecto compañero de locuras, Chad.

Clooney encarna a un empleado del Tesoro, Harry Pfarrer, que es cínico, simpático y mujeriego galán otoñal, y que se enreda con Katy y con cuanta mujer se le pone enfrente, entre ellas Linda.

Katy, aconsejada por un abogado inescrupuloso, despoja hasta de la camisa a su aún esposo Osborne. El abogado consigue información personal de Osborne pero su secretaria pierde un disco con la información al ir al gimnasio. Así comienza la historia del chantaje.

Linda está tan obsesionada con las cirugías que necesita para “reinventarse”, que no le importa absolutamente nada, e incluso llega a ofrecer la información y memorias de Osborne a la embajada rusa. “Ustedes no tienen ideología” le espeta el funcionario que los atiende. Ni Linda ni Chad dan muestras de entender a qué se refiere tal aseveración.

La actuación de Clooney resulta realmente llena de vitalidad, en este galán que también es un gran director y productor. El trabajo de Swinton, que se encuentra ahora un tanto alejada del cine de arte que la hiciera famosa y por el cual es recordada en cintas como Orlando, de Sally Potter (92), pero sobre todo por su trabajo con el director de culto Derek Jarman, es también bastante destacable.

La cinta es una muestra más de la versatilidad de John Malkovich, quien tiene en su haber cintas como Relaciones Peligrosas de Stephen Frears (88), En la línea de Fuego de Wolfgang Petersen (93) y en Being John Malkovich, de Spike Jonze (99) donde se interpreta a sí mismo. Su personaje en Burn After Reading –título que hace referencia a la práctica de los espías con documentos confidenciales o ultrasecretos que han cumplido con su cometido- es tal vez el más cotidiano de todos, pero Malkovich lo hace estupendo.

Al principio cuesta trabajo concebir a Pitt en su personaje, pero su trabajo, lo mismo que en el caso de Clooney, no tarda en convencernos de la credibilidad de su papel. Una de las razones de la dificultad pudiera ser que nos hemos acostumbrando más a verlo como el padre de los hijos de la bella Angelina Jolie que como actor.

Difícilmente alguno de los actores en esta cinta será nominado al Oscar por el trabajo realizado en ella, (tal vez McDormand tenga una oportunidad) pero eso es debido a la inclinación de la Academia por las cintas “serias”.

Es tal la riqueza interpretativa en esta película que uno podría llegar a sentirse indigesto, si no se tratara de una comedia que ante todo ironiza sobre la estulticia con la que se rigen tanto algunas instituciones y personas en la actual sociedad norteamericana.

La cinta expone el sinsentido, la obsolencia y vacuidad de la burocracia que impera en la CIA y en otros organismos (como el FBI o, para ser inclusivos, en una institución extranjera como la Embajada Rusa en los Estados Unidos), señalando con humor la inoperancia de tales instituciones. Después del enredo generado por el intento de extorsión de Linda, un jefe de la CIA le pregunta a su subalterno “¿Qué aprendimos?”, “No tengo la menor idea” le contesta éste. “Que no lo volveremos a hacer” concluye el jefe. La ganadora al final es Linda, pues al parecer sus cirugías correrán a cargo de la Agencia de Inteligencia (?).

Ethan y Joel Coen hacen realmente lo que quieren con lo más granado de Hollywood y así lo demuestra esta curiosa y divertida cinta.

Thursday, October 16, 2008

¿Quién es Charlie?

¿Qué quieren los adolescentes?

Ricardo Martínez García

El director debutante Jon Poll presenta ¿Quién es Charlie? (Charlie Bartlett, 07) cinta que tal vez sea la mejor comedia estudiantil del año. Recuerda cintas tan memorables como La Sociedad de los Poetas Muertos o Perfume de Mujer pero sin el esnobismo de las escuelas privadas norteamericanas y además con una insospechada profundidad temática que va más allá de la mera solidaridad y la amistad.

Charlie Bartlett (el joven pero experimentado actor de origen ruso Anton Yelchin) es un adolescente de clase alta que como tantos jóvenes de su edad no se hallan en el mundo y deambula por la vida sin saber a qué atenerse.

No obstante, su necesidad de congraciarse con los demás, de tener verdaderos amigos, lo hace cometer actos que van de lo extraño a lo disparatado, amén de su inventiva y creatividad.

Charlie se vuelve popular tal vez por las razones equivocadas (en la última escuela privada en la que estuvo se dedicaba a falsificar credenciales para sus compañeros, y en la escuela pública a la que finalmente termina asistiendo, se dedica a dar una suerte de consultas siquiátricas y a recetar medicamentos antidepresivos, cosa que lo catapulta a lo más alto de la popularidad escolar), sin ser tan consciente de lo que realmente está haciendo, pero siempre es bienintencionado.

Charlie quiere ayudar a sus compañeros, quiere amigos y los consigue por medios poco ortodoxos –tal vez demasiado poco ortodoxos, pero algo de ficción debía tener la cinta-, lo cual le atrae inevitablemente algunos conflictos. La relación que establece con el director de la escuela, el señor Gardner (el magnífico actor Robert Downey Jr.) se deteriora a extremos deplorables, sobre todo por la otra relación que establece con Susan (la juvenil actriz Kat Dennings), la hija del director, pero es en esa relación con el director que precisamente ambos lograrán encauzar sus acciones hacia fines loables.

La cinta mueve a la reflexión sobre el modo de percibir el mundo que tienen los estudiantes, sobre la labor académica y su insuficiencia para formar y adoptar algunos valores vitales, así como la necesidad de asumir ciertas responsabilidades por nuestros propios actos.

A veces, con la intención de ayudar, se puede llegar a poner en bandeja de plata las opciones para actos desesperados –ante la falta de un involucramiento personal profundo-, como en el caso de un deprimido joven que siente que la vida nada le ofrece y que a nadie le interesa lo que le ocurra, por lo que toma la decisión de salir por la puerta falsa.

Realmente apesadumbrado al saber de ese intento, pues fue él el proveedor de las píldoras fatales, Charlie acude a ver a su amigo deprimido y convaleciente. Es en ese momento que le cae el veinte y la historia – narrada con un ritmo algo irregular pero que no demeritan en la atención- da un giro que la encauza por el buen camino.

Charlie al final descubre que es popular a pesar de ya no ofrecer medicamentos, sino por su única y verdadera habilidad: saber escuchar al otro (aún a pesar de reconocer que él está tan perdido como los demás), y además por su buen sentido común.

Se trata de una cinta entretenida, divertida y profunda en los momentos precisos. Recomendable sobre todo para los estudiantes de nivel medio superior (y para sus profesores) que seguramente encontrarán figuras con las cuales identificarse.

Tuesday, September 30, 2008

Misión Babilonia

El Caótico Futuro

Ricardo Martínez García

Mathieu Kassovitz, el director francés de Los Ríos de Color Púrpura y Amèlie, dos de sus más conocidas cintas, realiza en Misión Babilonia (Babylon A. D., 08) un trabajo parecido en temática al que realizó Alfonso Cuarón en Niños del Hombre: a partir de una fábula futurista que mezcla ciencia ficción con elementos religiosos se plantea la existencia de una joven muy especial y aparentemente imprescindible para ciertos grupos que anhelan alcanzar cotos específicos de poder dentro de la sociedad globalizada.

El recio actor Vin Diesel protagoniza esta cinta de acción, que se ve engalanada por la presencia de la bella actriz hongkonesa Michelle Yeho, que con un gran trabajo complementa a Diesel y a la novel actriz Mélanie Thierry.

Toorop (Diesel) es un mercenario norteamericano calificado de terrorista por sus compatriotas, que es reclutado por Gorsky (un apenas reconocible Gérard Depardieu), mafioso ruso o algo parecido, para escoltar a Aurora (Thierry) y a la Hermana Rebeca (Yeho) desde un monasterio en Mongolia hasta la ciudad de Nueva York. El propósito de esto no queda claro sino hasta el final de la cinta –aunque ambiguamente-, algo característico en Kassovitz, tal como se ve en Los Ríos de Color Púrpura.

La cinta es una mezcla de géneros: acción, con violentos combates, persecuciones y explosiones; ciencia ficción, en la que se especula sobre lo que se puede hacer con la clonación y el diseño de ingeniería genética y sus posibilidades. En lo que falla es en el argumento dramático que no se ve hacia dónde va: ¿es Aurora un símbolo de los excesos científicos en el campo de la ingeniería genética, o es un ser humano sobrenatural, algo como la Virgen María del futuro, o es las dos cosas a la vez, por contradictorio que parezca?

Aparentemente hasta el propio director de la cinta la definió como un puro caos de violencia y destrucción, (se supone que hay una entrevista de Kassovitz en amctv.com pero no he podido corroborarlo) alegando que fueron los estudios cinematográficos quienes le impidieron dar mayor coherencia a su trabajo. Puede ser.

Lo que sí se puede afirmar es que la cinta a ratos es bastante violenta, casi como de videojuego, y está armada para resultar entretenida.

Es de notar que Diesel actúa cada vez más consistentemente, y que su inclusión en la cinta de Steven Spielberg Salvando al Soldado Ryan no fue casual. No es de extrañar que protagonice cintas que se alejan cada vez más del mero género de acción, como lo es Misión Babilonia.

Thursday, September 18, 2008

Mamma Mia!

¡El disfrute completo de la vida!
Ricardo Martínez García

En muy pocas películas musicales se puede apreciar el valor de una buena interpretación –lírica y actoral- de algunas de las canciones más populares y exitosas de los últimos tiempos. Tal es el caso de la cinta Mamma Mia! y las canciones que hicieron archifamoso al grupo sueco Abba.

Se trata de una cinta dirigida por la debutante cineasta Phyllida Lloyd (responsable de la dirección teatral de la obra desde hace más de diez años y puesta en escena tanto en Londres como en Broadway) que genera de inmediato en el espectador una sensación de comunidad en el sentido de asamblea para el culto de algo, como la ecclesia litúrgica que en este caso celebra el amor, la amistad y la memoria.

Uno de los grandes aciertos en este trabajo fílmico es que plantea un especial contacto con la naturaleza y con aquellas personas que son importantes para nuestra vida, en este caso de Donna, la protagonista (la siempre bella y magnífica Meryl Streep), una ex cantante que administra junto con su hija una villa u hotel, ubicado en medio de islas paradisíacas -Skiathos y Skopelos- con aguas azul cobalto en algún lugar de la costa griega del mar Egeo, las cuales a su vez nos hablan por completo del espíritu dionisiaco de la aceptación integral y entusiasta de la vida en todas sus expresiones, espíritu único del pueblo griego.

Tanto la madre como la hija cuentan con un par de amigas de toda la vida con las cuales están plenamente identificadas, y verlas reunidas nuevamente por el casamiento de Sophie (Amanda Seyfried), la hija de Donna, es un verdadero deleite. Las amigas de la novia, por cierto, desaparecen ante la presencia de las de su madre, que son la vitalidad en persona y opacarían a cualquiera.

Las conocidas canciones de Abba, interpretadas en la voz de Meryl Streep, Pierce Brosnan y de los otros miembros del elenco (Colin Firth, Stellan Skarsgard, Julie Walters y Christine Baranski), retoman nuevo y profundo significado, ilustrando la alegría por el amor vivido, la nostalgia por los amores pasados, los reencuentros y las complicaciones de una duda existencial: ¿quién es el padre de la hija de Donna? Tal es el pretexto del hilo conductor de la trama de esta divertida cinta.

En musicales llevados al cine como Grease, (Randal Kleiser, 78), Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 01) o incluso en obras de teatro como Hoy no me puedo levantar (Nacho Cano) encontramos ecos de las grandes tragedias o comedias griegas, como el coro que constantemente anima, reclama, exige, como si en efecto fuera la conciencia colectiva que le pide a los individuos actuar.
Además las coreografías y el dramatismo puesto en cada pieza musical, como en la que Donna le canta a Sam (Brosnan) The Winner takes it all, alcanza niveles interpretativos sorprendentes que realmente son conmovedores.

Definitivamente es una cinta para melómanos, pero que puede muy bien tolerar –y hasta disfrutar- alguien no muy afecto a los musicales, como quien escribe esto. Recomendable para una tarde romántica indudablemente.

Una Película de Guerra

Los chicos se divierten

Ricardo Martínez García

Si de lo que se trataba era de pasársela lo mejor posible con amigos actores pero a la vez con el pretexto de trabajar, Ben Stiller lo logra con creces. No sólo por la sátira que hace de películas como Pelotón (Oliver Stone, 86), o Mi Nombre es Sam (Jessie Nelson, 01), y del oscuro deseo de todo actor por obtener la estatuilla de la Academia, sino por la burla que, junto con sus amigos, hace del mundo oculto hollywoodense: representantes de artistas increíblemente mimados y ricos, productores autoritarios que hacen y deshacen a su antojo todo lo que quieran, o actores que no pueden vivir sin sus adicciones, las cuales disfrazan hasta extremos ridículos.

¿Hasta qué punto llega la parodia? Escenas como la que muestra al actor Tudd Speedman (Stiler) pintarrajeado y con harapos, pero feliz de representar a un retrasado mental cada noche ante unos “llenos” en un teatro improvisado en el cual unos espectadores vietnamitas le aplauden y se emocionan hasta las lágrimas, lo cual él goza hasta no desear regresar a su país. ¿Será acaso una sutil representación sobre el cine basura que se elabora en Hollywood pero que se consume en países tercermundistas, en donde se “goza” con tales cintas?

¿Hasta qué límite se pueden manejar o manipular los sentimientos de los espectadores, cuando la cinta dirigida por el comediante Stiller nos muestra que todo gag, todo drama es resultado del premeditado esfuerzo de guionistas por exprimir tales sentimientos? No es que ese hecho sea algo que se muestre por primera vez, pero se agradece la reflexión inherente en cada parodia.
Lo que sí muestra Una Película de Guerra (Tropic Thunder, 08) es la capacidad de convocatoria de Stiller: en el reparto lo mismo aparecen como coestelares Jack Black, Robert Downey Jr. (como el personaje que encarna la conciencia negra de Tudd Speedman –representación a su vez de los actores héroes de la acción como Stallone o Schwarzenegger-, quien le da consejos medio en broma sobre qué papeles le conviene realizar si quiere ganar el premio de la Academia), Matthew McConaughey, Nick Nolte y hasta un desatado Tom Cruise en el papel del obeso productor judío Less Grossman y sus excentricidades manifestadas en un baile con el que se autoparodia hasta hartarse.

La crítica o sátira que plantea Stiller no es realmente muy profunda, pues se refiere sobre todo a la manera en que se elaboran las películas, a los tejes y manejes de la producción de una cinta, sus efectos visuales y de sonido, pero deja de lado totalmente el aspecto teórico del cine como medio de comunicación, aunque a decir verdad ésa no es nunca su intención, sino sólo la de divertirse.

No se puede dejar de notar que toda cinta posee explícita o implícitamente un carácter propagandístico e ideológico, y esto es particularmente importante en las cintas de género bélico. En ese sentido, Stiller no aporta nada diferente de lo visto y propuesto por Oliver Stone, Francis Ford Coppola o Steven Spielberg.

El resultado al final no es novedoso, pero es interesante ver cómo trabajan la parodia lúdicamente estrellas como Cruise o McConaughey. Ben Stiller es un buen guionista pero no como Adam Sandler y su No te Metas con Zohan, en el que sí es posible encontrar crítica y sátira política.

Tampoco es novedoso que una película comience con falsos trailers (como ejemplo reciente los que se hicieron para el proyecto de Tarantino y Rodríguez llamado Grindhouse) los cuales anuncian la undécima parte de tal o cual cinta de acción o de comedia escatológica. El mensaje final podría ser: en Hollywood todo se vale, pero sobre todo que nos burlemos de nosotros mismos. Eso sí, no aspires a que esta película alcance algún premio importante de la crítica.
Para disfrutar de Una Película de Guerra lo único que hace falta es acudir a la sala con muy buen humor y sin otra pretensión que divertirse y contar con las imprescindibles palomitas.

Wednesday, September 03, 2008

El Robo del Siglo

Buen Trabajo
Ricardo Martínez García

El actor Jason Statham alguna vez fue miembro durante una década del equipo olímpico de clavados de la Gran Bretaña que acudió a las Olimpiadas de Seúl en 1988; ha sido modelo para la línea de ropa French Conection e hizo comerciales para los pantalones Levi´s y luego se convirtió en un pícaro y pequeño timador muy al estilo de los personajes que llegaría a interpretar en las películas de Guy Ritchie Lock, Stock and Two Smoking Barrels y Snatch, Cerdos y Diamantes. Esa fue la razón por la que el aún esposo de Madonna lo hizo parte del elenco de tales películas: su vida se parecía demasiado a esos personajes.

Con tal historial, Statham es un actor peculiar que tiene el tono “adecuado”: maneja el caló de la calle de manera natural, es un bribón listo, capaz de vender una bagatela como si fuera parte de las joyas de la corona. Así, resultó ideal para el papel del ladrón líder de una banda en la cinta del director británico Roger Donaldson El Robo del Siglo (The Bank Job, 08).

Basada en hechos reales, la cinta trata de unos ladrones que nunca habían jugado en las grandes ligas del crimen organizado, y la oportunidad se les presenta cuando la ya no tan joven ex modelo y rufianesca Martine Love (Saffron Burrows), vieja conocida del barrio, es detenida por tráfico de drogas y obligada a operar para el MI-5 (agencia de seguridad interna británica) un robo a las cajas de seguridad de un banco (ubicado, tal vez como guiño del director, en la mítica Baker Street, la misma en la que Arthur Conan Doyle ubica la vivienda de Sherlock Holmes), con el fin de recuperar unas fotos comprometedoras de una integrante de la realeza.

La banda, liderada por Terry Leather (Statham) y la chica en cuestión Love, no sabe en la que se mete: el robo es exitoso y masivo (para Love sólo tiene interés cierta caja de seguridad), pero el problema es que salen afectados por igual miembros de la realeza, del parlamento y algunos cabecillas del mundo de la mafia, aquellos que controlan prostíbulos y drogas y están coludidos con cualquier cantidad de agentes policíacos corruptos.

Los grandes aciertos del trabajo de Donaldson, por una parte, son los ingeniosos y picantes diálogos combinados con la parsimonia de las escenas de la consumación del robo (poco que ver con la espectacularidad de Heat [Michael Mann, 95] o The Italian Job [F. Gary Gray, 03] en la que también participa Statham), y por otra, el desencadenamiento de vertiginosas escenas junto con la previsión y reacciones de Terry ante las inesperadas consecuencias y el buen manejo o control de daños.

Además de la dramatización propiamente dicha del asalto, que va subiendo cada vez más de intensidad y mantiene al público al filo de la butaca, está también, de manera paralela, la lucha personal de Terry, excelentemente manejada por el director, pues al final de todo logra quedar como el buen ladrón al optar –una vez superados todos los obstáculos y quedarse con el botín del robo- por una vida familiar, por encima de la aventura romántica con la bella Love.

Pocas películas sobre ladrones hacen sentir bien al espectador al final, y ésta es una de ellas, por lo que no debe perdérsela si gusta de los filmes de estilo británico del que Guy Ritchie dio buenas muestras en aquellas cintas del 98 y 2000.

Saturday, August 30, 2008

[REC]


Terror a la española
Ricardo Martínez García

Rozando lo sublime con lo ridículo, el largometraje de Jaume Balagueró y Paco Plaza [REC] (06), se encuentra íntimamente emparentado con cintas como Exterminio (Danny Boyle, 02) y sus secuelas, Cuarentena (John y Drew Dowdle, 08), la cual es el remake gringo de REC, y algunas otras del género, pero aportando su granito de arena en cuanto a finales originales, o al menos inesperados.

La cinta muestra un tono dramático aceptable en la parte inicial, cuando se plantea el trabajo reporteril de la inexperta Ángela (Manuela Velasco) en una estación de bomberos, para su programa de televisión llamado “Mientras Usted Duerme” (“¿y entonces quién ve el programa?”, le pregunta uno de los entrevistados), al hacer guardia ahí y a la espera de algún siniestro que cubrir. Pareciera como si nos dispusiéramos a ver un documental medianamente interesante sobre el trabajo de estos héroes.

Pero en un momento a altas horas de la noche, el tan ansiado evento llega, pues hay que atender una contingencia en un edificio habitacional: una señora asusta a sus vecinos con terribles gritos, por lo que se llama a los bomberos y a la policía. A partir de ahí se dan situaciones extrañas en las que tanto policías como bomberos, vecinos y periodistas se ven involucrados en un problema de sanidad pública, al grado de que tienen que ser aislados totalmente en el edificio.

Los que quedan atrapados en el edificio desesperan ante la poca información que les llega, y poco a poco se darán cuenta de que entre ellos ha cundido una especie de epidemia que cada vez los ataca más inmisericordemente.

La acción es continua, no da pausas, por lo que sin transición apenas, de la estación de bomberos ya estamos dentro del edificio y vemos cómo un policía es atacado por una señora anciana, luego vemos cómo es abatida a balazos y poco después cómo su cadáver ya no está en el lugar donde había caído, todo en medio de los histéricos gritos de Ángela, quien parece creer que mientras más grita más suspenso y realismo le pone a la situación, pero el resultado es exactamente el contrario.

Filmada con la técnica de cámara móvil al hombro, al estilo de la más reciente Cloverfield (Matt Reeves, 08) persiguiendo el objetivo de dar “testimonio visual” de todo lo que ocurre (Pase lo que pase, nunca dejes de grabar), esta película del también realizador de Frágil, Darkness y Los Sin Nombre, no hace alarde de efectos visuales y en cambio apuesta más al trabajo interpretativo y a un correcto trabajo de maquillaje e iluminación.

El espectador no puede menos que esbozar una sonrisa de condescendencia: se nota el gran esfuerzo de producción detrás de la cinta, a la que pretenden darle realismo, y a ratos lo logran innegablemente, pero algunas de las actuaciones son algo desafortunadas, como la de la reportera, haciendo preguntas y comentaros cada vez más absurdos. El contraste está en los personajes de los bomberos y los policías, casi siempre en su papel, hasta que ellos mismos caen víctimas de la epidemia.

Al final de la cinta, los directores y guionistas nos recetan una buena vuelta de tuerca: luego de que los encerrados se enteran de que dicha epidemia comenzó con un perro enfermo, el ambiente cambia.
Ángela y su camarógrafo, los únicos todavía no infectados, entran en un piso del que nadie sabía nada, huyendo de los demás, y se topan con un conjunto de sórdidas y oscuras habitaciones, con recortes de periódicos pegados en los muros sobre un recurrente caso de posesión demoníaca de una niña portuguesa.

En una de las habitaciones que tiene aspecto de laboratorio clandestino, con una camilla equipada con correas para brazos y piernas, Ángela se las arregla para accionar una grabadora a pesar de que no hay luz en el piso, y escuchan la narración de lo que parece una bitácora médica (algo que recuerda uno de los cuentos de Lovecraft y Derleth en La Habitación Cerrada, (en la edición española de Alianza Editorial) titulado “El Superviviente”, que relata los extraños sucesos relacionados con los experimentos de un tal doctor Charriere).

Es así como el espectador se entera –que no la aterrorizada Ángela, pues no para de gritar- de que alguien realizó experimentos con la niña poseída y le extrajo una enzima, la cual se le salió de control.

Lo mejor de la cinta son esos últimos cinco minutos, lo que la coloca junto a la excelente El Orfanato, de Juan Antonio Bayona, pues ambas pueden ser consideradas como la muestra de una buena tradición de cintas de terror a la española.

Wednesday, August 27, 2008

Búsqueda Implacable

Violencia comprensible
Ricardo Martínez García

“No hay que olvidar que somos animales, y más cuando dañan a nuestros hijos”. Estas palabras las dijo el filósofo francés George Steiner a Juan Cruz en una reciente entrevista en la revista El País Semanal. Y es totalmente cierto, así lo muestran los hechos en la realidad y también la nueva cinta de Pierre Morel Búsqueda Implacable (Taken, 08).

Cualquier padre de familia que haya vivido el terrible trauma de ver a alguno de sus hijos secuestrados, e incluso el gran público mexicano (pues es un tema del que en estos momentos ciertos sectores de la población de nuestro país se encuentran hipersensibilizados luego de los muy mediáticos casos de los adolescentes Fernando Martí –ya fallecido- y Silvia Vargas) se sentirá completamente identificado de inmediato con el ex agente del servicio secreto norteamericano Bryan (Liam Neeson).

El problema es que no todos los padres de familia pueden hacerle frente a los secuestradores como lo hace el magníficamente entrenado Bryan, a quien le raptan a su hija Kim de diecisiete años, en París, a donde llega desde Los Angeles con la intención aparente de seguir a U2 en alguna gira europea.

Kim es una buena y consentidísima chica que vive con su madre (Framke Janssen) y su padrastro, quien a diferencia de Bryan es un hombre muy acaudalado. Kim desea ir a París con una amiga, para lo cual necesita el permiso de Bryan. Éste lo piensa, pone sus lógicas trabas pero finalmente cede ante la presión de su madre, quien le pide que la deje ir o si no “la perderá”.

Kim es secuestrada por una banda albanesa comerciante de mujeres, a quienes no les interesa el origen ni la condición social de sus víctimas. Aquellas que no son vírgenes son destinadas a la prostitución en masa. Pero a las que son vírgenes les deparan un destino mucho más exclusivo.

Una vez que Bryan se ha dado cuenta de la grave situación de su hija, de inmediato se traslada a Francia y comienza a investigar el paradero de su hija. Hábil, meticuloso, violento, pero sobre todo inteligente, mientras más descubre Bryan sobre las redes de operaciones criminales y su contubernio con las autoridades, más sangre deja en su camino.

A Bryan no le importa nada, más que encontrar a su hija y ponerla a salvo. El ex agente, así solo sea como personaje de ficción, se convierte de esa manera en la encarnación del deseo de venganza hacia aquellos que hacen sufrir a víctimas inocentes.

La escena donde tortura y electrocuta a un tal Marko difícilmente generaría alguna protesta en los sectores progresistas por los derechos humanos del secuestrador (el horno no está para bollos). El instinto paternal es superior a cualquier consideración humana hacia el delincuente y victimario. Ahora sí que como diría el tristemente célebre Arturo Montiel: los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas.

Para salvar a su hija, Bryan se enfrenta a subestructuras sociales en las que participan tanto criminales como autoridades y en las que todos sacan buenos beneficios. Y tal sistema trabaja en última instancia para acopiar apetitosas vírgenes que son pagadas a precio de oro por hombres indignantemente ricos, como el supuesto jeque al que le entregan finalmente ese precioso artículo que es Kim.

Los eventos ocurren en París, pero bien pueden ocurrir en cualquier otra parte del mundo, incluyendo por supuesto nuestro país. Y no, no es ficción, como dice un atolondrado aficionado al cine en un anuncio de la CNDH en la tele.

La cinta Crimen sin Perdón (Trade, 07) del cineasta alemán Marco Kreuzpaintner, cuenta con una trama bastante parecida: algunas jovencitas habitantes de zonas pobres, tienen el infortunio de caer en manos de bandas internacionales que los venden y esclavizan con fines sexuales pervertidos. Una de esas niñas es rescatada por su hermano (él mismo, de manera paradójica, un delincuente de pequeña monta, pero es que hay niveles: no es lo mismo atracar turistas que raptar niñas, o concertar con policías tarifas para traficar con seres humanos que ganar un sueldo como funcionario y no hacer nada), que hace lo imposible por seguirle la pista hasta los Estados Unidos, ayudado por un comprensivo y honesto policía (que los hay), que a su vez perdió a una hija en un secuestro. Ambos se enfrentan a esa subestructura social del mal en la que hay delincuentes simplemente hijos de la chingada, como dice Jairo Calixto Albarrán, y hay políticos hipócritas que hablan de “estridencias” cuando se les pide trabajar o irse.

Búsqueda Implacable está escrita por Luc Besson y Robert Mark Kamen, y dirigida por Pierre Morel, el mismo de Banlieu 13 (Adrenalina Total, 04). La actuación de Liam Neeson está más cerca de Batman Inicia que de La Lista de Schindler, pero siempre es un gusto ver trabajar a un actor de su talla.